El proyecto está coordinado por el CREA de Italia (Consiglio per la Ricerca in Agricoltura e l’Analisi dell’Economia Agraria) y cuenta con 13 instituciones científicas pertenecientes a 9 países europeos, incluidos tres centros del CSIC: el CEBAS de Murcia, el Instituto de Ciencias Agrarias (ICA) de Madrid y la Estación Experimental de Aula Dei (EEAD) de Zaragoza.

El investigador principal del EJP-Soil en España y miembro del Grupo de Enzimología y Biorremediación de Suelos del CEBAS-CSIC, Felipe Bastida, explica que «el objetivo de este proyecto es determinar las estrategias de manejo del suelo que favorecen el secuestro de ‘C’ en el suelo y, a su vez, reducir el flujo de gases de efecto invernadero, tales como el óxido nitroso o el metano, a nivel continental. El secuestro de ‘C’ es la capacidad que tiene el suelo para absorber, a través de las plantas, el CO2 de la atmósfera».

En busca de usos agrícolas del suelo ayuden a rebajar el calentamiento global

Fertilización orgánica por regiones

Los investigadores del CSIC involucrados en este proyecto defienden que la reutilización de residuos orgánicos (composts, digeridos, biochar, etc) es una estrategia fundamental para aumentar la fertilidad del suelo y su productividad, a la vez que se aporta una salida racional y sostenible a la acumulación de residuos y se favorece el secuestro de ‘C’.

Sin embargo, la respuesta del suelo a estos materiales orgánicos depende mucho de las características del material, del tipo de clima y de suelo, tal y como matiza Mariluz Cayuela, investigadora del CEBAS-CSIC y participante en el proyecto EJP-Soil. Por esta razón, Cayuela añade que «el impacto de la fertilización orgánica sobre el balance de gases de efecto invernadero debe ser estudiado para cada región específica».

En particular, el objetivo de esta investigación internacional es evaluar qué tipo de enmiendas orgánicas, además de dónde, en qué cantidad y en qué momento están asociadas con un incremento del secuestro de carbono en el suelo, pero a la misma vez, reduciendo la emisión de óxido nitroso y metano; ambos gases de efecto invernadero muy asociados a los suelos agrícolas y con un potencial de calentamiento muy superior al del CO2.

Bastida especifica que «cada zona tiene unos requerimientos nutricionales, unos cultivos y una climatología propios. Por tanto, el manejo de fertilizantes y del suelo debe ser necesariamente distinto». Además, el proyecto pretende identificar los factores bióticos (microorganismos, plantas o cultivos) y abióticos (suelo, clima) que gobiernan dicho ‘balance’, incluyendo también aspectos relacionados con la microbiota del suelo y la calidad y composición química de los residuos orgánicos.

Según Bastida, «iniciativas de este tipo son fundamentales para generar una agricultura que sea un motor económico, pero a la vez con un elevado respeto por el medioambiente y que contribuya a luchar contra el cambio climático. Se trata de un proyecto ambicioso que proporcionará un conocimiento de vital importancia a los usuarios finales y las administraciones, y será fundamental para proteger un recurso no renovable crítico para la humanidad y para generaciones futuras: el suelo».

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