El aumento del nitrógeno proveniente de la contaminación atmosférica y de las actividades agropecuarias altera el ecosistema mediterráneo, degrada el matorral y favorece la aparición de plantas nitrófilas o malas hierbas, que desplazan a las especies autóctonas.
Así se desprende de una investigación liderada por científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), en colaboración con las universidades Complutense y Autónoma de Madrid, que hoy publica la revista Environmental Science and Pollution Research.
Paisaje mediterráneo
Los investigadores han trabajado durante nueve años en una finca de arbustos del sur de la Comunidad de Madrid, en la que las coscojas (Quercus coccifera), del género de las encinas, y los romeros (Rosmarinus officinails) dominan el paisaje.
Se trata de un ecosistema típicamente semiárido mediterráneo, en el que las plantas se han adaptado a vivir en suelos pobres en nitrógeno, señala el Museo de Ciencias Naturales en una nota.
El investigador de esta institución Esteban Manrique explica que se han simulado diferentes niveles de aumento de la contaminación atmosférica por nitrógeno, entre 10, 20 y 50 kilogramos de este gas por hectárea y año por encima de los entre 2,4 y 7 kilogramos que ya se depositan anualmente en este área.
Niveles altos de nitrógeno
Los resultados muestran que, por encima de los diez kilogramos por hectárea y año, el romero muestra una pérdida temprana de hojas, lo que reduce considerablemente su área de cobertura y la protección que ejerce sobre las “plántulas” de otras especies.
“Los ejemplares jóvenes parecen desarrollarse bien, pero los de más edad sufren una caída temprana de las hojas que reduce el dosel de la planta y termina provocando su muerte”, detalla Ciro Cabal, principal autor del estudio e investigador en la Universidad de Princeton.
Otro dato preocupante es cómo el exceso de nitrógeno facilita la expansión de las hierbas oportunistas, “muy competitivas, que producen gran cantidad de semillas y que aparecen cuando hay exceso de nitrógeno disponible en el suelo e impiden que crezcan las plantas autóctonas”, explica Esteban Manrique.
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