28 de abril de 2017, Roma – Dentro de los esfuerzos para avanzar hacia una agricultura «climáticamente inteligente», los países han compartido nuevas experiencias sobre como producir alimentos de forma que se ayuda a los campesinos a enfrentarse al impacto del cambio climático y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la agricultura.
Este intercambio tuvo lugar en un evento lateral celebrado este miércoles durante el Consejo de la FAO (24-28 de abril)
Mientras que los países trabajan en la implementación de las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) -las iniciativas que están tomando en el marco del Acuerdo de París – el evento brindó la oportunidad de aprender de aquellos que lideran la agricultura «climáticamente inteligente».
La «agricultura climáticamente inteligente» (CSA, por sus siglas en inglés) es un enfoque dirigido a transformar los sistemas alimentarios, que persigue un aumento sostenido de la productividad, implementando a la vez estrategias de adaptación al cambio climático y reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero siempre que sea posible, con el objetivo de alcanzar la seguridad alimentaria en el contexto del incremento del cambio climático.
Agricultura climáticamente inteligente para transformar la vida de las personas en Tanzania
En Tanzania, las pérdidas estimadas en el sector agrícola debido al cambio climático alcanzan unos 200 millones de dólares EEUU al año. Para hacer frente a este problema, el gobierno ha armonizado la agenda climática con las políticas de desarrollo agrícola y seguridad alimentaria, y las consideraciones sobre el cambio climático se integran ahora en la planificación y el presupuesto nacionales de desarrollo. El país africano tiene también la intención de invertir más en investigación sobre la CSA para tomar decisiones informadas e involucrar a socios privados para catalizar inversiones adicionales en el sector.
El enfoque de la política nacional de Tanzania se ha desplazado así hacia la creación de resiliencia frente al cambio climático en los sistemas agrícolas y de producción alimentaria, y al fomento de la adopción de una agricultura «climáticamente inteligente», en particular entre los pequeños campesinos vulnerables.
Por ejemplo, hace varios años se introdujeron técnicas de cultivo de arroz que utilizan menos agua en cinco regiones de Tanzania: Morogoro, Iringa, Zona de los Lagos, Shinyanga y Mbeya, y ahora las utilizan cerca del 30 por ciento de todos los productores arroceros en esas zonas. Los campesinos han visto ya aumentar el rendimiento, a la que vez que usan menos recursos hídricos, algo particularmente importante en estas zonas propensas a la sequía, y están deseosos por cambiar a nuevas variedades de semillas de arroz.
Las prácticas de agricultura de conservación -implementadas en la Zona de los Lagos-, han mostrado igualmente su eficiencia. Incluían el uso de variedades de semillas mejoradas de yuca, maíz, sorgo y algodón -tolerantes a las sequías y la escasez de agua-, y el uso de fertilizantes orgánicos como estiércol para aumentar la fertilidad del suelo. Como resultado, la productividad en las áreas que practican la agricultura de conservación se ha casi cuadruplicado en comparación con las áreas cultivadas de manera tradicional.
Los investigadores nacionales han desarrollado también razas especiales de vacas lecheras de alto rendimiento y las han introducido sobre el terreno, permitiendo a los criadores reducir el número de cabezas de ganado a la vez que aumentan sus ingresos. Esto, a su vez, ayudó a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la producción ganadera y evitar que los animales al pastar dañasen los cultivos.