Columna de opinión del Director Ejecutivo de ONU Ambiente, Erik Solheim.

He participado en más de media docena de procesos de paz en mi carrera, desde Sri Lanka hasta Sudán del Sur. Hay tantas personas valientes involucradas en estas tareas. Ciudadanos que sufren en silencio los horrores indecibles de la guerra. Comunidades que dejan de lado las diferencias y empatizan con el fin de negociar. Políticos que rechazan la ambición personal y la presión política, y ponen el bien de la mayoría por encima de sí mismos.
Pero sin duda los más valientes son los trabajadores humanitarios. Ellos son personas que se han puesto en peligro con el único propósito de ayudar a aquellos afectados por una crisis. Son la definición misma del trabajo desinteresado. Hoy, en el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, celebramos su valentía.

También recordamos a las víctimas que ellos están tratando de proteger. Más de 130 millones de personas en todo el mundo necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir. Algunos están atrapados en conflictos; otros en desastres que están más allá de nuestro control o que han sido empeorados por nuestras propias actividades humanas.

¿Cómo puede una persona ver a millones sufriendo y no querer ayudar?
Por supuesto no todo el mundo puede ayudar directamente después de una crisis. Y los trabajadores humanitarios hacen precisamente mucho más que proporcionar un alivio inmediato. Ellos ayudan a reconstruir la vida después del desastre y a aumentar la resiliencia de las comunidades. Ellos crean las bases de una paz duradera, de la estabilidad y el bienestar. Es decir, hay muchas maneras de ayudar, y, por esta razón, todo el mundo puede ser un trabajador humanitario.

Es también por eso que cada trabajador humanitario es un ambientalista. El medio ambiente está en el corazón de todo. Es la base sobre la que se desarrolla la paz duradera, la estabilidad y el bienestar. Cuidar el medio ambiente es cuidar a la humanidad.
Sabemos el impacto que el cambio climático y el daño ambiental a nivel global están teniendo en nuestras vidas. La evidencia ya está aquí. Entre 2005 y 2014 se registraron anualmente 335 desastres relacionados con el clima. Esto representó un aumento de 14% frente a la década anterior y casi el doble de la década anterior a ésa.

Las pérdidas económicas por este clima extremo suman miles de millones de dólares en las dos últimas décadas. Pero el costo humano es mucho peor. Desde 1995, 606 mil personas han muerto y muchos, muchos más han sido heridos o abandonados sin asistencia de emergencia como consecuencia de los desastres relacionados con el clima. Estos desastres están a menudo más allá de nuestro control, pero el cambio climático está agravando el problema.
¿Y qué hay de los desastres ambientales que sí están dentro de nuestro control? Cada año millones de personas mueren prematuramente debido a factores ambientales, como la contaminación del aire y el agua contaminada. En Oriente Medio, más mueren por estas causas que como resultado de los actuales combates en la región.

Los desastres ambientales y los conflictos no pueden ser vistos como algo separado. Existe una relación directa con las ganancias que se obtienen con la depredación del medio ambiente.
Después del tráfico de drogas, la falsificación y el tráfico de personas, los delitos ambientales representan la cuarta empresa criminal más valiosa del planeta. Los beneficios procedentes de los delitos ambientales, que van desde el comercio ilegal de los recursos naturales hasta el tráfico de materiales peligrosos, financian las guerras civiles, los carteles criminales y los grupos terroristas como ISIS.

La degradación ambiental también puede alimentar las guerras. A medida que los ecosistemas se vuelven menos productivos y brindan menos apoyo a las poblaciones humanas, aumentan los procesos migratorios y los conflictos. Una vez que se desata la guerra, es extremadamente difícil manejar sequías, inundaciones u otros fenómenos meteorológicos extremos. Es un círculo vicioso.
Está claro que necesitamos trabajadores humanitarios más que nunca. La demanda es inmensa. La prestación de servicios de socorro inmediato, la construcción de resiliencia y la remediación de comunidades y sociedades afectadas por la guerra y los desastres son tareas increíblemente difíciles e importantes. En estas crisis, los más valientes entre nosotros siguen siendo los héroes para aquellos que más los necesitan.
Al celebrar nuestra humanidad común, no nos olvidemos de las bases de una paz duradera, la estabilidad y el bienestar. Si nos esforzamos por tener un medio ambiente saludable, en última instancia, estamos luchando por el bienestar humano.