A día de hoy, incluso desde un móvil, podemos conocer cuánto CO2 generamos y cómo compensarlo. Valorar el transporte o el alojamiento es el primer paso para iniciarnos en el ecoturismo, una de las posibles claves para revalorizar la España vacía. 

A pesar de ser un concepto cada vez más escuchado, muchas personas aún no tienen del todo claro qué es la huella de carbono y cómo podemos evitarla o compensarla para frenar, desde el ámbito individual, el cambio climático. Simplificando, se trata del impacto que generamos en el planeta, es decir, la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que produce el ser humano al realizar sus actividades diarias.

A nuestro alrededor todo tiene un precio medioambiental: desde acciones tan cotidianas como comprar alimentos o ducharnos, pasando por huellas mayores, como la que deja el transporte o los viajes. En todos sus ámbitos, el mundo parece dirigirse lentamente hacia un modelo sostenible basado la economía circular que, además de proteger el planeta, impulse la generación de recursos a su paso.

“El ecoturismo es la única forma de viajar que no destruye el entorno y nos permite conocer los espacios naturales de manera responsable, respetando su equilibrio y minimizando nuestro impacto ambiental”, afirma Amanda Guzmán, gerente de la Asociación de Ecoturismo de España.

Descubrir la forma de vida y las tradiciones de pequeñas poblaciones locales y disfrutar del aire libre y la naturaleza mientras protegemos el entorno no solo es posible, sino que es una de las tendencias al alza entre los amantes de los viajes. “Cuando hacemos ecoturismo no solo conocemos y disfrutamos los lugares que visitamos, sino que además protegemos sus valores naturales y culturales y favorecemos el desarrollo socioeconómico de su población local”, afirma la organización.

Un plus para la España vacía

Desde Lanzarote hasta las mariñas coruñesas, pasando por Menorca, el delta del Ebro o Sierra Nevada, las opciones que existen hoy en día para recorrer nuestra geografía de forma sostenible se cuentan por decenas para disfrutar de decenas de espacios protegidos a través de la cultura, la gastronomía, el senderismo o el agroturismo, entre otras actividades.

“En España tenemos una posición privilegiada, también dada por la posición biogeográfica del país: estamos en el sur de Europa, a caballo entre África y Europa, y esto nos coloca en una posición privilegiada, y también refleja el cuidado que se ha prestado a espacios naturales de montaña, sino también la atención que se ha dado a paisajes culturales, que en España son fundamentales”, afirmó Joana Barber, directora del Parque Natural Montseny, en Barcelona, durante el acto de presentación del informe Europarc 2020.

“En los últimos años se ha observado una mayor demanda del turismo rural, y es algo que debemos aprovechar porque es una oportunidad para reformar la España vaciada e impulsar este sector”, afirma Guzmán. “Entre sus grandes retos encontramos el mantenimiento de sus valores, que es lo que lo hace atractivo. Los espacios naturales no son compatibles con las aglomeraciones y el turismo de masas al que nos hemos acostumbrado en los últimos años”.

Mercados voluntarios de carbono

A día de hoy, cualquier viajero puede calcular la huella de carbono de sus escapadas para conocer la cantidad de CO2 emitido como consecuencia de sus desplazamientos. El ritmo y las formas de nuestro sistema actual hacen imposible evitar tener un impacto en el medio ambiente en la práctica totalidad de nuestras acciones, por pequeñas que sean. Pero es posible compensarlas.

Ahí es donde entra el llamado mercado voluntario de carbono, a través del cual cada persona puede comprar una cantidad de créditos de carbono proporcional a las toneladas emitidas para destinarlas a proyectos de reforestación o eficiencia energética.

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De este modo, durante la transición hacia la utilización de energías limpias y biocombustibles, estos parches son una manera de aliviar la presión ambiental ejercida por el sector de los viajes, que, según un reciente artículo publicado por la revista Nature, suma el 8 por ciento del CO2 global que el ser humano emite cada año a la atmósfera.

Entre las herramientas que ponen a nuestra disposición estos datos se encuentran CeroCO2Carbon FootprintCarbonoceroflight2fart.com o myclimate. Desde ellas es posible calcular, reducir y compensar nuestra huella. A través de su página web, una calculadora traduce nuestras noches de estancia en hotel o los kilómetros recorridos a toneladas de CO2 según hayamos viajado en avión, coche o tren.

Más conocimiento, más concienciación

Una de las grandes diferencias radica en el medio de transporte que utilicemos al desplazarnos. El avión es, de lejos, el transporte más contaminante, sobre todo en trayectos cortos, pues los momentos de mayor emisión de CO2 son el despegue y el aterrizaje. En 2019, un movimiento medioambiental llamado flygskam o «vergüenza de volar» instó a evitar los viajes en avión, algo que ha promovido que las empresas cada vez traten de ofrecer opciones menos impactantes a nivel medioambiental y ya no es raro ver avisos en portales de búsquedas de vuelos que avisen de cuáles provocarán un menor porcentaje de emisiones. Mientras, el tren lidera el listado de los medios más sostenibles. 

En cuanto a los coches, desde el tipo de vehículo hasta el modo de conducción puede aumentar o disminuir nuestra huella. Conducir un vehículo eléctrico o híbrido y desplazarnos con tranquilidad y sin grandes cambios de velocidad marca una gran diferencia. Para descubrir hasta qué punto, la Comisión Europea desarrolló la herramienta Green Driving Toolpara conseguir una conducción más eficiente.

El ecoturismo podría ser una pieza clave para cambiar la sociedad, según explica Guzmán, al poner en valor un sistema que enriquece el entorno en base a nuestra actividad, algo que hasta ahora siempre ha provocado el efecto contrario. Sin embargo, no solo el sector de los viajes ha logrado generar una mayor sensibilidad entre los viajeros. No es raro encontrar etiquetas en prendas de ropa que nos informan de su fabricación sostenible, o avisos en el envoltorio de los productos que nos avisan de que han implicado un menor porcentaje de emisiones.

La opinión pública al respecto crece y exige opciones que pongan al alcance de todos la elección de elegir acciones más sostenibles. También la hostelería, la energía o la producción están indagando cada vez más en el coste medioambiental de los servicios que ofrecen y las empresas van, poco a poco, subiéndose al carro de la disminución y la compensación.

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