10 de junio de 2021, Roma – Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) debidas a cambios del uso de la tierra, como la conversión de bosques en tierras agrícolas, han disminuido en los últimos 20 años. Esta disminución se ha visto contrarrestada por el aumento de las emisiones procedentes de actividades no agrícolas en las etapas previas y posteriores a la producción de alimentos
-especialmente altas en los países industrializados-, según un nuevo estudio dirigido por la FAO y publicado hoy en la revista «Environmental Resource Letters».
En el informe, titulado «Greenhouse Gas Emissions from the Food System: Building the Evidence Base» (Emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los sistemas alimentarios: constitución de una base empírica), se estima que, en 2018, las emisiones de los sistemas alimentarios totalizaron 16 000 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), o su equivalente, lo que supone un aumento del 8 % desde 1990. Estas emisiones representan actualmente el 33 % del total de GEI causados por el ser humano.
El autor principal, Sr. Francesco Tubiello, Estadístico superior y especialista en cambio climático de la FAO, destaca que el sistema mundial de alimentos brinda «una oportunidad única para reducir en mayor medida los GEI, en comparación con las estimaciones anteriores, que no puede ser ignorada en los esfuerzos para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París».
Los gobiernos de todo el mundo se están comprometiendo a reducir sus emisiones de GEI y a perseguir la neutralidad con respecto a las emisiones de carbono y muchos de ellos ya han incluido en sus planes nacionales metas de reducción de los GEI respecto de sus sectores agrícolas. No obstante, las medidas en el ámbito de la alimentación y la agricultura van mucho más allá de las repercusiones en las explotaciones agrícolas y los ecosistemas. Analizar las tendencias de las emisiones desde la perspectiva más amplia de los sistemas alimentarios ofrece una visión complementaria y brinda un abanico de posibles soluciones a lo largo de la cadena de producción y consumo de alimentos.
En el nuevo estudio se proporciona un amplio conjunto de datos que se están perfeccionando de cara a la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios de 2021 y se incluyen componentes importantes que pueden consultarse aquí. Se tienen en cuenta las emisiones de GEI vinculadas con la producción agrícola, el cambio del uso de la tierra en la línea divisoria entre las explotaciones agrícolas y los ecosistemas naturales, y las cadenas de suministro, incluidos el consumo y la eliminación de residuos, para ofrecer una evaluación más nítida y exhaustiva de las tendencias en los planos mundial, regional y nacional.
En los últimos decenios, el porcentaje de emisiones de los sistemas alimentarios, tanto en cifras absolutas como per cápita, se debe cada vez más a los procesos en las explotaciones agrícolas y las cadenas de suministro. Por otro lado, las repercusiones del cambio del uso de la tierra disminuyen a medida que las economías se desarrollan. En el estudio se ponen asimismo de manifiesto las importantes diferencias existentes entre países, ya que las emisiones per cápita de los sistemas alimentarios de las economías desarrolladas casi duplican las emisiones de las economías en vías de desarrollo.
Por último, se ofrece una guía operacional para identificar mejor los componentes pertinentes a la alimentación en los planes nacionales relativos a las emisiones que se notifican a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) con arreglo a las categorías establecidas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En la actualidad, los países notifican los datos pertinentes en sus contribuciones determinadas a nivel nacional, pero no disponen de una cuantificación adecuada de las emisiones procedentes de los sistemas alimentarios en el Programa de Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero.
El equipo de investigación que elaboró el estudio está integrado también por expertos de la Universidad de Columbia y la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de los Estados Unidos de América (NASA), varios organismos de las Naciones Unidas y numerosos centros de investigación que prestan especial atención a las políticas.
El informe, de libre acceso y basado en otro estudio reciente de la FAO rico en datos, ofrece todo el elenco de conclusiones técnicas y constituye un paso importante con miras a crear una base de información completa en la Base de datos estadísticos sustantivos de la Organización (FAOSTAT). En el informe se pone de manifiesto que una estrategia óptima de reducción de GEI exige centrarse en las actividades tanto anteriores como posteriores a la producción agrícola, que van desde la producción industrial de fertilizantes hasta la refrigeración en el comercio minorista, ya que este es el ámbito en el que las emisiones crecen más rápidamente, debido en parte a la desaceleración de la deforestación.
Principalesconclusiones
En 2018, las emisiones de GEI procedentes de los sistemas alimentarios totalizaron más de 16 000 millones de toneladas de CO2 equivalente, en gran parte emitidas en los países en desarrollo en términos de cantidades absolutas.
Las emisiones mundiales per cápita, que en el período comprendido entre 1990 y 2010 disminuyeron de 2,9 a 2,2 toneladas de CO2 equivalente, se caracterizan por importantes diferencias entre las economías desarrolladas y las economías en vías de desarrollo. Las emisiones per cápita en los países desarrollados, que ascendían en 2018 a 3,6 toneladas de CO2 equivalente, representan casi el doble en comparación con los países en desarrollo.
Las emisiones en las explotaciones agrícolas y en las etapas previas y posteriores a la producción (originadas fundamentalmente en las cadenas de suministro, el consumo y el desperdicio) representaban en 2018 dos tercios del total de las emisiones de los sistemas alimentarios. La cantidad de emisiones procedentes del cambio del uso de la tierra ha disminuido con el tiempo.
En las tierras agrícolas, las emisiones de los procesos relacionados con los cultivos y la ganadería en las explotaciones agrícolas, incluidos los cambios pertinentes del uso de la tierra, ascendían a 10,4 Gt de CO2 equivalente, el 80 % de las cuales se había producido en países en desarrollo. Ello supone un descenso del 3 % con respecto a 1990, ya que el aumento de las emisiones de óxido nitroso y metano en las explotaciones agrícolas se ha visto compensado con creces por el descenso de las emisiones derivadas del cambio del uso de la tierra, como la deforestación o la degradación de turberas.
La conversión neta de bosques -de ecosistemas naturales a tierras de cultivo o pastizales, un indicador de la deforestación- siguió siendo durante ese período la fuente principal de emisiones de GEI, con cerca de 3 000 millones de toneladas de CO2 al año, si bien se han reducido significativamente con el tiempo; en concreto en el período comprendido entre 1990 y 2018 se han reducido en más de un 30 %.
El nuevo análisis incluye estimaciones de datos detallados por países sobre el transporte interno de alimentos, un sector cuyas emisiones ascendían en 2018 a apenas 0,5 Gt de CO2 equivalente a nivel mundial, pero que ha aumentado prácticamente un 80 % desde 1990 y casi se ha triplicado en los países en desarrollo.
Los GEI generados a lo largo de la cadena de suministro por el uso de energía -en gran parte, CO2 de combustibles fósiles- ascendían en 2018 a más de 4 Gt de CO2 equivalente, lo que supone un aumento del 50 % desde 1990. En el estudio dirigido por la FAO también se realiza una caracterización de las emisiones a nivel nacional procedentes de la eliminación de residuos de alimentos, la mitad de las cuales son de metano, que alcanzaron en 2018 casi 1 Gt de CO2 equivalente a nivel mundial.
Qué hacer
La tendencia a la baja de los GEI relacionados con el cambio del uso de la tierra es alentadora, si bien pone de relieve la importancia de mantener, e incluso acelerar, los notables avances logrados en los últimos años, centrándose al mismo tiempo en el diseño de prácticas respetuosas con el clima a lo largo de toda la cadena de suministro de alimentos, incluyendo -según los autores- el papel fundamental que pueden desempeñar los hábitos alimenticios y las modalidades de consumo por las que se opte al influir en las actividades de producción del lado de la oferta.
La evaluación de los datos y las tendencias desde la perspectiva de los sistemas alimentarios apunta a algunas vías de actuación inmediata -como mejorar la eficiencia en el uso del nitrógeno en la producción agrícola y ganadera, reducir la eliminación de residuos sólidos de alimentos y optimizar el uso de la energía en las explotaciones agrícolas-, así como a la aceleración de los esfuerzos para mejorar la gestión de las tierras agrícolas protegiendo al mismo tiempo los ecosistemas naturales. También pone de manifiesto que el uso de la energía más allá de las explotaciones agrícolas se convertirá en un componente cada vez más destacado del total de las emisiones de GEI de los sistemas alimentarios en los próximos decenios, de modo que la reducción de GEI relacionada con la alimentación pueda beneficiarse de una perspectiva sistémica y de una planificación más amplia a nivel nacional.
«El objetivo consiste en contrarrestar las emisiones actuales de las tierras agrícolas con una eliminación considerable de carbono, sobre la base de una mejor ordenación territorial y una producción más eficiente, para así promover sistemas alimentarios neutrales respecto del carbono», afirma el Sr. Tubiello.
fao.org