Llevar el maillot amarillo es pura felicidad, pero también un peso sobre los hombros. En algún momento de la etapa hubo tensión en el pelotón, y hablé con los corredores implicados para tratar de calmar los ánimos. Les dije que no tomaran riesgos, que no era necesario porque yo no iba a atacar. Mañana es la etapa más dura de los Alpes. Me duelen las piernas, como a todos, pero mentalmente estoy más fuerte que nunca y muy motivado para defender el liderato. Nunca imaginé llegar en esta posición al final del Tour de Francia y estoy deseando afrontar este desafío.
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