Las medidas adoptadas para contener la pandemia de la enfermedad provocada por el coronavirus han reducido la actividad económica y han comportado mejoras localizadas en la calidad del aire. Con todo, es demasiado pronto para evaluar las consecuencias que ello puede tener en las concentraciones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático a largo plazo. Hasta estas fechas del año, las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) registradas en algunas de las estaciones de observación más importantes han sido más elevadas que las del año pasado.

Toda disminución de las emisiones a raíz de la crisis económica provocada por el COVID-19 no exime de la adopción de medidas coordinadas de índole climática, según apunta la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

“A pesar de las reducciones locales en los niveles de contaminación y de la mejora de la calidad del aire, sería irresponsable subestimar los colosales retos para la salud mundial y la gran pérdida de vidas a escala global que entraña la pandemia del COVID-19”, dijo el Secretario General de la OMM, Petteri Taalas. “Sin embargo, es el momento de plantear estrategias que permitan utilizar los paquetes de estímulo económico como base para una transición a largo plazo hacia prácticas personales y negocios más respetuosos con el medioambiente y el clima”.

“La experiencia acumulada indica que las disminuciones en las emisiones producidas durante crisis económicas van seguidas de un rápido repunte. Debemos cambiar esa tendencia”, explicó.

“El mundo tiene que demostrar la misma unidad y compromiso con la acción climática y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que con la contención de la pandemia de la enfermedad provocada por el coronavirus”, añadió. “El fracaso en la mitigación de los efectos del cambio climático podría entrañar mayores pérdidas económicas y de vidas durante los próximos decenios”, señaló.

Según un análisis efectuado para Carbon Brief, las medidas de confinamiento y la reducción de la actividad económica en China supusieron una disminución estimada del 25 % en las emisiones de CO2 durante cuatro semanas.

La Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG) de la OMM coordina las actividades mundiales de realización de observaciones de alta calidad y a largo plazo de las concentraciones de gases de efecto invernadero. Se entiende por emisión la cantidad de gas que va a la atmósfera, y por concentración la cantidad que permanece en ella después de las complejas interacciones que tienen lugar entre la atmósfera, la biosfera, la litosfera, la criosfera y los océanos.

El CO2 permanece en la atmósfera y en los océanos durante siglos. Esto significa que el mundo está abocado al cambio climático continuado con independencia de cualquier reducción transitoria en las emisiones debida a la pandemia de la enfermedad provocada por el coronavirus.

La concentración media mensual de CO2 atmosférico registrada el mes de febrero en el observatorio de Mauna Loa, en Hawái, fue de 414,11 partes por millón (ppm), en comparación con las 411,75 ppm de febrero de 2019, según datos de la Administración Nacional del Océano y de la Atmósfera (NOAA) de los Estados Unidos de América. La de Mauna Loa es la estación de observación con los registros continuados más largos de todo el mundo y es, además, una estación de referencia de la red de la VAG. En otra estación de referencia de la red, la del cabo Grim de Tasmania, la concentración media de CO2 fue de 408,3 ppm en febrero, una cifra que aumentó en comparación con las 405,66 ppm de febrero de 2019, según la Organización de Investigaciones Científicas e Industriales de la Commonwealth (CSIRO).

Los océanos absorben aproximadamente una cuarta parte de todas las emisiones. Otra cuarta parte la absorbe la biosfera terrestre, incluidos los bosques y la vegetación, que hacen las veces de “sumideros” de carbono. La biosfera terrestre captura de forma natural una cantidad de CO2 similar a la que libera a lo largo del año en un ciclo estacional. Por consiguiente, las concentraciones medias mundiales de CO2 suelen incrementarse hasta el mes de abril o mayo.

La magnitud de ese efecto natural es mucho mayor que la reducción de las emisiones debida a la reciente desaceleración económica. Así pues, es demasiado pronto para extraer conclusiones definitivas sobre la importancia de esta ralentización económica para las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero. Tras la crisis financiera mundial de 2008/2009, se produjo un marcado incremento de las emisiones en las economías emergentes, un retorno a la senda de aumento de las emisiones en las economías desarrolladas y una intensificación en el uso de combustibles fósiles en la economía mundial, según un estudio publicado en Nature Climate Change.

En 2018, las fracciones molares de los gases de efecto invernadero alcanzaron nuevos valores máximos: las fracciones molares medias mundiales de dióxido de carbono (CO2) se situaron en 407,8 ± 0,1 partes por millón (ppm), las de metano (CH4), en 1 869 ± 2 partes por mil millones (ppmm), y las de óxido nitroso (N2O), en 331,1 ± 0,1 ppmm. Según datos preliminares, las concentraciones de gases de efecto invernadero siguieron aumentando en 2019.

Calidad del aire

Las observaciones ponen de manifiesto que las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2) se han reducido significativamente mientras las medidas de confinamiento han estado en vigor en China e Italia. En el caso de este último país, las observaciones en superficie realizadas por el servicio de vigilancia atmosférica de Copernicus (SVAC) de la Unión Europea han confirmado una tendencia gradual de reducción de aproximadamente un 10 % semanal a lo largo de las últimas cuatro a cinco semanas.

El NO2, un contaminante gaseoso generado por la quema de combustibles fósiles a altas temperaturas, es nocivo para la salud de las personas y un precursor del ozono cercano a la superficie, que afecta negativamente a la salud humana y a los ecosistemas, además de ser un forzador climático de corta vida. Por lo general, el NO2 permanece en la atmósfera menos de un día antes de depositarse sobre el suelo o reaccionar con otros gases de la atmósfera. Por consiguiente, los efectos de la reducción de las emisiones son visibles poco después de que se hayan producido.

Las mediciones del ozono en superficie realizadas en la estación de la VAG de Monte Cimone —que domina el valle del Po, en el norte de Italia— muestran una reducción en marzo de 2020, según datos en bruto. Sin embargo, es demasiado pronto para extraer conclusiones definitivas sobre la importancia de este hecho para las concentraciones de gases de efecto invernadero, según explica el Consiglio Nazionale delle Recerche de Italia y el Instituto de Ciencias Atmosféricas y Climáticas.

También se han registrado disminuciones en las concentraciones de partículas en suspensión (PM). Cabe destacar que, según recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS), las PM2,5 son uno de los contaminantes atmosféricos más importantes en cuanto a sus efectos para la salud.

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