Caty Arévalo. Valdivia (Chile), 11 ago (EFEverde).- El guardaparques Danilo González recuerda varias semanas seguidas sin ver el sol, con el cielo cubierto de negro a causa del humo del fuego quemaba uno de los bosques nativos más antiguos y ricos en biodiversidad del planeta, la hoy Reserva Costera Valdiviana, en la región chilena de Los Ríos.
Una empresa maderera privada quemó hasta finales de los ochenta este bosque milenario, casi 900 kilómetros al sur de Santiago de Chile, para sustituirlo por el más rentable eucalipto.
Su quiebra y el apoyo de dos ONG, WWF y The Nature Conservacy (TNC), permitió a los más de seiscientos habitantes de comunidades locales de Huiro, Chaihuin, Huape, Palo Nuevo, y Los Leales, entre ellos a González, “ver la luz” para descubrir que vivían en un lugar de riqueza natural única y que en su preservación yacía la base de su desarrollo económico.
Cuando los conservacionistas llegaron a la zona, hace más de una década, los habitantes nativos desconocían que vivían junto a árboles milenarios, los alerces, algunos de ellos de más de 2.000 años de antigüedad, que requieren unos 35 pasos de una persona adulta para rodearles.
Especies emblemáticas
Tampoco que poseían especies tan emblemáticas como el monito de Darwin, pumas, pudúes, güiñas, torcazas, monitos del monte, huilliches, quiques, comadrejitas trompudas, cisnes coscoroba, cóndores, o pájaros carpinteros negros “porque los privados no les dejaban entrar a la reserva”, explica a Efe Liliana Pezoa, coordinadora de conservación deTNC en este espacio natural.
Esta ONG compró los terrenos de la maderera cuando salieron a subasta pública en el año 2003 por valor de más de 20,4 millones de dólares -más tarde aceptó el dinero minera BHP Billiton para pagar su endeudamiento-, y hoy día ha logrado tornar lo que hubiera sido un bosque destruido en uno de los mayores sumideros de carbono del planeta.
De sus 50.200 hectáreas, TNC ha validado ya 1.273 en bonos de carbono a través del sistema VCS (las siglas en inglés de Verified Carbon Standard) que han adquirido cuatro empresas internacionales para neutralizar las emisiones que produce su actividad.
La Universidad Austral de Chile ha sido la encargada de cuantificar las emisiones que absorbe ese bosque nativo y maduro para que TNC las pueda intercambiar para neutralizar los humos que genera la actividad de, por ejemplo, una compañía que organiza viajes a la Antártida.
TNC continúa trabajando en la certificación como sumidero de carbono del resto de hectáreas salpicadas por árboles milenarios, 30.000 de ellas aún intocables por el hombre.
El dinero logrado se destina a conservar y a mejorar el conocimiento de este bosque, que cae hacia un mar que cobija ballenas azules, pingüinos de Magallanes, delfines australes o leones marinos a lo largo de 37 kilómetros de franja costera.
Algunos de sus habitantes, como Danilo González, ya son guardaparques de la Reserva y se encargan de conducir a turistas e investigadores por los laberínticos y mágicos senderos de este espeso bosque que conducen a los majestuosos alerces.
Pertenecientes a la segunda familia de árboles más longevos del mundo, que llegan a vivir 3.600 años, los alerces de la Reserva llegan a medir más de cinco metros de diámetro y más de 50 de altura.
Otros miembros de las comunidades locales trabajan junto a los conservacionistas en la restitución de las 3.600 hectáreas de la reserva que todavía conservan plantaciones de eucalipto por 2,5 millones de árboles nativos.