El ciclista se quedó con la prueba de fondo de los Nacionales de ciclismo de ruta que se realizaron en Bucaramanga.

Los milagros se cumplen para los que nunca dejan de creer. Hace tres años y 17 días estuvo cerca de morir tras chocarse, a más de 60 kilómetros por hora, contra un bus que estaba detenido en una vía de Cundinamarca. De haber acelerado un poco más, el golpe en la cabeza hubiera sido letal. Unos centímetros menos en la espalda y el impacto le habría quitado la posibilidad de caminar de nuevo.

Pero bien dicen los sabios: no hay nadie que escape de su destino y Egan Bernal nació para quedar en la historia del ciclismo colombiano. Este domingo, en Bucaramanga, volvió a sonreír como antes. También lloró, pero de alegría. Consciente de que su familia lo esperaba en la meta de la prueba de fondo de los Nacionales de Ruta, aceleró cuando faltaban siete kilómetros, dejó atrás a Diego Camargo, del Team Medellín, segundo a 2:16.

Egan, con el uniforme lleno de manchas blancas de la sal que suelta el cuerpo cuando está al límite de la deshidratación, apretó el paso. En medio de la gente, que le daba vítores de vida, miraba hacia atrás y veía cada vez más lejos a su rival. Se supo ganador y aceleró de nuevo, como un loco desbocado, hambriento de gloria. Faltando dos kilómetros para llegar a meta empezó a saborear el éxito: se puso derecho, se cerró el jersey para quedar impoluto en la foto y siguió pedalenado.

Empezó a sonreír. A pesar del sufrimiento de más de más de 5 horas pedaleando bajo el calor y humedad de Bucaramanga. Aún cuando le faltaba una, dos, tres curvas para ver el letrero que le indicaba el final de la competencia, se veía feliz. Antes de pasar la bandera de cuadros se persignó. Después se tomó la cabeza, como quien no cree lo que está viviendo o pensó que nunca le volvería a pasar.

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