Ni los niños ni los borrachos: si hay algo que siempre dice la verdad, ésa es la contrarreloj individual de la tercera semana de una gran vuelta. Se prepara, por supuesto. Es el arte de la técnica: la bicicleta medida al milímetro, la posición adaptada con mimo, la ropa ajustada al cuerpo con artesana devoción. Sin embargo, en el momento decisivo, hablan las piernas. Más todavía a estas alturas de carrera… ¡y qué carrera está siendo este Tour!
La crono entre Passy y Combloux está trazada sobre verticales. Lo exige el terreno, ya que en los Alpes es muy difícil hallar la horizontalidad más que en las autovías y en los hoteles. En sólo 22,4 kilómetros se ubican dos cotas: la Cascade de Coeur y Domancy. Competimos por un terreno de leyenda: esta última fue el punto culminante del histórico Campeonato del Mundo de Sallanches 1980, donde Bernard Hinault se adueñó del único maillot arcoíris de su prolija vida deportiva. Tadej Pogačar y Jonas Vingegaard son quienes más se juegan en esta contrarreloj, y en este Tour; son también los más fuertes, y unos dignos especialistas. Son, por todo, los grandes favoritos y el centro de atención. Aspiran a hacer historia donde antes la hizo el Tejón. Aspiran a proclamar su verdad, y que ésta sea la que desean. Para los espectadores, eso sí, nada sería más espectacular que un empate que prolongara unos días más esta dulce incógnita.
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