Sara Gómez Armas.- EFEverde.- El agua cristalina y la arena blanca han recuperado su esplendor en la paradisíaca isla filipina de Boracay, destino turístico vetado al público durante seis meses para frenar la expansión hotelera descontrolada, la contaminación y los vertidos al mar.

Conocida por sus fiestas sin fin, la masificación de esta isla escaló hasta superar el año pasado los dos millones de turistas en poco más de mil hectáreas de territorio, lo que llevó al presidente Rodrigo Duterte a ordenar el pasado 26 de abril la clausura de lo que calificó de “cloaca”.

 

Boracay sin turistas

Después de meses en los que fue una isla desierta, sin turistas y con los negocios cerrados, esta semana se ha iniciado una apertura piloto con la llegada de más de un millar de visitantes filipinos para ensayar ante la inauguración oficial de la nueva Boracay el próximo 26 de octubre.

“El presidente estaba muy enfadado por la condición del agua. Ahora está limpia y transparente. También hemos trabajado en concienciar a la gente sobre la importancia de cuidar el entorno”, explica a EFE el subsecretario del Departamento de Medio Ambiente, Benny Antiporda.

La idea es transformar Boracay en un ejemplo de turismo sostenible para otros destinos “de moda” en Filipinas, como El Nido, en la isla de Palawan, o Panglao en Bohol, y para “el resto del mundo”, indica Antiporda.

La situación fue especialmente grave en la playa de Bulabog -célebre por sus fiestas nocturnas y los deportes acuáticos de día- donde varios hoteles construyeron tuberías ilegales para verter directamente sus aguas residuales al mar.

Las nuevas normas son estrictas: prohibido fumar o beber alcohol en la playa o colocar hamacas y sombrillas. Tampoco está permitida la venta ambulante ni dar masajes y los deportes acuáticos sólo se podrán practicar más allá de los cien metros desde la orilla.

Para algunos las medidas son excesivas, aunque las autoridades aseguran que serán implacables a la hora de aplicarlas, para lo que han creado incluso un grupo de vigilantes civiles que supervisarán la limpieza de las playas y reprenderán a los infractores.

 

Tirar basura estará castigado incluso con penas de prisión en la nueva Boracay, donde también se ha limitado la capacidad de turistas a 19.200 por día.

“Estamos felices de que por fin se haya rehabilitado la isla. Hemos sacrificado mucho pero creo que es mejor sacrificarse ahora seis meses que hacerlo luego para siempre”, apunta Junthir Flores, que ahora entrena con su equipo de frisbee en la playa sin necesidad de apartar basura ni miedo a cortarse con un cristal.

Según Flores, natural de Boracay que ha participado como voluntario en las tareas de limpieza durante el cierre, las playas “han recuperado el aspecto que tenían en los años noventa”, cuando era un niño antes de la invasión turística.

Turismo sostenible

A pesar de quedarse sin trabajo estos seis meses porque trabajaba como recepcionista en un hotel, Angela Rodríguez está convencida de que había que tomar medidas contra el turismo masificado: “comían y bebían en el mar y tiraban latas de cerveza al agua”.

“Ahora está más limpia y se ve hasta más amplia la playa”, antes colonizada por hamacas, barcas y sombrillas, señala Rodríguez, que recibió la compensación de 15.000 pesos (270 dólares) concedida por el gobierno a los afectados por la pérdida temporal de empleo.

Boracay

Carretera en construcción en la isla de Boracay (Filipinas). EFE/Mark R. Cristino

Los hoteles ya han empezado a aceptar reservas, pero sólo podrán hacerlo aquellos que ya hayan obtenido el permiso de las autoridades porque cumplen con los nuevos requisitos en materia medioambiental, como un sistema adecuado de drenaje y tratamiento de basura.

De los más de 600 establecimientos hoteleros que operaban en Boracay en abril, ahora sólo cuentan con el permiso alrededor de un centenar, aunque desde el Departamento de Turismo aseguran que para el día 26 estarán en funcionamiento todos los hoteles que cumplan con las nuevas normas.

No obstante, las autoridades advierten de que será una “apertura suave” ya que la rehabilitación de la isla no está completa y han pedido a los hoteles que “moderen las expectativas” de sus huéspedes porque la reconstrucción de Boracay no estará completa hasta el año que viene.

Y es que dar un paseo más allá de las playas es imposible: las obras para ensanchar la única carretera que atraviesa la isla están atrasadas y el tráfico es casi imposible, las aceras están levantadas y la mayoría de los establecimientos siguen enfrascados en tareas de reconstrucción.

Los hoteles y restaurantes en primera línea de playa han tenido que recortar sus dimensiones ya que las nuevas regulaciones sólo permiten edificar más allá de los 30 metros desde la orilla para respetar la vegetación natural que decora ese paisaje.

“Si al final van a continuar los trabajos de reconstrucción después de la apertura, ¿era necesario cerrar la isla seis meses?”, se lamenta la dueña de un hotel que prefirió no revelar su nombre. EFEverde