Gold miners walk down from the Luhihi mine in South Kivu province in eastern Democratic Republic of Congo on May 13, 2023. According to numerous expert reports, the vast majority of gold from eastern DRC is illegally exported to neighboring countries, mainly Rwanda and Uganda, and feeds armed groups and traffickers. To curb this phenomenon, the DRC and the United Arab Emirates created in December 2022 a joint venture, Primera Gold, to regain control of the artisanal gold circuit in the eastern province of South Kivu. The Luhihi gold mine is one of Primera Gold's suppliers. (Photo by ALEXIS HUGUET / AFP)

Se calcula que en la región existen más de 100 grupos armados con intereses diversos, muchas veces encontrados, los cuales constituyen una dificultad mayor en todo intento de pacificación, en el cual los problemas de fondo son: la lucha por el control geopolítico de la zona, los esfuerzos por hacerse de un capital político que asegure apoyo entre la población, y la lucha por tener una tajada de los recursos del país, especialmente de minerales como el coltán.

Beatriz Escobar Cristiani | Profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Mineros de oro bajan de la mina Luhihi en la provincia de Kivu del Sur, en el este de la República Democrática del Congo. Según informes la gran mayoría del oro del este se exporta ilegalmente a países vecinos, principalmente Ruanda y Uganda. Fuente: Alexis Huguet / AFPMineros de oro bajan de la mina Luhihi en la provincia de Kivu del Sur, en el este de la República Democrática del Congo. Según informes la gran mayoría del oro del este se exporta ilegalmente a países vecinos, principalmente Ruanda y Uganda. Fuente: Alexis Huguet / AFP

En los últimos meses el conflicto en la República Democrática del Congo (antes Zaire) ha entrado nuevamente a los titulares de distintos medios debido al escalamiento de la violencia en el oriente del país. El enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC) y el grupo M23, que ha sido el eje de la atención en esta etapa, constituye el episodio más reciente en un escenario caracterizado por recurrir a la violencia de manera incesante.

Desde hace décadas la presencia de una serie de grupos armados que se disputan el control de territorios y sus recursos ha sido una constante. Esta situación solo se puede entender considerando cómo se ha desarrollado el país económica, política y socialmente a lo largo de su historia. También hay que tener en cuenta su posición estratégica y el complejo entramado de intereses locales, regionales e internacionales en la zona durante mucho tiempo.

La presencia colonial europea dejó consecuencias que aún persisten en la región

Una parte del conflicto actual deriva de los patrones de violencia política que caracterizaron la presencia belga a partir del siglo XIX. El uso de la fuerza –ejercida con frecuencia de una forma totalmente cruda– se convirtió en la vía privilegiada para garantizar la explotación de recursos congoleses como el caucho. Esto afectó profundamente la vida y las formas de organización de los pueblos de la zona. “Dividir para vencer” se convirtió en la herramienta favorita del poder colonial, y en los años posteriores las divisiones no se resolvieron por completo.

Los patrones de violencia y explotación heredados de esa época se replicaron en el periodo posterior a la independencia debido a los intereses tanto de las élites locales como de actores externos que deseaban participar en la explotación de los recursos congoleses.

Muestra clara de ello fue el asesinato en 1961 del héroe de la independencia y primer ministro congolés Patrice Lumumba, que involucró a actores congoleses y a países como Bélgica y Estados Unidos. Después del asesinato de Lumumba las élites políticas del país siguieron utilizando la fuerza sobre la población como un medio para imponer su autoridad.

Así, el régimen dictatorial de Mobutu Sese Seko (presidente entre 1965 y 1997) se volvió conocido por reprimir con mano férrea las muestras de disidencia en beneficio de una pequeña élite que controlaba el país y en alianza con actores extranjeros deseosos de continuar explotando los recursos congoleses. Mobutu pudo hacerle frente al descontento popular gracias al apoyo que Estados Unidos le ofreció durante los años de la Guerra Fría.

El fin del enfrentamiento bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética alteró el equilibrio favorable a Mobutu

Igualmente, a mediados de la década de 1990 la R.D. Congo se vio sacudida por los acontecimientos de la vecina Ruanda. Como resultado del genocidio en ese país, miles de ruandeses, sobre todo de origen hutu, se desplazaron hacia el Congo en busca de un lugar más seguro, y allí se unieron a una población de origen tutsi que llevaba ya algún tiempo en la región.

Muchos de los grupos que operaron en el contexto de la guerra siguen siendo actores protagonistas en el escenario que hoy alcanza un nuevo pico de violencia. Fuente: John Wessels / AFPMuchos de los grupos que operaron en el contexto de la guerra siguen siendo actores protagonistas en el escenario que hoy alcanza un nuevo pico de violencia. Fuente: John Wessels / AFP

Esta composición demográfica en la parte oriental de la R.D. Congo se convirtió en una fuente de preocupación para el Gobierno ruandés establecido después del genocidio. Por lo tanto, los intentos por incidir en el equilibrio local de poder se fueron haciendo cada vez más evidentes. Fue en este contexto que Laurent Kabila pudo tomar el poder que hasta entonces había ostentado Mobutu.

Lejos de ser un ingrediente para la solución del conflicto, con el cambio de poder se inició una guerra civil de desastrosas consecuencias para el país, a la cual siguió una nueva guerra. Distintos actores africanos –como Angola, Zambia, e incluso Libia– intervinieron, preocupados por cuestiones estratégicas o deseosos de controlar una parte de los recursos mineros congoleses.

Muchos de los grupos que operaron en el contexto de la guerra siguen siendo actores protagonistas en el escenario que hoy alcanza un nuevo pico de violencia. Las milicias se han transformado con la disolución o con el surgimiento de nuevos grupos armados. Se calcula que en la región existen más de 100 grupos armados.

Esta proliferación de grupos con intereses diversos, muchas veces encontrados, constituye una dificultad mayor en todo intento de pacificación. Además, los esfuerzos realizados no han conseguido cambiar la situación de fondo: la lucha por el control geopolítico de la zona, los esfuerzos por hacerse de un capital político que asegure apoyo entre la población, y la lucha por asegurar una tajada de los recursos del país, principalmente minerales.

En este complicado escenario no resulta sorprendente el ascenso de un grupo como el M23, heredero del grupo rebelde Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP), que depuso las armas el 23 de marzo de 2009. Tres años más tarde, en 2012, una facción del CNDP se convirtió en el M23 y retomó las armas para “defender” los intereses de las minorías tutsis en el Congo, que según el propio grupo estarían amenazadas por las milicias de origen hutu y por la incapacidad del Estado congolés para protegerlas. Más allá de estas consideraciones, las poblaciones locales se han visto fuertemente afectadas por las agresiones del M23.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras fuentes han acusado de manera reiterada a Ruanda de apoyar al M23, acusación que Ruanda siempre ha negado. En todo caso, los intereses geopolíticos de ese país son evidentes, al igual que los beneficios económicos que obtiene del comercio de minerales como el coltán proveniente de la R.D.Congo. Sin embargo, Ruanda no es el único beneficiario de la explotación del coltán. No es casual que el conflicto haya escalado de manera importante a inicios del siglo XXI, en coincidencia con el crecimiento de la producción de celulares y computadoras por parte de grandes transnacionales.

Aunque durante un tiempo la provincia de Kivu –al este del país– pareció estar fuera del radar gubernamental, el actual presidente, Felix Tshisekedi, asumió como uno de sus compromisos mejorar la seguridad, y particularmente buscar una solución para el conflicto en el este del país, y por ello emprendió una campaña militar contra el M23.

Desafortunadamente las FARDC también han cometido abusos contra la población local, amparándose en la necesidad de combatir a los grupos rebeldes. La impunidad de la que gozan las fuerzas armadas congolesas es un ingrediente muy importante del clima de violencia en la región.

Por último, otro actor que en cierta medida se ha convertido en parte del problema es la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo, conocida como Monusco. Se trata de la misión más grande y costosa del mundo, pero sus resultados distan de estar en concordancia con la inversión que ha significado.

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