No hay cuentas ni opciones remotas que logren rescatar o maquillar la pésima campaña de la mayoría de este grupo de jugadores, que no han dado resultados con ninguna táctica ni técnico. 

Ya no hay nada qué hacer en el semestre y con varios de los futbolistas, que no son dignos de llevar la camiseta rojiblanca. Aunque todavía quedan dos partidos de estos oscuros cuadrangulares semifinales, en los que solo se ha logrado sumar un punto de 12 posibles, hay que pasar la escoba a la nómina y pensar en el 2023.

Arturo Reyes, que debutaba anoche en su segundo ciclo como DT rojiblanco, debe enfocarse en depurar la plantilla y armar un equipo que se reconcilie con la afición. La relación del plantel actual con la hinchada se encuentra totalmente resquebrajada. Seguir apostando por la mayoría de este grupo de jugadores no sería la mejor apuesta. 

En un partido de bajo nivel, a pesar del gran número de goles, ‘el León’ se terminó llevando los tres puntos. Fue el menos malo de la noche.

Los primeros 20 minutos del juego resultaron un verdadero bodrio, un total suplicio. Jugaban como dos equipos eliminados, excesivamente limitados y erráticos. Sin ton ni son. 

Ni el uno ni el otro. Ambos se estancaban en su falta de habilidad y claridad para aprovechar las constantes pifias defensivas que se ofrecían mutuamente en medio de una cancha difícil por el aguacerazo que cayó en el Metropolitano 40 minutos antes del juego.

Pero más allá del estado de la cancha, la cual fue secando sus charcos con el paso de los minutos, la realidad es que había un par de equipos desaliñados y dando muchas ventajas.

Después de esos primeros 20 minutos para el olvido, el juego ganó en emoción con jugadas de ida y vuelta más producto de imprecisiones y descuidos propios que por méritos del rival. Las dos escuadras fallaban.

A Sambueza le costó conectarse con el partido, Yesus trataba de elaborar jugadas sin suerte y Didier corría y recuperaba, como siempre, pero sin la ductilidad y exactitud para entregar. Los intentos de Bacca y los arrancones de Pajoy por izquierda, con la complicidad en ocasiones de Giraldo, que jugó como lateral derecho, dieron algunas luces muy tenues.

José Enamorado, por derecha, fue el que más problemas dio al local superando a César Haydar, que se desempeñó como lateral izquierdo. Sus escapadas por la banda abrieron posibilidades a Santa Fe ante una zaga rojiblanca bastante titubeante.

En el segundo tiempo, el juego parecía seguir en la misma tónica, pero el gol de Andrey Estupiñán pellizcó a Junior.

Reyes, en medio del rechazo de la afición, metió a Esparragoza en lugar de Sambueza, y el volante barranquillero, contrario a lo que se esperaba, mejoró el accionar local. Mucho más después del impulso anímico que significaron los goles de Bacca con los cuales se les dio vuelta al marcador. 

El goleador apareció y demostró una vez más que su olfato goleador sigue intacto y completó nueve tantos en el semestre. 

La escasa gente que acudió a las tribunas del ‘Metro’, se emocionó y se ilusionó con el triunfo. Pero cuando el tercero de los ‘Tiburones’ lucía más cercano, Santa Fe aprovechó uno de los tantos descuidos de la zaga y logró el empate. 

Ahí se acabó todo para Junior. Los cardenales se entusiasmaron, arriesgaron y como pudieron buscaron el gol de la victoria, que apareció a través de un penalti claro que le cometieron a Mosquera y que ejecutó Matías Mier en medio de los abucheos y ‘matoneo’ de los aficionados (por eso su gesto en el festejo). El árbitro Carlos Betancur, minutos antes, había ignorado otra falta penal de Ortiz sobre Enamorado. 

Santa Fe, sin ser un dechado de virtudes, se llevó un triunfo ante este Junior desinflado e impresentable que requiere urgentemente una poda general. A pasar la tijera y la escoba.

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