“Nuestros animales estaban tan escuálidos como briznas de hierba, pero ahora han ganado mucho peso y rezuman salud”, dice la Sra. Agnes Tengovandu-Tjindo, de 36 años de edad y residente en Otjozondjou, una pequeña localidad en el oeste de Namibia. La sequía ha sido tan implacable en la zona de Agnes que le inquietaba que ninguno de sus animales sobreviviera.
“Perdí gran cantidad de mi ganado y solo conseguí librar a duras penas algunos vacunos y cabras”, manifestó, al tiempo que señalaba hacia donde yacían parte de sus vacunos bajo una gáa (acacia erioloba), no lejos de su explotación.
En el último par de años, Namibia ha estado recuperándose de una de las peores sequías de su historia reciente. Los agricultores no han logrado alimentarse a sí mismos ni a sus preciados animales con sus cultivos. La compra de forraje resultaba demasiado costosa, de modo que tenían que buscar una alternativa.
Es ahí cuando, en el marco de un proyecto respaldado por la FAO en la comunidad de Agnes, se introdujo la hidroponía, una forma innovadora de cultivar utilizando poca agua y nada de suelo. Se trata de un proceso sencillo que consiste en, primero, remojar semillas de cebada hasta que germinen y, a continuación, colocarlas en una estructura simple de invernadero donde se les seguirán aportando nutrientes y agua para que crezcan. La cebada se riega durante siete días y, posteriormente, los brotes y la estera de raíces resultantes se recolectan para alimentar el ganado. Este método hidropónico tiene múltiples ventajas: el forraje no tarda más que una semana en cultivarse comparado con las varias semanas que llevaría utilizando métodos ordinarios. No requiere combustible y precisa poca agua, por lo que es ideal en épocas de sequía.
Cuando Agnes escuchó hablar por primera vez del proyecto, se dio cuenta inmediatamente de las ventajas que aportaría a su comunidad y se mostró entusiasmada con participar. La asociación local de agricultores a la que Agnes pertenecía la recomendó para el proyecto, convirtiéndose en uno de los más de 3 000 agricultores que recibirían capacitación en el proceso de producción de forraje hidropónico.
Las cabras de Agnes, de nuevo saludables y bien nutridas, se deleitan mordiscando el forraje obtenido mediante técnicas de producción hidropónica. Arriba a la izquierda: ©FAO/Phillipus Tobias. Abajo a la derecha: ©FAO/Phillipus Tobias
La salvaguardia de los medios de vida con innovación
En el marco del proyecto, financiado por el Fondo Central de las Naciones Unidas para la Acción en Casos de Emergencia y ejecutado por la FAO y varias organizaciones de Namibia, se han establecido 79 sistemas de producción de forraje hidropónico de invernadero en las siete regiones del país.
Varios especialistas de la FAO y un experto en hidroponía del Sindicato Nacional de Agricultores de Namibia capacitaron al personal del Ministerio de Agricultura del país. A su vez, estos difundieron los conocimientos adquiridos entre los agricultores que participaban en el proyecto quienes, a continuación, los transmitieron a sus comunidades.
Agnes llegó a convertirse en líder agrícola del proyecto para establecer invernaderos en su zona. Se encargaba de la productividad y de la capacitación de los miembros de su comunidad, especialmente las mujeres.
Agnes considera que, si se lleva a cabo correctamente, el proceso hidropónico es relativamente fácil. “El forraje tarda alrededor de seis a siete días en cultivarse, y un kilogramo de forraje precisa entre unos tres y cuatro litros de agua”, explicó.
Unos 50 agricultores, que viven cerca de los distintos invernaderos, trabajan juntos en el marco del proyecto, bajo la tutela de Agnes. Todos participan en la producción del forraje —desde la preparación de las semillas de cebada hasta el riego y la recolección de las plantas— y deciden de común acuerdo cómo repartir los productos. De este modo, no hay ningún agricultor que no esté familiarizado con la tecnología ni que no haya adquirido los conocimientos y la experiencia necesarios para seguir adelante en el futuro. Agnes dice con orgullo que su comunidad se ha implicado plenamente en el invernadero y que este se ha convertido en un elemento fundamental para su supervivencia.
“Hemos creado un sistema que no solo asegura que cada hogar reciba forraje del invernadero, sino que también permite a todos los agricultores participar en su producción”, dice Agnes. “Aunque vuelva a llover, lo seguiremos utilizando y preservando, dado que el cambio climático es una realidad innegable y las sequías pueden sobrevenir en cualquier momento”.
El método hidropónico permite a Agnes (en la fotografía) y a su comunidad cultivar forraje con menos agua, logrando que la producción sea más resiliente a la sequía y a los cambios climáticos. ©Agnes Tengovandu-Tjindo
Liderazgo femenino
Los invernaderos hidropónicos no solo han beneficiado a Agnes y a su comunidad, sino a muchos otros en el país. Anna Isaacks es una jubilada de Amalia, un pequeño asentamiento agrícola del sur de Namibia particularmente propenso a la sequía. También se postuló para ser líder agrícola del invernadero local, que en ese caso se había construido en una explotación de su propiedad con el fin de aprovechar el pozo que existía para extraer agua dulce.
A Anna y a los demás agricultores locales, la inclusión de los invernaderos les ha cambiado la vida. En palabras de la propia Anna: “Ahora hay esperanza donde antes no la había”.
“Ya podemos alimentar a nuestro ganado y evitar que muera”, indicó.
Del proyecto, iniciado en 2020, se han beneficiado hasta el momento en torno a 3 350 hogares, cuyos cabezas de familia son mujeres en el 40 % de los casos, lo que ha tenido una gran repercusión en un país en el que la agricultura está liderada predominantemente por hombres.
El impulso de la resiliencia
En el marco del proyecto, además de los sistemas de producción de forraje hidropónico y la capacitación, se ha vacunado al ganado contra diversas enfermedades y tratado contra parásitos internos y externos. Asimismo, se le han administrado inyecciones metabólicas multivitamínicas para estimular su sistema inmunitario y, en general, mejorar su estado de salud, aumentando así su resiliencia para cuando los pastos vuelvan a resultar insuficientes.
La creación de un sector agrícola resiliente para las comunidades rurales es vital si esperamos poner fin al hambre y la pobreza para 2030 y, para ello, las soluciones novedosas son la clave. Las tecnologías como la hidroponía son métodos sencillos que pueden marcar una gran diferencia en el impulso de la resiliencia de las comunidades y el combate de los efectos del cambio climático.
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