El proceso se acelera. Hace 10 días, Egan Bernal volvió a salir a entrenarse por las calles de su Zipaquirá. Dos horas al día. Solo. La subida de San Jorge, la subida del Águila. “No pienso en el Tour, no puedo pensar ahora”, había declarado unos días antes, cuando comenzaba el confinamiento y su horizonte, y el de todos, nunca iba más allá del día siguiente, y la celebración del Tour, la defensa de su maillot amarillo, era aún quimera. No tardó mucho el horizonte a despejarse mínimamente y, aunque aún brumoso, no tardó nada el ciclismo y los ciclistas en mirar un pelín más allá.

El Tour anunció sus nuevas fechas (29 de agosto-20 de septiembre) y a su alrededor la Unión Ciclista Internacional (UCI) ha construido su calendario, amalgama de carreras embutidos más de 100 días de competición confundida (clásicas de pavés y de Ardenas, grandes vueltas, pequeñas vueltas) en justos 100 días de calendario. Y Egan Bernal, que en el rodillo, encerrado en su casa con jardín junto a su familia, y desde los 18 años, desde que inició su vida de campeón nómada, nunca había pasado tantos días en casa, apenas forzó la marcha, ha pasado a otra dimensión, física y mental, una vez libre en la calle (aunque guardando las distancias, un mínimo de cinco metros, con otros que le acompañan en sus salidas). Y ya hasta habla del Tour, que si ya no es quimera sí que es aún hipótesis, pues la evolución del coronavirus, siempre imprevisible, mantiene en el aire todas las buenas voluntades.

Y el discurso de Egan (pronúnciese Igan también), sus declaraciones este jueves en La Montonera de Eurosport, no ha cambiado ni una coma respecto al que pronunció en febrero, cuando nadie sospechaba que la temporada se iba a cortar abrupta dos semanas más tarde. “Para el equipo puede ser interesante que Froome pueda ganar su quinto Tour de Francia o que lo pueda ganar Geraint Thomas. Ambos son británicos como el propio equipo por lo que la posición es lógica”, dice el colombiano, de 23 años, que cuando ganó el Tour del 19, y fue el ciclista más joven que lo ganaba en un siglo, lo hizo compartiendo el liderato nominal del equipo Ineos con el galés Thomas, el ganador del 18, en ausencia de Froome, caído y roto en la Dauphiné un mes antes. “Thomas también quiere ganar su segundo Tour de Francia y Froome quiere volver para ganar esta competición por quinta vez. En cuanto a mí, sé que soy joven y ya he ganado esta carrera una vez y no voy a desperdiciar una oportunidad de ganar otro Tour de Francia. Si estamos al 100% ninguno vamos a sacrificarnos. Tendremos que esperar para saber cómo llegamos todos y la propia carrera decidirá lo que pasará”.

No hace nada ya salió Froome en los medios recordando que el retraso del Tour le va de maravilla para terminar de recuperarse de las fracturas de cadera y codo que sufrió en junio pasado, y que se siente tan bien que no duda que este septiembre ganará su quinto Tour, y no solo eso, también su segunda Vuelta. Será, quizás la última oportunidad que tenga el británico, que cumple 35 años el 20 de mayo, para entrar a formar parte junto a Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain del club de los pentacampeones del Tour.

Si esta temporada, si finalmente se disputa, es diferente a todas las que nadie del ciclismo ha conocido antes, el marco mental con que la afronta el niño maravilla de Zipa no ha cambiado ni un milímetro. Tour, Tour y Tour. No hay más credo. “Me encantaría estar en la misma situación que estuve en 2019 porque desde luego para mí sería un auténtico sueño. Va a ser una carrera diferente porque no sabremos con qué nivel llegaremos y tendremos que preparar la carrera de otra forma. Pero esa motivación de poder llegar a los Campos Elíseos está ahí”, dice. «Y no, no creo que después pueda disputar la Vuelta [20 de octubre a 8 de noviembre]. Quiero centrarme al 100% en el Tour. No quiero prepararla pensando en otras cosas. “Prefiero hacer menos días de carrera y terminar la temporada lo más fresco posible de cara al siguiente año”.

elpais.com