Tras la adopción, una horas antes en Marrakech, del Pacto Mundial para la Migración, António Guterres destacó que la Declaración, el texto más traducido del mundo, ha originado un abundante número de tratados internacionales de derechos humanos jurídicamente vinculantes y que sus 30 artículos forman un compendio de medidas prácticas “para fomentar la paz y el desarrollo sostenible”.
“Los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos consagrados en este documento fundacional nos pertenecen a todos, independientemente de la raza, el color, el género, el idioma, la fe o la opinión”, dijo.
Los derechos humanos no se pierden
Guterres indicó la conveniencia de la celebración en el marco del encuentro en Marrakech ya que el Pacto representa un paso importante “para conseguir la seguridad y dignidad de millones de personas”.
“En él se expone en términos prácticos cómo los Estados miembros y otras partes interesadas pueden respetar, proteger y hacer efectivos los derechos humanos de todos los migrantes, de conformidad con la Declaración Universal”, resaltó.
El Secretario General recordó que las personas que redactaron hace 70 años los 30 artículos sentaron las «bases de la libertad, la justicia y la paz en el mundo», tras el Holocausto y “la carnicería” que supuso la Segunda Guerra Mundial.
Asimismo, mostró su preocupación ante el actual retroceso de las garantías fundamentales; la presión que soportan sus defensores; la desigualdad de género; la ola de xenofobia, racismo e intolerancia y el crecimiento del autoritarismo.
Guterres manifestó que la solución a los problemas que padece la sociedad “reside en mantener nuestro compromiso común de defender los derechos humanos y la dignidad e igualdad inherentes a cada ser humano”.
“Los derechos humanos son la piedra angular de la soberanía de los Estados, son un instrumento para ayudar a los Estados y a las sociedades a crecer y a resistir. Ayudan a empoderar a las mujeres y las niñas. Ayudan a avanzar en el desarrollo. Ayudan a prevenir los conflictos y a garantizar un mundo justo, equitativo y próspero.
Sin embargo, el titular de la ONU recordó que queda mucho trabajo por hacer para lograr que los derechos humanos “sean una realidad para todos”.
Un recuerdo para los fundadores del Texto
Por su parte, la presidenta de la Asamblea General, María Fernanda Espinosa, agradeció a los primeros “arquitectos” de la Declaración, tanto hombres como mujeres de todo el mundo, que adoptaron el documento el 10 de diciembre de 1948 en la ciudad de París.
Desde ese momento, “la Asamblea General ha contribuido a la creación de instrumentos de promoción y defensa de los derechos humanos”, resaltó, como la celebración del 25 aniversario de Declaración de Viena, que reafirmó los derechos humanos como “universales, indivisibles e interdependientes” y el establecimiento del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Espinosa desveló que durante las próximas semanas convocará sesiones plenarias con motivo de esta efeméride. Los encuentros constituirán una oportunidad única para promover los derechos humanos a nivel mundial. “Es, de hecho, un imperativo moral”, manifestó.
El Pacto Mundial es un documento vital
La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, destacó la vigencia de la Declaración ya que nos une “como seres humanos, independientemente de nuestro sexo, raza, creencia, orientación sexual, nacionalidad, situación migratoria o cualquier otro factor.
Bachelet también resaltó la importancia de la adopción del Pacto Mundial para la Migración al que calificó como “vital” para los derechos humanos. El texto no solo demuestra que es posible la cooperación multilateral, sino que produce mejores resultados “que el aislacionismo y el desprecio por los demás”.
“Los seres humanos hambrientos y desesperados que buscan la seguridad y la dignidad necesarias para vivir no son una invasión hostil o un maremoto catastrófico. Son víctimas, no perpetradores; son personas como nosotros, cansadas y necesitadas. Y se están moviendo -muchos de ellos- porque no tienen ninguna otra opción”.
No obstante, reconoció que, aunque ningún Estado tiene la obligación de acoger a todas las personas que llegan a sus fronteras, los seres humanos están obligados a admitirlos “por el imperativo de la compasión”.
“La sangre solo tiene un color. El dolor es el mismo independientemente del idioma en que gritemos. Todos somos iguales, sin importar el lugar de nacimiento, el género, raza, etnia o creencia, nuestro estado de discapacidad o nuestra posesión de documentos administrativos específicos”, dijo.
La Alta Comisionada recordó la vigencia de la Declaración Universal, “un documento vivo, tan poderoso y válido hoy como lo fue en las cenizas y escombros de la destrucción mundial”, capaz de guiar al mundo hacia mayores niveles de paz, dignidad y justicia.