- Los costos estimados de la adaptación al cambio climático en los países en desarrollo son de cinco a diez veces mayores que los fondos públicos destinados a este sector.
- Menos de un tercio de 66 países estudiados financiaron medidas para enfrentar los riesgos climáticos en sus planes de recuperación de la COVID-19.
- Más de 2.600 proyectos están centrados en la adaptación al cambio climático.
Nairobi, 4 de noviembre de 2021 – Un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), lanzado hoy, pide esfuerzos urgentes para aumentar los fondos y las acciones de adaptación a los crecientes impactos del cambio climático.
El Informe sobre la Brecha de Adaptación 2021: Una tormenta se está gestando, publicado durante la nueva ronda de negociaciones climáticas en Glasgow, destaca que, si bien las políticas y la planificación para la adaptación al cambio climático están creciendo, el financiamiento y la implementación aún están rezagados.
Además, el informe muestra que se está dejando pasar la oportunidad de utilizar la recuperación fiscal de la COVID-19 para priorizar el crecimiento económico sostenible que también ayudaría a las naciones a adaptarse a impactos climáticos como sequías, tormentas e incendios forestales.
«A medida que el mundo busca intensificar los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, también debe mejorar profundamente el desempeño para adaptarse al cambio climático», dijo Inger Andersen, directora Ejecutiva del PNUMA.
«Incluso si hoy se cierra el grifo de las emisiones, los impactos del cambio climático se mantendrían durante muchas décadas. Necesitamos un cambio radical en la ambición sobre la adaptación, para que la financiación y la implementación reduzcan de manera significativa los daños y pérdidas causados por el cambio climático. Y lo necesitamos ahora», añadió Andersen.
La financiación de la adaptación sigue siendo débil
Los compromisos actuales bajo el Acuerdo de París apuntan a que nos dirigimos a un aumento de la temperatura global de 2,7°C para fines de siglo. Incluso si el mundo limita ese calentamiento a 1,5°C o 2°C, como se describe en el acuerdo, muchos riesgos climáticos permanecerían. Si bien las acciones de mitigación son la mejor manera de reducir los impactos y los costos a largo plazo, es fundamental aumentar la ambición en la adaptación, en particular para la financiación y la implementación, con el fin de evitar que se amplíen las brechas existentes.
De acuerdo con el informe, los costos de la adaptación rondan un estimado de US$ 140.000-300.000 millones anuales de aquí a 2030 y serán de entre US$ 280.000 millones y US$ 500.000 millones por año para 2050, solo en los países en desarrollo. El financiamiento climático que fluye a los países en desarrollo para la planificación e implementación de la mitigación y la adaptación alcanzó los US$ 79,6.000 millones en 2019.
En general, los costos estimados para la adaptación en los países en desarrollo son de cinco a diez veces mayores que el volumen de financiación pública destinado a abordar el desafío, y esta brecha se está ampliando.
Recuperación de la COVID-19: una oportunidad que se pierde
Se han desplegado US$ 16,7 billones de estímulo fiscal en todo el mundo, pero solo una pequeña parte de este financiamiento se ha centrado en la adaptación al cambio climático. Menos de un tercio de 66 países estudiados hasta junio de 2021 habían financiado explícitamente medidas para abordar los riesgos climáticos como parte de su respuesta a la COVID-19.
Al mismo tiempo, el elevado costo del servicio de la deuda, combinado con la disminución de los ingresos públicos, puede obstaculizar a futuro el gasto público destinado a la adaptación, en particular en los países en desarrollo.
Progreso en la planificación y la implementación
Si bien la evidencia preliminar sugiere que el desarrollo de los planes nacionales de adaptación se ha visto interrumpido por la COVID-19, se está avanzando en las agendas nacionales de planificación para la adaptación.
Alrededor del 79% de los países han adoptado al menos un instrumento de planificación para la adaptación a nivel nacional, como un plan, una estrategia, una política o una ley. Esto supone un aumento del 7% desde 2020.
El 9% de los países que no cuenta con un instrumento de ese tipo está en proceso de desarrollar uno. Al menos el 65% de los países tiene uno o más planes sectoriales en vigor, y al menos el 26% tiene uno o más instrumentos de planificación subnacional.
Mientras tanto, la implementación de acciones para la adaptación continúa creciendo lentamente. Los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) revelan que los diez principales donantes financiaron más de 2.600 proyectos con un enfoque principal en la adaptación entre 2010 y 2019. Los proyectos también son cada vez más grandes, con un número creciente de iniciativas que atraen fondos de más de US$ 10 millones.
Se necesitan más medidas
A pesar de estos progresos, el informe concluye que se necesita una mayor ambición en la financiación y la implementación.
El mundo necesita aumentar la financiación pública de la adaptación a través de la inversión directa y facilitando la participación del sector privado. Se necesitan más acciones, y más fuertes, de implementación de la adaptación para evitar atrasarse en la gestión de los riesgos climáticos, particularmente en los países en desarrollo. El mundo también debe considerar los escenarios climáticos más extremos proyectados por el Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
El informe también señala que los gobiernos deberían usar la recuperación fiscal de la pandemia para priorizar las intervenciones que logren tanto el crecimiento económico como la resiliencia climática. Deben establecer enfoques integrados de gestión de riesgos y establecer marcos flexibles de financiación de desastres. Las economías avanzadas también deben ayudar a los países en desarrollo a liberar espacio fiscal para promover una recuperación de la COVID-19 ecológica y resiliente mediante condiciones favorables de financiación y un alivio sustantivo de la deuda.
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