Después de décadas de contaminación de sus ríos, 20.000 nativos de la selva amazónica peruana beben agua limpia de las 65 potabilizadoras construidas por una pyme española, ninguna igual a la otra o, dicho de otro modo, todas con nombre y apellido.
La “customización” de las plantas, que dan servicio a poblaciones aisladas de entre 25 y 1.100 habitantes, se ajusta a las condiciones y necesidades sociales y medioambientales de cada lugar, explica a EFE el gerente de Inclam CO2, Alejando de Juanes, cuya empresa ha transformado el cambio climático en su motor de crecimiento.
El grupo Inclam, dedicado a la ingeniería del agua en sentido amplio y con 180 empleados, ha aumentado su facturación de 10 a 30 millones de euros entre 2010 y 2015, y el pasado 29 de julio empezó a cotizar en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB, pensado para pymes en expansión por su alto valor añadido).
Hasta hoy, las 65 comunidades rurales que viven en las orillas de los ríos amazónicos de Corrientes, Tigre, Pastaza y Marañon (departamento de Loreto) tomaban el agua directamente de los cauces contaminados (incluidos metales pesados de explotaciones mineras).
El proyecto, financiado por el gobierno peruano con 17 millones de dólares (15,5 millones de euros), no solo asegura la instalación de las plantas sino también su operación y mantenimiento, razón por la que el personal de Inclam permanece dos años en la zona para formar a la población nativa.
La implicación local comienza desde el primer minuto debido a la dificultad de trabajar en la selva: “no se puede llegar a muchos lugares con transporte ordinario, tiene que ser fluvial y, además, no hay maquinaria pesada”, por lo que la instalación de los equipos de hasta 2.000 kilos de peso se hace solo con fuerza humana.
En el diseño de las plantas, añade De Juanes, se ha tenido en cuenta el alto índice de inundabilidad de la zona -en general llana- y se han definido nuevas áreas inundables a consecuencia del impacto del cambio climático. “Se han unido el mundo de la predicción y de la modelización a la realidad del día a día y sus necesidades”.
Por ejemplo, hay potabilizadoras para las que se han construido palafitos de madera. Como resultado, “no hay dos plantas iguales”.
Según De Juanes, el cambio climático es aplicable a todos los sectores y muchas empresas trabajan con esta variable, aunque no sean conscientes de ello y lo denominen de otro modo.
A su juicio es también una oportunidad de crecimiento y un eje estratégico. “Una que vez que tienes claro que afecta a tu actividad es convertirlo en oportunidad en lugar de un riesgo y un reto”.
En el caso de Inclam resultó “natural” vincular su actividad al cambio climático, dada su tradicional actividad con la ingeniería del agua (un elemento natural cuya disponibilidad se verá seriamente comprometida debido al aumento de la temperatura del planeta).
Recientemente realizó un trabajo de adaptación sobre cambio climático y las centrales hidroeléctricas en Centroamérica para conocer cómo afectará el cambio del régimen pluvial previsto a la producción hidroeléctrica.
Los resultados son muy dispares en función de los países, pero “hay casos en los que la época de lluvia se reduce casi hasta la mitad de aquí a 2050 en tiempo y, sin embargo, era la misma cantidad de agua”.
Eso significa, “más aportación de agua en un momento concreto del año y, a efectos de hidroeléctricas, sería necesario tener embalses porque la época de sequía es larguísima”.
Inclam tiene presencia en una veintena de países de América Latina, África y Asia. EFEverde
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