En las últimas décadas se ha detectado oscurecimiento del agua de los océanos, especialmente en las zonas costeras, que según estudios recientes ya alcanzaría una quinta parte del total y que en Colombia se evidenciaría en el Caribe, sobre todo por la contaminación. Este fenómeno preocupa porque afecta los servicios que estos ecosistemas le prestan al planeta, como la absorción de gases de efecto invernadero o la provisión de alimentos.
José Ernesto Mancera Pineda | Profesor titular del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)share
Un 90 % de la vida marina depende de las zonas a donde llega la luz. Foto: archivo Unimedios.
La luz es un recurso y un regulador fundamental para la estructuración y el funcionamiento de los ecosistemas marinos. Por una parte es fuente de energía en la producción fotosintética –es decir para la vida de organismos como fitoplancton o algas, que son la base principal de las redes alimenticias del mar–, y por otra define zonas ecológicas a través del gradiente de profundidad oceánica. La zona superficial del mar, generalmente hasta los 200m de profundidad, se denomina zona fótica, justamente porque allí llega suficiente luz para la fotosíntesis. Por debajo de esta profundidad, y hasta aproximadamente los 1.000m, la luz es insuficiente para la fotosíntesis, por eso se denomina zona disfótica, y más allá de esta profundidad, donde la oscuridad es total, se conoce como zona afótica.
En todo el mundo la zona fótica del océano constituye un hábitat de alta producción y diversidad biológica porque es el hábitat de hasta el 90% de la vida marina, y por lo tanto es fundamental para la transferencia de materia y energía, el mantenimiento de ciclos biogeoquímicos globales –como la producción de oxígeno o la conversión de azufre o nitrógeno– y para diversas actividades socioeconómicas como la pesca.
La zona fótica del mar concentra múltiples especies de productores primarios de diversos grupos de plancton, macroalgas, pastos marinos y microalgas asociadas con arrecifes coralinos. Estos organismos que dependen de la luz le brindan a la sociedad importantes servicios ecosistémicos, como la producción de oxígeno y la absorción de grandes cantidades de CO2, claves en la mitigación del cambio climático. Así mismo, de estos productores se deriva la generación pesquera que proporciona proteína a más de 3.000 millones de personas en todo el mundo. Según la FAO (2022), la industria pesquera que se desarrolla en las zonas fóticas marinas genera cerca de 200 millones de empleos. Además de los servicios de seguridad alimentaria y regulación climática, la industria turística también se beneficia de manera importante de la existencia de dicha zona.
Debido a su relevancia, la investigación sobre los procesos biofísicos asociados directa o indirectamente con la luz ha sido permanente, identificando alteraciones en las condiciones que han generado preocupación en el mundo académico. El oscurecimiento del océano se produce cuando los cambios en las propiedades ópticas del agua de mar reducen la profundidad a la que penetra la luz suficiente para facilitar los procesos biológicos generados por la luz solar y lunar, es decir que reducen la profundidad de la zona fótica disminuyendo la oferta de los beneficios que ofrece.
Las aguas costeras se pueden oscurecer por el aumento de la entrada de compuestos coloreados procedentes de la escorrentía terrestre, que la hacen turbia, y por la resuspensión de sedimentos, es decir cuando las partículas del fondo se mueven y se revuelven con el agua, lo que ocurre tanto por las olas o las corrientes como por el cruce de barcos o dragado. Así mismo, estos procesos dependen del uso de la tierra y de cambios en las condiciones climáticas, pues el aumento de las precipitaciones y los cambios en la escorrentía terrestre aportan gran cantidad de nutrientes al mar, incluyendo materia orgánica disuelta, así como otros químicos y desechos humanos. Estos aportes reducen la disponibilidad de luz causando el oscurecimiento de los mares.
El oscurecimiento se suma a otros cambios detectados en el océano, tales como el aumento en la temperatura superficial, la pérdida de oxígeno, el incremento de nutrientes, los cambios en la salinidad y la acidificación. Estos cambios con consecuencias no del todo predecibles y altamente variables entre regiones desmienten aquella vieja idea de que el océano por su tamaño era inalterable, independientemente de acciones naturales o inducidas por el ser humano.
El fenómeno en Colombia
En diferentes lugares del mundo se viene evaluando el oscurecimiento del océano. Un estudio reciente, basado en el modelamiento de una serie de tiempo obtenida a través de datos satelitales entre 2003 y 2022, mostró un aumento del 21% en la atenuación lumínica marina, lo que implica una reducción de la profundidad de las zonas fóticas de más de 50m, que corresponde a un 10% del océano global (Davies y Smyth, 2025).
La Ciénaga Grande de Santa Marta es uno de los ecosistemas que sufriría oscurecimiento por floración de algas. Foto: David Alejandro Sanchez Nunez, profesor UNAL Sede de La Paz.
En Colombia, donde no existen suficientes series temporales de parámetros ópticos, aún no se está investigando este fenómeno de manera directa; no obstante, el estudio mencionado muestra algunos datos para el maritorio colombiano, destacándose el Caribe, con aumentos importantes de atenuación lumínica, principalmente en áreas de La Guajira, la desembocadura del río Magdalena y el Golfo de Urabá.
Estos resultados coinciden con los de un estudio desarrollado en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sedes Palmira y Bogotá, orientado a explorar la detección de floraciones algales mediante datos satelitales en el mar Caribe colombiano entre 2003 y 2013. Los resultados identificaron tres áreas con posibles floraciones persistentes: el Golfo de Urabá, la desembocadura del río Magdalena y la península de La Guajira (Coronado y cols. 2018). Los autores de esta investigación concluyen que el suministro de nutrientes durante la temporada de lluvias estaría causando el frecuente crecimiento masivo de algas.
La combinación de nutrientes inorgánicos, materia orgánica y carga de sedimentos que llega al mar, junto con los cambios en la circulación oceánica global, son causas probables del aumento de la productividad biológica que ha reducido la penetración de la luz en las aguas superficiales. Este fenómeno se denomina eutroficación, y aunque inicialmente se consideraría como un efecto positivo, el florecimiento de microalgas ha demostrado consecuencias muy negativas. Durante el florecimiento las algas generan sombra a los productores que están más abajo, y cuando agotan los nutrientes, mueren. La descomposición de esta biomasa demanda mucho oxígeno y al agotarse se generan mortandades masivas de peces y otros organismos.
En Colombia se viene investigando acerca de los florecimientos algales especialmente en lagunas costeras y estuarios, donde son frecuentes los eventos de mortandad masiva de organismos. El caso más estudiado es el de la Ciénaga Grande de Santa Marta, una de las lagunas costeras más productivas del planeta y en donde la UNAL y el Invemar desarrollaron el índice IRMA para predecir dicho fenómeno (Mancera y Santos 2024).
No es necesario reiterar la enorme importancia de mantener la estabilidad de los procesos marino-costeros, y ahora que el cambio en varios de los patrones oceánicos es evidente, urge tomar acciones locales y globales, con base en el mejor conocimiento posible. Soluciones basadas en la naturaleza, como la conservación y restauración de los sistemas socio-ecológicos, cobran mucha relevancia como mecanismos inteligentes y efectivos de gestión del riesgo.
Estamos a mitad de camino en la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible propuesta por Naciones Unidas (2021-2030): “La ciencia que necesitamos para el océano que queremos”, iniciativa que busca la movilización y cooperación entre academia, Gobiernos, sector privado y sociedad civil para lograr un océano limpio, sano y resiliente, productivo, predecible, seguro, asequible e inspirador. Esperamos que este llamado de Naciones Unidas facilite acciones concretas sobre la gestión del medio marino dirigida a la sostenibilidad y a la equidad social.
periodico.unal.edu.co