Cada año, 40 días después de terminada la Semana Santa, cientos de indígenas en Guatemala suben durante más de una hora una montaña para llegar al centro del cráter de Chicabal, que desde hace cientos de años es una laguna de agua cristalina que se ha convertido en el escenario de la «Rogativa por la lluvia».
María salió de su casa en San Martín Sacatepéquez a las 5 de la mañana. Con un ramo de flores sobre la cabeza comenzó a subir la montaña que la lleva a la laguna Chicabal.
A la mujer, de 59 años, cada vez se le dificulta más subir, pero esta es una tradición que realiza desde hace más de tres décadas, cargando las flores recién cortadas como ofrenda y que ni el peso de los años le hará desistir: “El agua nos da vida, esta laguna significa vida. Hay que agradecer“.
Después de subirse la falda, con el bordado típico de la región, y de quitarse el calzado, entra 5 metros en el agua para hacer un hoyo en la arena. Allí coloca su ramo de flores que está amarrado a un palo seco.
Al terminar de colocar la ofrenda, María se arrodilla a la orilla de la laguna y reza durante una media hora.
Nahual
En el lugar se amontonan los fieles, en su mayoría indígenas de la etnía Mam. Colocan sus ofrendas y rezan al Dios cristiano o a los dioses mayas para que esta temporada la lluvia bendiga las cosechas y los campos.
Martín Velasquéz, un guía espiritual maya, realiza una ceremonia tradicional con fuego acompañada de la “Danza de los Nahuales”, junto con otros guías que llevaron a sus hijos.
“La danza consta de los 20 animales del Nahual, este año traje a mis hijos y niños para que aprendan la ceremonia y la tradición, para que esto que es tan importante no se pierda”, señala Martín.
Niños y adultos con máscaras de murciélagos, monos, serpientes, jaguares y colibríes, entre otros, bailaron frente al lago ante la mirada de decenas de personas que escuchaban a Martín describir los nahuales y sus características.
El cráter de un volcán
El lugar sagrado se encuentra a 2.000 metros de altura, en el cráter de un volcán que pertenece a la ladera sur de la cadena volcánica del occidente de Guatemala.
La ubicación está rodeada por 40 altares, con los diferentes nahuales (espíritus) mayas.
Muchos de los creyentes duermen en la orilla un día antes de realizar “La Rogativa de la lluvia”, donde también se instalan comercios con comida y bebidas alcohólicas para amenizar la espera.
El ritual mezcla creencias mayas y católicas, y durante los meses de abril y mayo se realizan las rogativas en varias comunidades donde existen consejos de ancianos que se reúnen y definen la fecha para efectuar la plegaria.
La ceremonia tiene una fuerte conexión con los indígenas con el amor a la naturaleza y en cada oración se recuerda con gratitud los regalos del bosque, el agua, el viento y el Sol. Efeverde