Hasta un 75 por ciento de las personas podrían enfrentarse a olas de calor mortales para el año 2100. Pero, en ocasiones, distinguir estos episodios de temperaturas anormalmente altas no es tarea fácil.
Los turistas se bañan en Cala Macarelleta, en la costa menorquina de las Islas Baleares.
El 2022 parece haber adelantado la temporada de olas de calor más de la cuenta en el hemisferio norte. A mediados de mayo ya se habían vivido episodios de intenso calor en India o Pakistán, y también en España, donde las altas temperaturas del pasado junio rozaron, aún durante la primavera, los 40 grados en numerosas zonas del país.
Incendios forestales como el que sufrió Zamora, que provocaron miles de personas evacuadas y una tremenda huella ecológica son tan solo la parte visible de las implacables consecuencias que dejan tras de sí las temperaturas extremas, que azotan cada vez más a medida que el calentamiento global avanza.
El año pasado, en el mes de agosto, la estación meteorológica de Montoro, en Córdoba, alcanzó el máximo histórico de temperaturas registrado en España con 47,4 ºC. Menos de un año después, en mayo 2022, la AEMET ya anunciaba la primera gran ola de calor para el último fin de semana de mayo, con temperaturas superando los 40ºC en Córdoba.
Pero, ¿qué es exactamente una ola de calor? En los últimos años, este fenómeno se ha colado en nuestros medios de comunicación y redes sociales con generosa frecuencia de la mano de las altas temperaturas de la época estival. Sin embargo, no es solo la temperatura el factor determinante: la duración de la ola de calor y el número de comunidades afectadas es clave para considerar un fenómeno de altas temperaturas como ola de calor.
¿Cómo identificar una ola de calor?
Los expertos afirman que los eventos extremos son la nueva norma. Pero, ¿cómo podemos valorar qué porcentaje de estos fenómenos meteorológicos entran dentro de la normalidad de las fluctuaciones del clima y cuáles, sin embargo, son una amenaza causada por el cambio climático?
“Cuando hablamos de clima, de grandes tendencias, las medimos en períodos de 30 años, porque un único año es muy equívoco, ya que hay mucha variabilidad natural en el clima mediterráneo”, explica el investigador del CREAF Josep Peñuelas.
“Si a esa variabilidad natural le sumamos la pauta global del cambio climático y el efecto de los gases de efecto invernadero, la base va subiendo y por tanto la variabilidad natural nos puede llevar a los fenómenos extremos, que son los que más nos preocupan, como sequías muy largas o precipitaciones que dan lugar a inundaciones u olas de calor”.
Por tanto, uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos al hablar de olas de calor, es que según afirma la Aemet, es que no existe una definición única y precisa del término. “Sabemos que se trata de episodios de temperaturas anormalmente altas, que se mantienen varios días y afectan a una parte importante de nuestra geografía”.
Pero ¿qué valor tienen que alcanzar las temperaturas para poder considerarse ola de calor? ¿O cuántos días tienen que mantenerse?
Según la Aemet, se trata de un episodio de al menos tres días consecutivos, en el que, como mínimo, el 10 por ciento de las estaciones consideradas registran máximas por encima del percentil del 95 por ciento de su serie de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000.
Los tres factores que determinan la intensidad de una ola de calor son, por tanto, las temperaturas alcanzadas, su duración y el territorio al que afecte.
Aumento de temperaturas máximas
Este mayor número de episodios de temperaturas máximas va de la mano del aumento de la temperatura media en el planeta. “En las series de temperaturas, el desplazamiento del promedio hacia valores más altos conlleva también que los valores extremos sean más elevados”, explica Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Tal y como afirma el Informe sobre el estado del clima de España 2021, “desde los años 80, cada nuevo decenio ha sido más cálido que el anterior”. El informe destaca que los siete años más cálidos se han dado desde 2015, y los tres primeros lugares de la clasificación corresponden a 2016, 2019 y 2020. En lo que respecta al año 2021, los episodios de La Niñaocurridos entre 2020 y 2022 han supuesto la reducción transitoria del incremento de las temperaturas medias mundiales.
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En nuestro país, 32 millones de personas ya se han visto afectadas por las consecuencias del cambio climático, según datos del informe Efectos del cambio climático en España de la Aemet, que reveló las consecuencias del impacto del cambio climático en los últimos 40 años de nuestro país.
“Un análisis de la evolución temporal de temperatura media del verano desde el año 1971 respecto del periodo de referencia 1971-2000 revela un aumento, tanto en frecuencia como en intensidad, de las anomalías cálidas en las últimas décadas en todo el país. Los datos son, por tanto, consistentes con la percepción de que en verano cada vez hace más calor en toda España”, afirma el estudio.
“El ascenso de la temperatura es especialmente intenso durante la última década, un dato consistente con el hecho de que los años más cálidos se hayan registrado en su mayoría en el siglo XXI. A esto añadimos que una gran parte de los extremos históricos de temperaturas máximas se están concentrando en el último decenio”.
Las “islas de calor” en las urbes
Además de la dificultad de distinguir un episodio de ola de calor de las temperaturas comúnmente altas de la época estival, las ciudades presentan otro hándicap que dificulta este proceso: las llamadas islas de calor.
A plena luz del sol, el asfalto puede alcanzar incluso los 75 ºC en los días de más calor, mientras el césped o la vegetación apenas pasa los 40ºC. «Esos materiales cogen el calor y lo sueltan. El aire se calienta porque el calor no escapa. Como un efecto invernadero», explicaAna Casals, portavoz de Aemet.
Por tanto, se trata de una “anomalía térmica positiva en el centro de las ciudades en relación con la periferia”, que “provoca un plus térmico nocturno que eleva las temperaturas mínimas, de forma especialmente relevante durante las olas de calor”, señala Aemet.
“En un contexto de cambio climático creciente, el efecto de la ‘isla de calor’ se ve amplificado, como puede observarse al analizar la evolución de noches cálidas en Madrid”.
Estos datos sitúan las grandes ciudades y la costa mediterránea entre los entornos más especialmente vulnerables al cambio climático, que provocará un clima extremo, sequías, gotas frías, hambrunas y fuertes tormentas, según alertaba el pasado año un informe publicado en Nature Climate Change.
Olas de calor mortales para 2100
Otro estudio publicado en 2017 advirtió que hasta un 75 por ciento de los habitantes del planeta podrían enfrentarse a olas de calor mortales para el año 2100 si las emisiones de carbono no disminuyen. Sin fuertes reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero, como el CO2, hasta tres de cada cuatro personas podrían morir por el calor para el año 2100.
Sin embargo, incluso logrando algunas reducciones, una de cada dos personas a finales de siglo probablemente tendrá que enfrentarse a al menos 20 días de calor extremo que puede resultar mortal, según el análisis publicado en Nature Climate Change.
“Incluso en un escenario de muy bajas emisiones, probablemente el calentamiento global se sitúe entre 1 y 1,8ºC, pero según el IPCC, si se logra reducir las emisiones un 45 por ciento en torno a 2030 y existe la neutralidad de carbono a mediados de siglo, podremos detener el calentamiento en torno a 1,5ºC para la segunda mitad del siglo XXI, lo que tendría efectos menos nocivos que un calentamiento mayor”, afirma del Campo. “El daño ya está hecho, pero podemos limitarlo”.
nationalgeographic.com