El receptor pidió un slider. El lanzador Kevin Rychel lo rechazó.

Rychel todavía se sigue preguntando, todos estos años después, por qué lo hizo. En aquel entonces era raro que el diestro rechazara un lanzamiento del catcher, en medio de una carrera de siete años en ligas menores en la organización de los Piratas. Pero en esta húmeda noche de julio en Birmingham, Alabama en un partido de Doble-A que quedaría para la historia solamente por este momento, la mente de Rychel se nubló, su hombro de lanzar ya mostraba síntomas de lo que se convertiría en un desgarro del labrum y su fe en su recta era, sólo en retrospectiva, excesivamente ambiciosa.

Y así pasó su bola rápida por el centro en contra del larguirucho jardinero cuyo promedio de bateo apenas merodeaba la línea Mendoza, y el bate de 33 onzas conectó la recta ante la mirada de miles de atentos espectadores. La bola burló la valla del jardín izquierdo, la fanaticada explotó de emoción y Rychel colgó su cabeza.

“¿Qué acabo de hacer?”, se preguntó a sí mismo.

De regreso en el clubhouse de los visitantes, y después de haber sido removido del partido, Rychel enfrentó la misma pregunta del manager de su equipo, Carolina Mudcats. Bob Meacham había sido expulsado del juego, y sólo el rugir de la audiencia en el Hoover Metropolitan Stadium era su única pista de lo que acababa de suceder. Rychel no era un lanzador propenso a ceder cuadrangulares. De hecho, el derecho tenía una tasa de por vida de 0.5 jonrones por cada nueve entradas. Por lo tanto, Meacham nunca habría sospechado que Rychel estaría del lado negativo en este momento tan memorable.

“¿Sucedió?”, preguntó Meacham.

“Sí”, respondió Rychel, “sucedió”.

Michael Jordan había conectado su primer cuadrangular.

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