Científicos advierten: una erupción volcánica masiva es cuestión de tiempo. El mundo no está preparado para lo que se avecina.

Una erupción volcánica masiva podría parecer una escena de película apocalíptica, pero es una amenaza muy real. Los científicos advierten que no se trata de si ocurrirá, sino cuándo sucederá. El planeta ya ha vivido este tipo de cataclismos, como la explosión del Monte Tambora en 1815, que causó el infame “año sin verano”. En pleno cambio climático y con una población global récord, una nueva erupción de este calibre podría alterar todo lo que conocemos: clima, economía, agricultura y estabilidad social. ¿Qué pasaría si el volcán despertara mañana?
Una erupción volcánica masiva: una bomba de tiempo geológica
Las erupciones volcánicas de gran escala son eventos poco frecuentes, pero no imposibles. Según un estudio reciente, la probabilidad de que ocurra una erupción masiva este siglo es de 1 entre 6. Esto significa que hay más posibilidades de que ocurra que de ganar una ruleta rusa con seis cámaras. Y aunque parezca una cifra distante, las consecuencias podrían sentirse en todo el planeta. Un ejemplo histórico es el Monte Tambora en Indonesia, que en 1815 provocó la mayor erupción registrada por la humanidad. La columna de ceniza alcanzó los 43 km de altura y el hemisferio norte se enfrió 1 °C durante el año siguiente, provocando hambrunas, pandemias y la primera crisis económica de EE. UU.
El cambio climático podría amplificar el caos
Uno de los factores más alarmantes es que esta próxima gran erupción no ocurrirá en un mundo estable, sino en un planeta que ya sufre los efectos del calentamiento global. Las altas temperaturas están modificando la dinámica atmosférica y oceánica: la atmósfera inferior se calienta y la estratosfera se enfría, lo cual puede cambiar la altura y dirección de las columnas volcánicas.
Además, los océanos están más estratificados, dificultando la mezcla entre capas de agua y haciendo que los aerosoles volcánicos enfríen principalmente las superficies. Todo esto convierte una erupción en una interferencia total en un sistema ya sobrecargado. Los expertos temen que el enfriamiento generado por los aerosoles de sulfato, que reflejan la luz solar, cause lluvias irregulares, alteraciones de los monzones y colapsos agrícolas. Todo esto agravaría fenómenos como la inseguridad alimentaria, las migraciones forzadas y posibles conflictos sociales.
Un coste económico que sacudiría al mundo
Se estimó en 2024 que una erupción volcánica masiva podría generar pérdidas de más de 3,6 billones de dólares en su primer año, y alrededor de 1,2 billones cada año siguiente. Para ponerlo en perspectiva: es como si la economía entera de Japón desapareciera de repente. Los sectores más afectados serían la agricultura, el transporte, el comercio global y los mercados financieros. Las cadenas de suministro colapsarían, los precios de los alimentos se dispararían y los países más vulnerables podrían enfrentarse a crisis humanitarias masivas.
¿Podemos predecir o mitigar una erupción masiva?
A pesar de los avances tecnológicos, la ciencia aún está lejos de poder anticipar con precisión una erupción de estas dimensiones. Sin embargo, hay iniciativas internacionales que buscan cerrar esta brecha. Proyectos como el Volcanic Forcing Model Intercomparison Project intentan mejorar la modelación de escenarios eruptivos en distintos climas y épocas.
La NASA, por su parte, trabaja en técnicas para detectar señales volcánicas desde el espacio, como anillos de árboles que revelan patrones climáticos históricos. También se investigan los núcleos de hielo y otras fuentes geológicas para entender cómo el vulcanismo ha influido en el clima en el pasado. Los científicos llaman a desarrollar un enfoque combinado que integre modelos climáticos, agrícolas y socioeconómicos, para poder generar planes de contingencia reales. Porque si el volcán estalla, será demasiado tarde para improvisar.
Una erupción volcánica masiva no es una predicción de ciencia ficción: es una amenaza geológica inevitable. Vivimos en un mundo más cálido, más poblado y más conectado, lo que convierte este fenómeno natural en un posible cataclismo global sin precedentes. Aunque la ciencia avanza, la preparación es clave para minimizar los daños de algo que podría cambiar el clima, la economía y la vida como la conocemos. La pregunta sigue sin respuesta: ¿seremos capaces de adaptarnos o simplemente reaccionaremos demasiado tarde?
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