Un proyecto de la ONU crea sistemas de aprovechamiento de agua de lluvia, que ayudan a garantizar el acceso al agua potable en el norte del país sudamericano y desarrollan la resiliencia de las comunidades indígenas ante las sequías y las olas de calor.

En una zona árida y alejada de Santa Victoria Este, en la provincia de Salta (Argentina), las comunidades indígenas enfrentan una grave crisis del agua.

Dispersas en una vasta región de 400.000 hectáreas, algunas personas no pueden acceder a este recurso en suficiente calidad y cantidad.

En ciertas zonas, el agua subterránea contiene altos niveles de sal, lo que hace que el agua obtenida de los pozos tradicionales sea insegura para beber y cuidar al ganado. Los asentamientos dispersos y las tradiciones nómadas también han impedido la construcción de otros tipos de infraestructura hídrica convencional.

“En época de sequía, se vuelve muy escasa el agua, el suelo no produce vegetación, y se torna muy difícil el acceso a agua para el consumo humano», asegura Tatiana Pereira, presidenta de la Cooperativa Indígena Chowhay.

Para acceder al agua, la comunidad tiene dos opciones principales: obtenerla de varias fuentes naturales, como lagunas, o depender de la entrega en camiones cisterna municipales. Ambas vienen con desafíos.

El agua de las lagunas y otras fuentes naturales no es apta para el consumo humano. El acceso desigual a la tierra y al agua, junto con fenómenos meteorológicos cada vez más frecuentes e intensos, como fuertes lluvias, olas de calor y sequías, pueden hacer que el traslado a pie sea un viaje difícil y peligroso.

En la temporada seca, las temperaturas llegan a superar los 50ºC y a finales de agosto algunas de las lagunas se secan.

Las duras condiciones climáticas, la logística y las largas distancias también pueden impedir que los camiones de suministro de agua lleguen a quienes viven en los lugares más alejados.

Un integrante de la Cooperativa Indígena Chowhay trabaja en la construcción de una cisterna.

UNOPS/Erik Juan Petterson

Un integrante de la Cooperativa Indígena Chowhay trabaja en la construcción de una cisterna.

Un punto de inflexión

A raíz de una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2020, se estableció un proceso de consulta entre las autoridades nacionales y locales y las comunidades indígenas para hacer realidad el acceso al agua potable para estas comunidades más remotas.

«Hace como 40 años que le reclamamos al Estado nacional para que reconozca nuestros derechos y nuestro territorio… [el acceso al agua] ha sido un tema muy preocupante, de muchos años», dice Ramón Pérez, representante de la asociación Lhaka Honhat.

Junto con el Ministerio de Obras Públicas de Argentina y organizaciones locales, la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS, en sus siglas en inglés) apoya estos esfuerzos mediante el suministro de agua potable a más de 350 personas en 12 comunidades indígenas de Santa Victoria Este, a través de la construcción de 75 sistemas de recolección y almacenamiento de agua de lluvia.

Las 75 cisternas están equipadas con sistemas de separación de aguas que permiten diferenciar las posibles partículas y sedimentos para que el agua recolectada sea segura.

Cada cisterna puede almacenar hasta 16.000 litros, suficiente para que una familia responda a sus necesidades básicas durante seis meses, lo que aumenta la resiliencia ante el largo período de sequías en la región.

«Buscábamos agua en la represa, terminábamos el agua y volvíamos a la represa. Trabajábamos mucho, había una distancia de casi un km. Hoy día esto cambió», explica Feliciano Jaime, cacique de la comunidad Pozo Bravo II.

Una integrante de la comunidad indígena de Bella Vista conversa con una trabajadora social de UNOPS

UNOPS/Erik Juan Petterson

Una integrante de la comunidad indígena de Bella Vista conversa con una trabajadora social de UNOPS

No solo agua

La participación activa de las comunidades y la estrecha colaboración con organizaciones sociales, como la Cooperativa Indígena Chowhay, Fundapaz y Asociana, fue clave para el éxito del proyecto.

«Con este proyecto logramos que cada comunidad decida dónde instalar cada obra para que se sientan tranquilas», dice Cristina Pérez, presidenta de la asociación indígena Lhaka Honhat.

La población recibió capacitación adaptada a las tradiciones y prácticas locales. El uso de intérpretes de idiomas wichí y toba también permitió una amplia participación de las comunidades, para el uso adecuado de las cisternas y la promoción de buenas prácticas de uso del agua.

«Se implementó un enfoque de género, diversidad e inclusión en todo el proyecto. Se trabajó con traductoras porque en las comunidades hay algunas personas que hablan español y otras que no, particularmente mujeres e infancias», comenta Celina Moreno Cordeu, trabajadora social de UNOPS.

La agencia de la ONU también proporcionó apoyo y capacitación para fortalecer al personal de obra local y garantizar la calidad de la construcción de las cisternas, fomentando el desarrollo sostenible a largo plazo en las comunidades.

Nada se desperdicia

«He aprendido mucho de las cisternas y de ser albañil. La tierra que sobra la estoy usando para construir mi casa. Estoy haciendo mi ranchito», dice Alfonso Pérez, trabajador de la Cooperativa Indígena Chowhay.

«Fue un verdadero esfuerzo de equipo. La verdad es que vamos a dejar una mano de obra local óptima cuando termine el proyecto», señala Luis Oggero, supervisor técnico de UNOPS.

Mientras, Tatiana Pereira, presidenta de la Cooperativa Indígena Chowhay, asegura: «Soy la primera mujer en formar parte del equipo constructivo. En nuestra zona es muy difícil conseguir trabajo formal y muchas veces nuestros jóvenes tienen que salir de su lugar de residencia a buscarlo. Me pone muy contenta que UNOPS haya dado trabajo a nuestros jóvenes».

Más allá de garantizar el acceso y el almacenamiento de agua potable para 75 familias y mejorar las condiciones de vida y las posibilidades, el proyecto está alimentando las ambiciones. Algunas familias están cultivando pequeñas huertas mientras que otras usan sus conocimientos recién adquiridos para encontrar nuevas oportunidades de trabajo. Los techos de las cisternas también protegen del sol para las comunidades.

«Ahora estamos pensando en hacer la huerta con esta agua [de las cisternas] que vamos a tener para el riego. Lo que más plantamos aquí es tomate y morrón», comenta Rebeca Roldán, cacique de la comunidad indígena Pozo El Algarrobo

Los sistemas de recolección y almacenamiento de agua de lluvia están mejorando la salud, el bienestar y los medios de subsistencia de muchas familias, reduciendo la exposición a enfermedades transmitidas por el agua y ayudando a aumentar la resiliencia ante sequías extremas y olas de calor más frecuentes.

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Información sobre el proyecto

La construcción de 75 sistemas de recolección y almacenamiento de agua de lluvia en el norte de Argentina es uno de los componentes de un proyecto de siete años de 356 millones USD implementado por UNOPS con el Gobierno de Argentina. El Proyecto de Mejoramiento de la Infraestructura Federal para el Desarrollo Sostenible en Argentina incluye la mejora, la renovación, la reconstrucción y la optimización de espacios públicos e infraestructura urbana y el apoyo a la respuesta a la emergencia de salud nacional, entre otros.

Esta historia fue originalmente publicada por la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS)

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