Ginebra, 23 de marzo de 2020 — El cambio climático afecta en gran medida el agua que, a su vez, incide en el desarrollo sostenible y la seguridad. Pero, a diferencia de lo que sucede con la información sobre el aumento de las temperaturas que se coordinada internacionalmente, los datos sobre los recursos hídricos son incompletos y están dispersados.
Por ello, este año el Día Mundial del Agua y el Día Meteorológico Mundial están dedicados al agua y el clima. En ese contexto se aborda la dificultad de no poder gestionar lo que no se vigila ni se mide, un mensaje que, lamentablemente, se ha vuelto moneda corriente en el contexto actual de la pandemia del COVID-19.
Al unir estas dos celebraciones internacionales, que tienen lugar los días 22 y 23 de marzo respectivamente, se busca dar más visibilidad al agua en el debate climático. Debido a la actual pandemia de coronavirus, no se celebrarán actualmente ceremonias ni actividades oficiales para conmemorar el 70º aniversario de la OMM, sino que tendrán lugar más adelante en el curso del año.
El Día Meteorológico Mundial pone de relieve la contribución fundamental que aportan los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales a la seguridad y al bienestar de la sociedad. Esta labor se lleva a cabo las 24 horas, sin interrupción, pese a las dificultades y limitaciones que ocasione la actual pandemia.
«Sentimos los efectos del cambio climático principalmente a través del agua: más crecidas, más sequías y más contaminación. Al igual que los virus, estos choques climáticos y relacionados con el agua no conocen fronteras naturales», dijo el Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas.
«El mundo debe demostrar la misma unidad y determinación en la acción climática y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que para contener la pandemia del coronavirus», añadió.
«Los cambios en la distribución mundial de las precipitaciones están teniendo importantes repercusiones en muchos países. El nivel del mar aumenta a un ritmo cada vez mayor debido a la fusión de los glaciares más grandes, como los de Groenlandia y la Antártida. Ello está exponiendo las zonas costeras y las islas a un mayor riesgo de inundación y a la sumersión de zonas bajas”, explicó el señor Taalas.
Cada gota cuenta
El agua es vida. En promedio el ser humano no puede vivir más de tres días sin ella. En medio de la pandemia del COVID-19, alrededor de 3 000 millones de personas en todo el mundo carecen de instalaciones básicas para lavarse las manos.
Más de 2 000 millones de personas viven en países que sufren un gran estrés hídrico, y unos 4 000 millones padecen una grave escasez de agua durante al menos un mes al año. De aquí a 2050, la demanda mundial de agua dulce aumentará entre un 20 % y 30 % respecto del nivel actual.
La mayoría de los ríos y las masas de agua dulce son transfronterizos, y las decisiones que un país adopte en relación con la gestión de recursos hídricos a menudo repercuten en otros países, de modo que el agua se convierte en una posible fuente de paz y de conflicto.
Cambio climático y agua
El cambio climático está afectando la cubierta de nieve y las «torres de agua del mundo», es decir, la nieve y el hielo de las montañas que alimentan las fuentes de agua dulce. El derretimiento de importantes glaciares se viene produciendo durante más de tres decenios, según informan servicios internacionales de vigilancia, lo que está llevando a un aumento de los peligros a corto plazo, como los deslizamientos de tierras y las avalanchas, y a una disminución a largo plazo de la seguridad hídrica para las generaciones futuras.
Actualmente un porcentaje mucho mayor de la precipitación anual se concentra en episodios de precipitación extrema en lugar de distribuirse de manera más uniforme a través del año, potenciando así el riesgo de crecidas repentinas, uno de los desastres naturales más mortíferos.
En muchas partes del mundo, la distribución de las precipitaciones estacionales se está volviendo más errática, lo que afecta a la agricultura, la seguridad alimentaria y los medios de vida de millones de personas.
En la Declaración sobre el estado del clima mundial en 2019, producida por varios organismos y coordinada por la OMM, se afirma que tras un decenio durante el que se registró una disminución constante de los niveles de hambre, esos niveles vuelven a aumentar —más de 820 millones de personas sufrieron hambre en 2018.
La situación de la seguridad alimentaria se deterioró notablemente en 2019 en algunos países del Gran Cuerno de África a causa de los fenómenos climáticos extremos, los desplazamientos, los conflictos y la violencia. Marzo y abril fueron meses con condiciones extraordinariamente secas y, posteriormente, entre octubre y diciembre, se produjeron lluvias inusualmente intensas y crecidas, que contribuyeron a la peor invasión de langostas del desierto en décadas.
De acuerdo con la declaración sobre el clima, entre enero y junio de 2019 se contabilizaron más de 6,7 millones de nuevos desplazamientos internos provocados por crecidas y ciclones tropicales en el sudeste de África, el sur de Asia y el Caribe. Según las previsiones, esa cifra aumentaría de 17,2 millones en 2018 a cerca de 22 millones en 2019. De todos los peligros naturales, las crecidas y las tormentas fueron los que más provocaron desplazamientos.
Cuenta cada gota
La gestión del suministro de aguas superficiales y la reducción de riesgos de desastre se apoyan en los datos hídricos y climáticos. Estos incluyen cálculos de la frecuencia y la duración de precipitaciones intensas, la precipitación máxima probable y el pronóstico de crecidas.
Y aun así, cuando se hace hoy más necesaria que nunca, la capacidad para pronosticar, vigilar y gestionar los recursos hídricos es inadecuada y está fragmentada.
El agua y el clima son elementos esenciales de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el conjunto de 17 temas transversales que adoptó la comunidad internacional en 2015. A diez años de 2030, el año fijado como plazo para alcanzar las metas, la OMM está redoblando sus esfuerzos.
«Es preocupante que el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6, que se centra en el agua limpia y el saneamiento, esté tan lejos de cumplirse», se lamentó el señor Taalas.
El año pasado la Asamblea General decidió que debía acelerarse el cumplimiento. Con ese propósito, la OMM está trabajando codo a codo con otros miembros y asociados de ONU-Agua y otras partes interesadas mediante una coalición de agua y clima, cuya labor se centra en la financiación, los datos y la información, la gobernanza, el desarrollo de la capacidad y la innovación.
El rol de los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales es fundamental en este esfuerzo. A ese respecto, el Decimoctavo Congreso Meteorológico Mundial adoptó, en 2019, la decisión estratégica de acabar con la división, en compartimentos estancos, de las comunidades meteorológica e hidrológica.
La OMM se ha comprometido a satisfacer ocho aspiraciones a largo plazo relacionadas con el agua de modo que:
· nadie se vea sorprendido por una crecida;
· todos estén preparados para la sequía;
· se cuente con datos hidroclimáticos y meteorológicos que sirvan de apoyo al programa de seguridad alimentaria;
· se cuente con datos de calidad útiles para la ciencia;
· la ciencia proporcione una base sólida para la hidrología operativa;
· se tenga un conocimiento profundo de los recursos hídricos a nivel mundial;
· el desarrollo sostenible se apoye en la información sobre todo el ciclo hidrológico; y
· se sepa cuál es la calidad del agua.
Cada 23 de marzo se celebra el Día Meteorológico Mundial para conmemorar la entrada en vigor, el 23 de marzo de 1950, del Convenio por el que se estableció la Organización Meteorológica Mundial. Esta conmemoración pone de relieve la contribución fundamental que aportan los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales a la seguridad y al bienestar de la sociedad, y se celebra mediante diversas actividades en todo el mundo. Los temas elegidos para el Día Meteorológico Mundial reflejan cuestiones de actualidad relacionadas con el tiempo, el clima o el agua.