La escesez de este bien tan básico constituye un desafío para la humanidad, debido a las consecuencias del cambio climático, la contaminación o la carencia de capacidad e infraestructuras, entre otros.
En el VIII Foro Mundial del Agua, se ha presentado un documento elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la Alianza Mundial en favor del Agua y la Universidad Estatal de Oregón que ofrece más de cien estudios detallados, analizando sus resultados en términos de datos demográficos, temperaturas de la superficie y registros de precipitaciones.
En un mensaje en vídeo dirigido al Foro, el director general de la Organización, José Graziano da Silva, advirtió que dos tercios de la población mundial viven en condiciones de grave escasez de agua al menos una parte del año.
Ante esta situación, la migración es una respuesta frecuente y de la misma forma los movimientos de población tienen repercusiones en las comunidades de acogida y, en particular, en su disponibilidad de agua.
“Es esencial asegurarse de que la interacción entre la escasez de agua y la migración no se convierta en una de agravamiento mutuo”, aseguró Olcay Unver, director adjunto al frente de la División de Tierras y Aguas.
La naturaleza y su fuerza migratoria
Recientemente, se ha documentado que existe una amplia variedad de fenómenos naturales que afectan a la estabilidad de los países y, en concreto, en la agricultura, lo que en muchas naciones provoca escasez de cultivos y aumenta el precio de los alimentos, dañando las condiciones de vida de sus habitantes.
En 2007, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático definió por primera vez el concepto de “migrante ambiental”, una persona que se ve obligada a abandonar su lugar de residencia habitual de forma provisional o permanente cuando su vida se ve afectada por cambios repentinos en el medio ambiente.
Esto enfatizó la necesidad de establecer políticas para abordar las presiones migratorias a las que se enfrenta parte de la población mundial y permitió que se reconociesen los derechos de los migrantes que huyen por motivos ambientales.
La escasez de agua, causa y consecuencia
El estrés hídrico, que según el informe podría situarse dentro de estas presiones, surge cuando no se puede satisfacer la demanda de agua debido a que disminuye su disponibilidad o calidad. Algunas de las causas más frecuentes son las temperaturas extremas, la sequía, las precipitaciones, la vulnerabilidad a las inundaciones y la expansión de los sectores económicos que utilizan este bien.
“Analizar las tendencias de la escasez de agua y prepararse ante ella resulta particularmente valioso, ya que permite intervenir para mitigar la presión de la migración forzada”, señaló Eduardo Mansur, director de la División de Tierras y Aguas.
El documento determina que, de la misma forma que muchos otros factores de emigración, la escasez de agua perjudica las expectativas que las personas tienen sobre sus medios de subsistencia, destruye los recursos y altera el ritmo con el que la gente cambia de residencia.
La agricultura desempeña un papel protagonista en la gestión de este bien, ya que es responsable de hasta el 70 % del gasto de agua dulce. Según Graziano da Silva, este sector es el “villano” que gasta y contamina agua, amenazando la sostenibilidad de los ecosistemas.
La agricultura se considera el villano.
En este sentido, también cobran especial relevancia las sequías. A pesar de que las inundaciones y las tormentas dañan la producción agrícola, se ha establecido que el impacto las sequías en la decisión de migrar es mayor y constituye un factor determinante. De hecho, entre 2005 y 2015, los desastres naturales provocaron pérdidas por valor de 96.000 millones de dólares y las sequías son responsables del 83 %, por lo que constituyen “el desastre natural más costoso para la economía global”, señala Patricia Mejías Moreno, representante de la Organización.
Las personas que dependen de la agricultura, sobre todo en los países en desarrollo, son las que, a su vez, se ven más afectadas por la carencia de agua y pueden no tener otra alternativa que emigrar en busca medios de subsistencia alternativos. “Pero la migración debería ser una opción, y no la única alternativa que les quede”, subrayó Graziano da Silva.
Consecuencias para las comunidades de acogida
El informe también presta atención al impacto que generan los migrantes en sus nuevas comunidades.
La migración involuntaria, insegura y gestionada de forma ineficaz puede tener repercutir negativamente en las poblaciones de acogida, aumentando las vulnerabilidades. La llegada de migrantes supone una mayor presión sobre los recursos, incluida el agua, y generan tensiones entre ellos y los habitantes de sus nuevas comunidades. Por ejemplo, en los asentamientos informales a menudo se utilizan formas de uso de la tierra que emplean el agua de forma ineficiente, dañan los ciclos hidrológicos locales o alteran los sistemas tradicionales que incentivan su conservación.
De manera paralela, los migrantes pueden contribuir positivamente a la gestión del agua y al desarrollo tanto en las comunidades de origen como de acogida a través de buenas prácticas y transferencia de habilidades y conocimientos.
Más allá de la migración, la pobreza
En algunas localidades, el estrés hídrico provocado por el calor y las sequías conduce a la pobreza, un aspecto que en muchos casos impide a las poblaciones afectadas migrar para buscar mejores oportunidades y deteriora sus condiciones de vida.
“Otra cosa que puede ocurrir es que la falta de lluvias recurrentes a lo largo de los años, que disminuyan la productividad de los cultivos, haga que aumenten los niveles de pobreza entre las comunidades agrícolas y esto a su vez que las comunidades no tengan ni siquiera la capacidad de optar a inmigrar”, indica Patricia Mejías.
Cómo abordar el estrés hídrico
Existen una serie de recomendaciones políticas que podrían ayudar a mitigar el impacto de la escasez de agua en la migración. De acuerdo con el documento, las sequías y otros fenómenos relativos a la falta de agua ejercen influencia sobre la población si sus consecuencias se extienden a largo plazo. Por lo tanto, se trata de abordar los problemas sobre el terreno.
En este contexto, la FAO está intentando promover que los países cuenten con políticas de gestión de sequías y con medios para que los agricultores tengan más capacidad de resistencia. Para ello, es necesario invertir para diversificar las formas de subsistencia de las comunidades, ofrecer protección social para los más vulnerables, promover los programas de formación y garantizar salarios mínimos.
Mansur explicó que “las estrategias de adaptación agrícola afectan a la necesidad de muchas personas de migrar y deben tenerse en cuenta de forma explícita en las políticas frente al cambio climático”, y añadió que “permitir la adaptación proactiva es una estrategia más efectiva y sostenible que ofrecer una respuesta humanitaria reactiva ante dificultades a gran escala”.
No solo debemos producir con menos agua, sino hacerlo con un impacto menor.
Asimismo, resulta imprescindible emprender políticas que aumenten la productividad del agua y promuevan su uso de forma sostenible y eficaz. El director general de la Organización para la Alimentación y la Agricultura destacó, por ejemplo, el uso del riego por goteo, que permite la utilización óptima de agua.
“Todas estas medias van a mejorar las condiciones de vida de los pequeños agricultores y, por tanto, seguramente van a ayudar a regularizar los flujos migratorios”, declaró Patricia Mejías.
Colaboración institucional
La Organización para la Alimentación y la Agricultura participa en varias plataformas para combatir el estrés hídrico. Entre ellas, copreside junto con la Organización Internacional para las Migraciones el Grupo Mundial sobre Migración, desde donde promueven la colaboración entre agencias de las Naciones Unidas para apoyar las negociaciones intergubernamentales que conducirán a la adopción del Pacto Mundial para una migración segura, ordenada y regular.
Igualmente, la Organización trabaja con cerca de cincuenta instituciones en el marco mundial sobre escasez de agua y es miembro de ONU-Agua, donde colabora con otras treinta agencias para gestionar los servicios de abastecimiento y saneamiento de este recurso.