Medellín, ago. 18 de 2015 – Agencia de Noticias UN- Con tusas de maíz recicladas, estudiantes degradan colorantes textiles que son arrojados al río Medellín.

El proyecto, que inició en su fase biológica desde hace un lustro, pretende degradar estos compuestos altamente recalcitrantes, tóxicos y perjudiciales para la salud y el medioambiente.

Por esta iniciativa, en la que se pretende crear conciencia ambiental, Ana Cristina Jaramillo ganó el Premio Mujeres Jóvenes Talento de Medellín, el cual reconoce las habilidades y competencias en campos como artes escénicas, liderazgo y organización, cultura física, medioambiente, emprendimiento empresarial y ciencia y tecnología.

El principal objetivo del trabajo es combatir los pigmentos que se ven continuamente en el río, entre ellos el azul índigo y el rojo 40. Este último, muy usado por la industria textil y alimentaria, produce efectos alérgicos y tiene relación con la hiperactividad de los niños, según los estudios realizados en el marco de la investigación.

El procedimiento consta de dos partes, una química, que es el proceso de absorción y está a cargo de ingenieros de esta especialidad; y una biológica, que consiste en la fermentación y es liderada por el grupo de la docente Jaramillo, ingeniera biológica, estudiante de Maestría en Biotecnología y líder del proyecto.

El proceso consiste en moler la tusa hasta convertirla en polvo, el cual es el encargado de absorber la mayor cantidad de colorante posible. Estas partículas no pueden ser tan pequeñas, porque no cumplirían su función, ni tan grandes, porque enlodarían las muestras.

Acto seguido se extrae el polvo, que toma una tonalidad roja, muy parecida a los suplementos vitamínicos. Ahí se emplea un hongo de podredumbre blanca que elimina la lignina y degrada las partes contaminantes del colorante.

Tras estos resultados, se realiza un procedimiento toxicológico y así los residuos pueden ser destinados para abono o alimento para el ganado.

Según la investigadora, por cada 1.000 gramos de tusas, se absorben 840 miligramos de colorante, lo que equivale a 800 litros de concentración de una parte por millón.

Esta iniciativa surgió porque en Colombia hay una legislación que regula los vertimientos y que incluye el pH, la temperatura para los vertimientos industriales y el color, específicamente.

Esta situación ha convertido el tema en algo complejo, porque una vez se cumplen los requisitos, las industrias vierten colorantes muy tóxicos para el ambiente, especialmente el acuático, en el que se dificulta la fotosíntesis de las plantas y se afecta toda la cadena alimenticia.