América Latina cuenta con más áreas protegidas que ninguna otra región del mundo. Pero este logro no ha sido suficiente para garantizar el futuro del jaguar, el felino más grande del continente americano.
En el pasado, abundantes poblaciones de jaguar habitaban desde el sudoeste de Estados Unidos hasta Argentina. Hoy solo quedan 64.000 ejemplares de Panthera onca en la vida silvestre, y 90% de ellos están confinados a la Amazonia, especialmente en Brasil.
Los jaguares de hoy ocupan la mitad de su rango histórico. La fragmentación del territorio ha vuelto cada vez más vulnerables a estos felinos, incapaces de cazar y aparearse en áreas pequeñas. En poco más de dos décadas, las poblaciones de jaguar han disminuido hasta en 25%.
La expansión urbana y agrícola es responsable de la pérdida de hábitat, pero el crimen organizado también ha cobrado su precio en la especie. Venerado por las antiguas culturas prehispánicas como un ícono de poder asociado con los dioses, el jaguar se enfrenta ahora a la codicia de los traficantes que venden partes de su cuerpo a los mercados asiáticos ávidos por su supuesto valor medicinal.
La conexión perdida entre las Américas
Hace solo 20 años las subpoblaciones de jaguar estaban interconectadas. Un lugar clave para mantener el flujo genético de la especie era Panamá, una nación repleta de bosques tropicales que enlazan el norte y el sur del continente.
Pero el rápido desarrollo urbano e industrial concentrado en los márgenes del canal interoeánico, que atraviesa al país de costa a costa, ha creado un obstáculo insalvable para la interacción entre las poblaciones de jaguar.
Hace 10 años que no se ve un jaguar en los parques naturales adyacentes al canal. La especie se vio forzada a buscar refugio en los extremos meridionales del país y en algunas zonas aisladas, explica Ricardo Moreno, investigador asociado del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y quien preside la Fundación Yaguará, dedicada al monitoreo y la protección de los felinos.
Esta dinámica se repite en toda la región y ha desembocado en otra grave amenaza contra la especie: el conflicto con la ganadería. Ante la pérdida de territorios y presas naturales, el jaguar se ve forzado a cazar animales domésticos e inmediatamente se convierte en blanco de las represalias humanas.
Desde 1989, 360 jaguares han muerto en Panamá en manos de angustiados ganaderos.
La Fundación Yaguará y el Ministerio del Ambiente panameño trabajan juntos desde el año pasado para monitorear las poblaciones de felinos y educar a los campesinos sobre la importancia de las especies. Junto con otras organizaciones locales han colocado 500 estaciones de “cámaras trampa” en las selvas y han creado nuevos canales comunicación para que los ganaderos pidan asistencia oficial antes de optar por el rifle.
Amenazas emergentes
Mientras gobiernos, científicos y conservacionistas avanzan en la preservación del jaguar y su hábitat en toda América Latina, otro peligro se cierne sobre el felino: el aumento de la caza furtiva para el tráfico ilegal.
El comercio del jaguar está prohibido en todo el mundo, pues la especie tiene el máximo nivel de protección internacional. Pero la venta de productos medicinales hechos con su cuerpo y la exportación a Asia de partes como colmillos o genitales revelan un creciente mercado ilegal. Moreno describe esta nueva amenaza como “la muerte silenciosa del jaguar”
Productos hechos con partes del felino, como la grasa, se ofrecen en casi todos los pequeños mercados regentados por ciudadanos chinos en las comunidades panameñas de la selva del Darién, el vasto bosque que también cubre parte de Colombia, dice Moreno.
En los próximos años, la caza furtiva podría convertirse en la amenaza número uno contra la especie, alerta otro biólogo Enzo Aliaga-Rossel, investigador asociado del Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés, en Bolivia.
Quedan entre 2.000 y 3.000 jaguares en el país andino. Pero si se tiene en cuenta el número de colmillos decomisados, es posible que la caza ilegal haya arrasado con más de 200 de estos ejemplares en los últimos años, calcula Aliaga-Rossel.
“El tráfico de colmillos de jaguar puede estar relacionado a la reciente llegada de compañías chinas involucradas en grandes proyectos de desarrollo. Un gran número de trabajadores chinos puede significar gran número de potenciales clientes de los productos de vida silvestre, y también potenciales comerciantes”, indica Aliaga-Rossel.
Los traficantes se aprovechan de la pobreza de los campesinos bolivianos: les ofrecen grandes sumas de dinero por los cadáveres de jaguar y lo hacen en los espacios públicos y en las radios comunitarias.
“El tigre se redujo dramáticamente debido al tráfico; tememos que los jaguares enfrenten el mismo destino si no se toman inmediatamente acciones preventivas”, alerta Aliaga-Rossel.
Luchando por los jaguares
Grandes esfuerzos tienen lugar en la región para proteger a la especie. Gracias a estas iniciativas, en México, por ejemplo, la población de jaguar se ha duplicado desde 2002, alcanzando los 4.000 individuos.
«México ha invertido fuertemente en la preservación del jaguar, ya que es una especie tan emblemática», explica Antonio de la Torre, del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Este instituto lidera uno de los proyectos más exitosos para proteger al gato, en la reserva de la biosfera de Calakmul, en la península de Yucatán. Seiscientos jaguares viven en este paraíso verde, donde los esfuerzos de conservación comenzaron hace 20 años.
«Los proyectos exitosos combinan investigación científica, medidas de gestión ambiental y políticas públicas, con una visión a largo plazo; pero, sobre todo, requieren la participación de las comunidades locales «, agrega De la Torre.
Además de los esfuerzos de los países de la cuenca del Amazonas, que es el mayor bastión de jaguares en el mundo, varias iniciativas están ayudando las poblaciones de jaguares a prosperar nuevamente. Ese es el caso en el Parque Nacional de Iguazú en Brasil y del Gran Chaco en Paraguay.
Proteger a los grandes felinos es el llamado del Día Mundial de la Vida Silvestre 2018 el 3 de marzo. La campaña pretende impulsar el apoyo a las numerosas acciones mundiales y nacionales que se están llevando a cabo para salvar estas especies icónicas.
La campaña Feroz por la Vida de ONU Medio Ambiente también lucha para proteger a los grandes felinos del mundo, con un llamado mundial para detener el tráfico ilegal.
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