Aparte de los grandes cambios sociales y tecnológicos de los que son protagonistas, los latinoamericanos menores de 30 años tienen en común una importante diferencia con los que superan las tres décadas: no han vivido un solo mes de sus vidas con una temperatura menor al promedio de las del siglo XX.
Es decir, viven en un planeta que no ha hecho más que calentarse desde que nacieron. Desde febrero 1985, las temperaturas mensuales han estado siempre por encima del promedio mensual del siglo XX. Y en los últimos años, la brecha entre el promedio y la temperatura actual va rompiendo récords casi mes a mes.
De hecho, mayo de este año fue el más caluroso que se haya registrado, según la Oficina del Océano y la Atmósfera de Estados Unidos (NOAA) y la NASA, y el 13er mes consecutivo con temperaturas récord. Y hay pocas esperanzas de que el promedio para julio rompa esa tendencia.
Para enfrentar las consecuencias de esta alza de temperaturas, el 12 de diciembre de 2015, todos los países latinoamericanos, junto a buena parte de la comunidad internacional, adoptaron el acuerdo climático en París en el que acordaron aunar esfuerzos para que el alza de las temperaturas no sea superior a 1,5ºC, en promedio.
Y este año, la ONU apoyó esta decisión con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 13, que busca “tomar acción urgentemente para combatir el cambio climático y sus efectos”.
Latinoamérica en la línea de fuego
Incluso si llegáramos a mantener el calentamiento global debajo del límite, habrá que adaptarse a un nuevo clima, cuyos efectos ya se experimentan a lo largo de la región, con un aumento de 0,87ºC del promedio mundial que se vio en mayo de este año.