Resumen
En el ecuador de la aplicación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (Agenda 2030), los últimos datos indican que la mayoría de las metas de los ODS relacionadas con la alimentación y la agricultura están aún lejos de alcanzarse. Los efectos persistentes de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), junto con otras crisis como el cambio climático y los conflictos armados, están teniendo repercusiones generalizadas en todas las dimensiones de la Agenda 2030, como la pobreza, la seguridad alimentaria y la nutrición, la salud y el medio ambiente. Los progresos realizados en los dos últimos decenios se han estancado, y en algunos casos incluso se han revertido, agravando los desafíos para erradicar la pobreza y el hambre, mejorar la salud y la nutrición, y combatir el cambio climático.
Según las últimas estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las cifras relativas al hambre en el mundo para 2022 se sitúan entre 691 y 783 millones de personas. Estas estimaciones revelan que, desde 2015, el aumento del número de personas subalimentadas en el mundo ha mermado prácticamente todos los progresos que se habían logrado durante el decenio anterior. Además, la inseguridad alimentaria ha aumentado de forma significativa, pasando del 25,3 % de la población mundial en 2019 al 29,6 % en 2022. Si bien la prevalencia de la inseguridad alimentaria grave a nivel mundial mostró un descenso marginal del 11,7 % en 2021 al 11,3 % en 2022, sigue estando muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia, lo que equivale a 180 millones de personas más, en comparación con 2019.
Los indicadores centrados en la malnutrición presentan un panorama desigual. Aunque el retraso del crecimiento ha descendido del 26,3 % en 2012 al 22,3 % en 2022, el ritmo de reducción no es ni de lejos suficiente para alcanzar la meta mundial. En 2022, el 6,8 % de los niños menores de cinco años padecía emaciación, mientras que la prevalencia de niños con sobrepeso, determinada en un 5,6 %, se ha estancado en el último decenio, lo que exige mayores esfuerzos para alcanzar la meta de 2030. Del mismo modo, la prevalencia de la anemia en las mujeres —un factor de riesgo en cuanto a resultados maternos y perinatales adversos— no ha mejorado entre 2015 y 2019, último año en que se disponía de datos.
Aunque el gasto público en agricultura, una de las principales fuentes de inversión en el sector, ha aumentado en términos nominales, el índice de orientación agrícola ha disminuido entre 2015 y 2021. Por otra parte, las subvenciones a las exportaciones agrícolas, fuente de distorsiones del mercado, han disminuido constantemente en los dos últimos decenios hasta alcanzar niveles insignificantes en 2021. Se han producido algunas mejoras con respecto a los precios de los alimentos a nivel mundial. En 2021, la proporción de países que se enfrentaban a precios de los alimentos entre moderada e inusualmente altos era del 21,5 %, por debajo del máximo histórico del 48 % registrado en 2020. Sin embargo, esta cifra sigue estando por encima de la media de 2015-19 (esto es, un 15,2 %), lo que refleja los continuos aumentos de los precios de los alimentos, respaldados principalmente por los elevados costos de producción y transporte debido al encarecimiento de los fertilizantes y la energía.
Los pequeños agricultores del mundo producen alrededor de un tercio de los alimentos del mundo, lo que contribuye notablemente a los sistemas agroalimentarios y a las economías de todo el mundo. Sin embargo, la productividad de la mano de obra sigue estando a la zaga de la de los productores a mayor escala, con diferencias más acentuadas en países con ingresos más altos. En el 90 % de los países que presentaron información, los productores de alimentos en pequeña escala también presentan unos ingresos anuales medios inferiores a la mitad de los de los productores de alimentos a gran escala. Las disparidades también persisten en el ámbito de la propiedad de la tierra. En un tercio de los países evaluados, menos del 50 % de las mujeres y los hombres que trabajan en la agricultura poseen derechos de propiedad o derechos seguros de tenencia de las tierras agrícolas. Entre los propietarios de tierras, la proporción de hombres propietarios es al menos el doble que la de mujeres en casi la mitad de los países. De los 71 países que presentaron informes sobre el nivel de protección jurídica de los derechos de las mujeres a la tierra (no solo a las tierras agrícolas), cerca del 60 % no tienen ningún nivel de protección de los derechos de las mujeres a la tierra en la ley, o el nivel es muy bajo o bajo.
En cuanto a los indicadores que miden la dimensión medioambiental de la alimentación y la agricultura, los progresos siguen siendo lentos y desiguales en las distintas regiones geográficas. En la actualidad, el mundo dista mucho de mantener la diversidad genética de los recursos genéticos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura, ya sea sobre el terreno o en bancos de germoplasma. Del mismo modo, a pesar de su contribución a la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, las poblaciones mundiales de peces están amenazadas por la sobrepesca, la contaminación, la mala gestión y otros factores, incluida la pesca ilegal, con más de un tercio (35,4 %) de las poblaciones mundiales sobreexplotadas en 2019. La proporción de la contribución de la pesca sostenible al producto interno bruto (PIB) mundial disminuyó por debajo del 0,1 % en 2019. Por otro lado, muchos países han demostrado que la aplicación de medidas eficaces de ordenación de la pesca está teniendo efectos positivos en las poblaciones de peces y, como consecuencia, está aumentando la proporción de desembarques procedentes de poblaciones biológicamente sostenibles. A finales de 2022, el Acuerdo sobre medidas del Estado rector del puerto destinadas a prevenir, desalentar y eliminar la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (pesca INDNR) incluyó a 74 Partes (además de la Unión Europea) o, lo que es lo mismo, 100 Estados.
Las pérdidas agrícolas atribuidas directamente a los desastres naturales, que están aumentando tanto en frecuencia como en intensidad, ascendieron a 19 300 millones de dólares estadounidenses (en adelante, USD) en 2021, según datos de 22 países. El porcentaje de alimentos que se pierden tras la cosecha en la explotación agrícola y en las etapas de transporte, almacenamiento, venta al por mayor y elaboración se estima en un 13,2 % a nivel mundial en 2021, frente al 13 % de 2016. Estos porcentajes enmascaran mejoras y deterioros a nivel regional y subregional, ya que las estimaciones varían mucho entre las (sub)regiones. Del mismo modo, aunque el nivel de estrés hídrico mundial se mantuvo en un seguro 18,2 % en 2020, esta cifra oculta grandes variaciones regionales, con ciertas regiones que experimentan niveles elevados o incluso críticos de estrés hídrico. Mientras tanto, la eficiencia en el uso del agua se situó en 18,9 USD/m3 en 2020 en todo el mundo, lo que denota un aumento en comparación con 2015, pero un ligero descenso en comparación con la eficiencia de 19,4 USD/m3 alcanzada en 2019.
Los bosques proporcionan bienes vitales y servicios ecosistémicos y son cruciales para mitigar el cambio climático. Aunque la superficie forestal del mundo sigue disminuyendo, el ritmo de descenso se ha ralentizado en comparación con decenios anteriores, pasando del 31,9 % en 2000 al 31,2 % en 2020. Al mismo tiempo, el mundo sigue realizando algunos progresos en relación con la gestión forestal sostenible. Entre 2010 y 2020, las proporciones relativas a bosques sometidos a sistemas de certificación, bosques en zonas protegidas y bosques sometidos a un plan de gestión a largo plazo aumentaron a nivel mundial. Sin embargo, la degradación de la tierra sigue siendo una gran preocupación, ya que el mundo ha perdido al menos 100 millones de hectáreas de tierra sana y productiva cada año entre 2015 y 2019.
Los ecosistemas de montaña son centros cruciales de biodiversidad que se ven fácilmente afectados por factores tanto naturales como antropogénicos. Mientras que la cubierta vegetal de las montañas del mundo se mantiene más o menos estable en torno al 78 %, con una ligera disminución desde 2015, los cambios perjudiciales en la cobertura del suelo durante el período 2000-2018 representan en torno al 1,6 % de la superficie montañosa total del mundo.
Es esencial mejorar la capacidad de los datos para poder progresar en las dimensiones social, económica y medioambiental mencionadas anteriormente. A pesar de los grandes esfuerzos realizados para crear sistemas estadísticos y de datos más sólidos que permitan el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, siguen existiendo importantes deficiencias en los datos. Sin datos completos, desglosados, oportunos y fiables, es difícil medir eficazmente el ritmo de los progresos realizados en las distintas regiones y grupos socioeconómicos, y dirigir los esfuerzos y las inversiones donde sea necesario. Unos sistemas de datos sólidos son esenciales para formular políticas basadas en datos comprobados, anticiparse a las necesidades futuras y diseñar las medidas urgentes necesarias para cumplir la Agenda 2030.
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