Poniendo las cosas en su sitio. Viéndolos desde el lado correcto, con la luz preferida, la que colorea de negro y azul los pensamientos y las esperanzas de todo un pueblo. No, no hay pasajes fáciles en este estrecho y larguísimo túnel hecho de partidos, adversarios y compromisos. El viaje es complicado y todos lo saben. Por eso, cuando el balón centró Carlos Augusto y fue disputado por Lautaro Martínez, luego tocado por Kyriakopoulos, todo el estadio lo empujó. Ni siquiera Turati, el portero con la capa de Superman, fue capaz de negar ese deseo loco de victoria: una cuestión de centímetros, quizás milímetros, que enderezó definitivamente un partido inicialmente sin sentido, que el Inter perdía 2-0.

Una familia, hermanos y hermanas negros y azules dispuestos a ayudarse unos a otros, a apoyarse unos a otros. Desde horas antes del inicio del partido, desde la bienvenida en el autobús del equipo. Y luego dentro, sobre el terreno de juego, en los pliegues de un partido que parecía irremediablemente torcido. Gol anulado a Lautaro, gol de Birindelli, segundo gol de Keita Balde. Después de 44 minutos, el Monza tiene dos goles de ventaja en el San Siro. El estadio está atónito, pero consciente: es imposible rendirse. Así que todos arriba, jugadores, banquillo, aficionados. Gol de Arnautovic para cerrar la primera parte, para dar dirección. Y luego se jugó una segunda parte en una sola mitad del campo, con todos preparados. El grito en el gol de Calhanoglu para contárselo a los amigos, el alivio en el minuto 77 cuando el árbitro Zufferli, gracias a la tecnología de la línea de gol, concedió el 3-2. Misión cumplida, el mundo nerazzurri, a pocos minutos del 117° aniversario del Club, ha recuperado el equilibrio. Y la noche de Milán vuelve a tener los colores adecuados, aquellos que inspiraron a nuestros fundadores, el 9 de marzo de 1908.

Lo más destacado del partido08 de marzo de 2025
Inter 3-2 Monza | Lo más destacado | Serie A 24-25

EL PARTIDO
«¡Dejar!» Así habría comenzado su comentario Bruno Pizzul, recordado por todo el mundo deportivo hace unos días. Casi se puede oír su voz acompañando los primeros minutos de un partido que el Inter intenta dominar. Arnautovic, Calhanoglu, Barella: mucho movimiento, intercambios de balón y de posición, para un partido de ida y vuelta, pero sin un verdadero dominador. Porque el Inter juega duro pero no consigue hundirse. Turati entonces comenzó su espectáculo personal, negándole la ventaja a Arnautovic. Luego capitula, tras un rechace de Lautaro en el área tras un córner, pero el gol es anulado por el VAR por una mano del capitán nerazzurri cuando controla el balón. Justo a mitad de la primera parte, cuando el Inter decidió acelerar claramente, uno tenía la sensación de esperar el gol como algo natural. En cambio, Monza encontró el camino hacia el gol en el minuto 32, cuando Birindelli salió al campo tras un taconazo de Dany Mota. La reacción es evidentemente furiosa, Dumfries y Bastoni están cerca de igualar. En el minuto 44, una acción personal de Keita Baldé concluyó con un remate con la derecha a la escuadra, pero desestabilizó al San Siro: 0-2. Una montaña para escalar.

El Inter sabe que no puede esperar, no hay margen para dejar pasar el tiempo antes de empezar a enderezar el partido. Dos minutos y San Siro ruge: Mkhitaryan sirve a Dumfries en el segundo palo, cabecea y Arnautovic se lanza para batir a Turati desde dos pasos. Un rugido, que sirve para dar dirección a la recuperación.

Carlos Augusto y Bisseck son los fichajes de Inzaghi, el arranque de los nerazzurri es más que feroz. El juego se juega con un solo objetivo, a veces con una pizca de imprecisión y frenesí. Monza intenta ganar preciosos segundos, cierra en orden. Para romper el gol de Turati fue necesaria una invención, una conclusión desde la distancia: el maravilloso gol lo marcó Hakan Calhanoglu. Un magnífico remate con la derecha, fuerte y preciso, al córner, tras pase de Bisseck al borde del área. El rugido es monstruoso, la exultación se mezcla con el deseo aún más fuerte de ir y ganar el partido.

Comienza la carrera contra el tiempo, falta menos de media hora para encontrar la portería del partido. Los cambios rompen el partido, entra Zielinski y a los dos minutos tiene que abandonar el campo por lesión. El Inter va con todo, con Correa y Thuram apoyando a Lautaro. Todos adelante, búsqueda desesperada del gol que llega en el minuto 77. Carlos centra desde la izquierda, Lautaro va dispuesto a buscar el balón, Kyriakopoulos lo anticipa y la envía a su propia portería. Hay un momento de incertidumbre, luego el árbitro señala el gol y el San Siro puede volverse loco de alegría. En este partido loco todavía hay tiempo para un poste de Arnautovic, para recuperaciones y jugadas a campo completo de un movido capitán Lautaro, para suspiros al final de los cinco minutos de descuento.

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