Se lanzó la segunda etapa de los Fondos del Agua, herramientas que permiten financiar proyectos de conservación y protección de los ecosistemas productores y abastecedores de agua. La «Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua» es liderada por el Banco Interamericano de Desarrollo – BID, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial y The Nature Conservancy.
Según el Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Luis Gilberto Murillo, la alianza de los Fondos de Agua «constituye un mecanismo innovador de sostenibilidad financiera que apalanca recursos públicos y privados para la conservación y restauración de cuencas que tienen riesgos de desabastecimiento de agua por su nivel de degradación y por el cambio climático».
En la primera fase, la Alianza creó y fortaleció 19 Fondos de Agua en América Latina y el Caribe que, con el apoyo de más de 200 organizaciones públicas o privadas, desarrollaron actividades de conservación en más de 200 mil hectáreas ubicadas en las cuencas. Cinco de estos Fondos de Agua, más de una cuarta parte, están esperando ser ejecutados en Colombia.
Desde el Gobierno Nacional se han alcanzado grandes logros como, la reglamentación de los instrumentos para el ordenamiento y manejo del recurso hídrico, sus instancias de participación y coordinación, dentro de ellos los consejos de cuenca. Sin embargo, iniciativas como los Fondos de Agua son determinantes para alcanzar los objetivos en materia de seguridad hídrica.
De acuerdo con el presidente de la República, Juan Manuel Santos, «la protección de nuestra riqueza hídrica es una tarea que no da espera. El cambio climático es una amenaza latente que nos exige a diario la protección de las fuentes de agua y del medio ambiente en general para mitigar sus impactos».
El país está enfrentando los grandes retos en el ordenamiento y manejo de las cuencas hidrográficas, pues debido a su degradación cerca de la mitad de los municipios de Colombia tienen altos y medios índices de vulnerabilidad por desabastecimiento hídrico. Cuando las lluvias escasean afectan a cerca de 12 millones de habitantes.
La vulnerabilidad de las cuencas ante fenómenos climáticos extremos como el La Niña o El Niño está directamente vinculada a problemas de conversión y deterioro de ecosistemas como erosión, deforestación y fragmentación. Estos reducen los caudales de los ríos afectando a poblaciones ribereñas y a sectores como el de energía, transporte y agricultura.