Por Carlos Heras.- El catedrático en economía por la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en ecología política Joan Martínez Alier alertó de los peligros del extractivismo para las comunidades locales y las economías nacionales de Bolivia y de otros países andinos de Sudamérica.
Martínez Alier (Barcelona, 1939), es uno de los responsables del Atlas de Justicia Global, un proyecto digital del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental (ICTA-UAB) de su universidad, que recoge 38 conflictos ambientales sólo en Bolivia y más de 2.000 en todo el mundo.

La extracción se ha multiplicado por cuatro

En una entrevista con Efe y en una ponencia en La Paz, el académico explicó que la extracción de materias primas en América Latina se ha multiplicado por cuatro en los últimos 30 años, lo que ha hecho aumentar los conflictos ecológicos y distributivos, que en muchas ocasiones han acabado con la vida de varios activistas.
Precisamente, el 3 de marzo se cumplió el primer aniversario del asesinato de la activista hondureña Berta Cáceres, que se oponía a un proyecto hidroeléctrico en su país.
En Bolivia, algunos de los conflictos más representativos son el proyecto de construir una carretera en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Secure (TIPNIS) o el proyecto hidroeléctrico El Bala-Chepete para producir 3.300 megavatios con 6.300 millones de dólares de inversión en plena Amazonía.

Resistencia de las poblaciones locales
En ambos casos, los proyectos han encontrado fuertes resistencias de las poblaciones indígenas locales, en lo que Martínez Alier y otros autores han denominado “ecologismo de los pobres”, el tipo de movimientos que tienen lugar cuando se combinan la defensa del medioambiente y las condiciones de vida de una comunidad.
Las mujeres a menudo encabezan este tipo de protestas, explica el catedrático, ya que “el extractivismo afecta a la supervivencia de las comunidades de una manera muy directa y en temas relacionados con expropiación de tierra y contaminar el agua”.

“Las mujeres, por costumbre social, están a cargo de la supervivencia más directa de la familia (…). Si hay deforestación, se quedan sin cultivo y sin leña para cocinar”, pone como ejemplo.
Para el estudioso, que ha sido investigador en la Universidad de Oxford y profesor visitante en Stanford, Yale, en universidades de Ecuador o Sao Paulo, entre otras, la economía extractivista está dejando incluso de ser rentable.

Menos rentable
Esto se debe a la bajada de los precios de las materias primas en el mercado mundial, que tuvo sus primeros signos en 2008, “una señal de alarma a la cual no se hizo ningún caso”, sostuvo.
“En Brasil se ve muy claramente, y en Perú, han hecho tanta exportación que han conseguido que baje el precio de los minerales de hierro y del cobre”, apuntó.
Se da la paradoja de que algunos de los países que más han apostado por la exportación de materias primas y el extractivismo han tenido gobiernos de izquierda que hicieron en su momento bandera del ecologismo.

Bolivia o Ecuador son ejemplos de esto.
“Es verdad que en este Gobierno (en Bolivia) lo que ha entrado con la exportación en época de precios altos, se ha repartido quizá mejor que en Perú o que donde ha habido gobiernos neoliberales”, reconoce Alier.
Pero apunta que “tampoco hay tanta diferencia”, ya que “en todos los lugares se ha reducido la pobreza en esta época de bonanza transitoria”.
La izquierda latinoamericana mira a otro lado
“La izquierda latinoamericana desde hace veinte años se niega a tomarse el ecologismo en serio”, valora, y argumenta que “desde el 92 ya empezaron a decir que el cambio climático y la biodiversidad eran temas del norte”.
Sin embargo, “hay un movimiento ecologista que se ha reforzado intelectualmente con gente como Eduardo Gudynas, Maristella Svampa y Alberto Acosta”.
Este último, ministro de Energía y Minas de Ecuador con el primer Gobierno de Rafael Correa (2007) y después presidente de la Asamblea Constituyente de su país (2007-2008), encarna para Martínez Alier el choque entre “dos facciones” de los gobiernos progresistas: “una más desarrollista” y “otra más ecologista”.
Para el académico, la primera se ha impuesto claramente sobre la segunda, pero también valoró algunos avances reflejados en las nuevas constituciones de países como Ecuador o Bolivia, o la relevancia simbólica de las luchas por el acceso al agua y su gestión social en territorio boliviano.
Sin embargo, criticó que los miles de millones de dólares que Bolivia quiere invertir en el proyecto El Bala-Chepete, podrían ir a la salud, la educación, la vivienda, o la soberanía alimentaria, algo que estimularía la demanda interna y, por tanto, la industria y la agricultura nacional. Efeverde