Julen Suescun
Madrid (EFEverde). Mientras los efectos del tabaco en el ámbito de la salud son desde hace años tan bien conocidos como habitualmente ignorados, el impacto que tiene su consumo en el medio ambiente ha sido directamente una amenaza invisible. Sin embargo, nuevas evidencias científicas y regulaciones están poniendo en el punto de mira uno de sus residuos, uno de los contaminantes más tóxicos y omnipresentes: las colillas.
Un residuo invisible
Los filtros de los cigarros están hechos principalmente de acetato de celulosa, un plástico de un solo uso que puede llegar a tardar más de una década en descomponerse. En España, se comercializan cada año unos 7.500 millones de filtros, según datos del Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO).
Estos residuos suelen acabar en playas, calles, parques o en el sistema de alcantarillado, donde liberan sustancias tóxicas como nicotina, arsénico, plomo o cadmio. Esto contamina los suelos y el agua y llega a afectar a la fauna y flora marina y terrestre.
Un informe publicado por la Stop Tobacco Pollution Alliance de 2022 califica las colillas como uno de los elementos que más contaminan el planeta. Además dejan el diseño de los cigarrillos como engañoso, ya que da la sensación de que al lucir de esa manera, reducen o minimizan la contaminación, cuando en realidad la están agravando.

Por otra parte, las colillas representan el 40% de los residuos recogidos en la calle por los servicios de limpieza, pero a pesar de su toxicidad, se siguen tratando como basura común, algo que varias ONG consideran un grave error, ya que cada filtro puede llegar a contener entre 12.000 y 15.000 microfibras plásticas.
Un paso adelante en la legislación
Ante esta realidad, el Gobierno español aprobó en octubre de 2024 el Real Decreto 1093/2024, en el desarrollo de la Ley 7/2022 de residuos y en cumplimiento con la Directiva europea 2019/904 sobre los plásticos de un solo uso. Esta normativa regula la gestión de residuos generados por productos de tabaco con filtro, con el objetivo de reducir su presencia en el medio ambiente, especialmente en ecosistemas marinos.
Entre las medidas más relevantes se encuentran la prohibición del abandono de colillas y la obligación de depositarlas en ceniceros o en el contenedor de “restos” y la limitación medieante oredenanzas municipales del consumo de tabaco en diversos espacios públicos y en playas. Además, es obligatorio la colocación de ceniceros en hoteles, restaurantes , cafeterías, centros educativos, comerciales y deportivos.
También se establece la creación de un registro de productores que deben informar sobre el número de filtros comercializados y se prevé la implementación de programas de ecodiseño y prevención para reducir el plástico en los productos de tabaco a partir del 2030. Por último, se plantea la financiación por parte de las tabacaleras de limpieza, recogida y tratamiento de estos residuos.
La responsabilidad pendiente
La Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) es uno de los pilares del Real Decreto. Esta política obliga a las tabacaleras a asumir los costes de la contaminación que generan sus productos, incluidos los asociados a la recogida de residuos en playas, calles y parques.
Sin embargo, el informe de Stop Tobacco Pollution Alliance alerta de que esta medida podría ser mal utilizada por la industria tabacalera para mejorar su imagen, debilitar políticas ambientales o interferir en la regulación.
Por eso, tanto la OMS como diversas ONG internacionales como la Fundación Surfrider Europa proponen una solución más radical: la prohibición total de filtros de cigarrillos, que consideran innecesarios y perjudiciales tanto para la salud como para el planeta.
Una prohibición necesaria
Con motivo del Día Mundial sin Tabaco, que se celebra el 31 de mayo, Surfrider Europa ha redoblado su presión para que se eliminen por completo los filtros de cigarrillos. Consideran que esta medida es de sentido común, ya que los filtros no protegen la salud, y son una fuente masiva de contaminación plástica y química. Según la organización, prohibirlos es una forma efectiva de proteger los océanos y responsabilizar a la industria.

En 2024, la fundación logró movilizar a 862 ciudadanos en España, Portugal, Grecia, Alemania y Países Bajos para recoger colillas en espacios naturales, Se recolectaron un total de 183.000 colillas en 39 operaciones. Este año, con la campaña “Surfrider Against Cigarette Butts”, buscan movilizar a muchas más personas y presionar a los gobiernos para que haya una regulación más estricta.
Por un futuro sin colillas
El Real Decreto 1093/2024 establece que en 2030 se evaluará la posibilidad de establecer un sistema de recogida separada para estos residuos, lo que abriría la puerta al reciclaje específico de colillas, aunque organizaciones ecologistas como Ecologistas en Acción y Surfrider advierten que, debido a su gran carga tóxica, estas deberían ser tratadas como residuos peligrosos.
Mientras tanto, se plantean otras medidas urgentes como la prohibición de fumar en las terrazas o la obligación de que todas las mesas cuenten con ceniceros. También se propone la creación de empresas especializadas en el reciclaje de colillas, que evitarían que estos residuos acabaran contaminando océanos y ríos.
El tabaco no solo mata a quienes lo consumen, también asfixia a los océanos, envenena a los animales y deja una huella plástica persistente que amenaza a la sostenibilidad del planeta. España ha dado un paso hacia la reducción del impacto ambiental del tabaco, pero el camino hacia un espacio libre de colillas y de contaminación encubierta aún está lejos de terminar.
efeverde.com