En todos los partidos de fútbol hay pequeños momentos que explican por qué el marcador muestra el resultado que muestra. No siempre tiene que ser un tiro a puerta o un regate brillante. En el minuto 29 del partido en Bielefeld, Joshua Kimmich recibió un golpe de lleno en la cabeza tras un choque con un adversario cerca del círculo central. Derribado, peor no noqueado. A los dos segundos, nuestro número seis ya estaba de pie, se frotó la cara y el pelo y siguió corriendo, hacia el área del Bielefeld, por supuesto.
En ese momento, el FC Bayern ganaba 0-1, aunque, como dijo Julian Nagelsmann tras el partido, «después de los primeros 15 minutos deberíamos ir ganando 0-4».
Toda la gama de pases
Según el entrenador, el plan de partido del FCB era «meterse detrás de la línea defensiva a través de las bandas». Eso funcionó bien. Funcionó tan bien porque Kimmich no sólo luchó, avisó y, con doce kilómetros, corrió más que todos los demás jugadores, sino que también mostró toda su gama de habilidades para el pase: desplazamientos en largo desde su propio campo, pases inteligentes fuera del área o elegantes asistencias desde el último tercio del campo. Los destinatarios en su mayoría: Alphonso Davies, que en el minuto 12 envió el balón con tanta fuerza desde la izquierda que el Bielefeld sólo pudo despejar en propia meta ante la amenaza de Robert Lewandowski. Y: Serge Gnabry, que lanzó con todo para conectar con el excelente pase de Kimmich en el minuto 7 del tiempo añadido en la primera mitad.
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La decepción se convierte en energía
Cuando Kimmich acudió a la entrevista después de la convincente victoria y de su, una vez más, buena actuación en la Bundesliga -ya suma siete asistencias en la segunda mitad de la temporada, sólo Nkunku, del Leipzig, tiene esa cantidad- apenas habló de los 100 minutos que acababan de transcurrir. «Sinceramente», comenzó, «todavía está rondando en mi cabeza la elminiación de Champions. Es difícil procesar que hayamos perdido esa oportunidad». Pero nunca hay que darse por vencido. Kimmich dijo: «Queremos ganar todos los partidos». No se permitió a sí mismo ni a sus aficionados ni un gesto sonriente.
En el fútbol europeo se habla mucho últimamente de los aficionados que convierten un partido fuera de casa en un partido como local. Los muniqueses lo consiguieron, convirtiendo Bielefeld en territorio bávaro. Los cánticos de los aficionados del Bayern resonaron en todo el estadio, especialmente en el furioso cuarto de hora inicial: «Sólo el FCB será campeón de Alemania». Ya el martes, el equipo y la Südkurve se aplaudieron mutuamente con gratitud y respeto tras el partido contra el Villareal: Porque todo el mundo lo ha dado todo, porque sólo se puede continuar juntos.
En la segunda parte, el FC Bayern bajó un poco el ritmo y controló el partido, pero Jamal Musiala demostró el hambre que tiene el equipo cuando entró de suplente en el minuto 61 e incluso daba la sensación de que el equipo tenía que remontar un marcador adverso. En el minuto 85, primero se hizo con el balón en la línea de medio campo, cambió de lado y empezó a correr; unos segundos después, clavó el balón en la escuadra para hacer el 0-3.
Con la victoria en Bielefeld, el FC Bayern tiene ahora la oportunidad de decidir la liga con una victoria en casa el próximo sábado. «Conseguir el campeonato en casa contra el Dortmund», dijo también Kimmich, «sería algo muy especial». Nagelsmann calificó el matchball por el título en Der Klassiker como «una bonita coincidencia que no ocurre a menudo». 75.000 espectadores estarán en el Allianz Arena. Con la esperanza, con la fe de que al final del partido no se aplaudirán porque lo habrán dado todo sobre el terreno de juego, sino que animarán porque se habrá hecho historia juntos.
fcbayern.com