Un nuevo libro de la FAO presentado la semana pasada, examina con detalle cómo los más importantes cereales del mundo -maíz, arroz y trigo, que suponen en conjunto cerca del 42,5 por ciento de las calorías y el 37 por ciento de las proteínas que consumimos- pueden cultivarse de manera que respeten e incluso promuevan los ecosistemas naturales.

A partir de estudios de casos de todo el planeta, la publicación ilustra cómo el modelo de «Ahorrar para crecer» defendido por la FAO se está empleando ya con éxito para producir los principales cereales, señalando el camino hacia un futuro de intensificación sostenible de la agricultura y ofreciendo orientación práctica sobre cómo el mundo puede desarrollar su nueva agenda de desarrollo sostenible.

«Los compromisos internacionales para erradicar la pobreza y hacer frente al cambio climático requieren un cambio de paradigma hacia una agricultura más sostenible e inclusiva, capaz de obtener mayores rendimientos a largo plazo», dice el Director General de la FAO, José Graziano da Silva, en el prólogo.

Los dos recientes y emblemáticos acuerdos mundiales, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) -que piden la erradicación del hambre y hacer que los ecosistemas terrestres tengan una base sólida para 2030- y el Acuerdo de París sobre el cambio climático (COP21) no hacen más que poner de relieve la necesidad de innovación inclusiva en los sistemas alimentarios, añade Graziano da Silva.

Aunque que las cosechas mundiales de cereales pueden estar hoy en niveles récord, su base productiva es cada vez más precaria, en medio de señales de agotamiento de las aguas subterráneas, contaminación ambiental, pérdida de biodiversidad y otros problemas que marcan el fin del modelo de la Revolución Verde. Mientras tanto, la producción mundial de alimentos tendrá que aumentar en un 60 por ciento -en su mayoría en tierras de cultivo ya existentes y haciendo frente al cambio climático- para alimentar a la población en 2050, haciendo aún más urgente que los pequeños agricultores que producen la mayor parte de cultivos del planeta tengan la posibilidad de hacerlo de forma más eficiente y sin que aumente aún más la deuda ecológica de la humanidad.