En el mundo se come mucho arroz. Más de 3.500 millones de personas confían en este grano como un ingrediente básico de su dieta.

El arroz es fundamental para la seguridad alimentaria mundial. De los 820 millones de personas que pasan hambre hoy, casi 60% vive en áreas donde el consumo de arroz representa más de 40% de la dieta anual de cereales.

Paradójicamente, a menudo quienes cultivan alimentos son quienes enfrentan mayores obstáculos para comer. En el caso del arroz, este cereal es lo único que rescata del hambre a más de 100 millones de pequeños productores.

Antes de la pandemia, la industria que proporciona este alimento vital a la mitad de la población mundial ya estaba luchando para hacer frente a los impactos del cambio climático. Ahora la pandemia está devastando el sector y amenazando aún más las vidas y las fuentes de ingreso.

La producción, los precios y el comercio internacional de arroz están afectados por la respuesta a la COVID-19 y las sequías generalizadas. Las compras de pánico llevaron a países exportadores de arroz a imponer límites o prohibiciones a las exportaciones, mientras que los precios máximos internos establecidos por algunos países importadores han reducido los volúmenes de importación. A este panorama se suman los obstáculos logísticos resultantes de las medidas de confinamiento. Como resultado, más de la mitad del suministro mundial de arroz está en riesgo.

Los aumentos repentinos de precios perjudican desproporcionadamente a los hogares más pobres para los cuales el arroz es un alimento básico y puede representar casi la mitad del gasto mensual.

Mientras tanto, las medidas de confinamiento también dificultan que los agricultores obtengan insumos vitales como semillas y fertilizantes, y los cultivos ya plantados están en riesgo debido a la falta de mano de obra, ya que las cuarentenas han obligado a muchos trabajadores migrantes a regresar a sus hogares. Las oportunidades perdidas para plantar y cosechar pueden ser fatales para los cultivos.

Además, la vulnerabilidad de las personas mayores ante la COVID-19 amenaza la productividad, considerando que la edad promedio de los productores de arroz va en ascenso.

La COVID-19 llega en un momento en el que los impactos del cambio climático ya estaban comprometiendo la seguridad alimentaria e hídrica. El sudeste asiático, responsable de 50% de las exportaciones mundiales de arroz, está experimentando su peor sequía en 40 años.

«Las adversidades en el comercio del arroz desencadenadas por la COVID-19 son una pequeña muestra de lo que el cambio climático puede provocar. Pero el cambio climático, en lugar de ser una amenaza temporal para los agricultores y las cadenas de valor alimentarias, tendrá efectos duraderos, probablemente por generaciones”, dijo Wyn Ellis, director ejecutivo de la Plataforma para un Arroz Sostenible.

“Esta pandemia nos muestra cuán devastadoras pueden ser las consecuencias de la inacción y cómo el cambio climático puede intensificar las crisis existentes», añadió Elllis.

El cambio climático exacerbará las vulnerabilidades de los sistemas alimentarios y la salud humana. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) está trabajando en estrecha colaboración con sus aliados, particularmente a través de la Plataforma para un Arroz Sostenible, con el fin de fortalecer la capacidad de los pequeños productores y la resistencia a las crisis actuales y futuras.

La plataforma, iniciada en 2011 por el PNUMA y el Instituto Internacional de Investigación del Arroz, es una alianza de múltiples partes interesadas que comprende más de 100 instituciones miembros y cuya Secretaría alberga la Oficina Regional del PNUMA en Asia y el Pacífico, en Bangkok.

La plataforma está trabajando para transformar el sector del arroz a nivel mundial mediante la promoción de la eficiencia de recursos y las mejores prácticas climáticas entre los productores de arroz y a lo largo de la cadena de valor. También está desarrollando estándares de producción sostenible, indicadores, incentivos y herramientas de difusión para impulsar la adopción a gran escala de las mejores prácticas sostenibles en la producción de arroz y reducir las emisiones de GEI de las granjas arroceras.

Los miembros de la plataforma también están ayudando activamente a responder a la COVID-19. Algunos están entregando equipos de protección personal y jabón de manos a los agricultores.

La respuesta a la crisis también proporciona lecciones valiosas. Por ejemplo, los agricultores, particularmente las mujeres, han liderado iniciativas contra la COVID-19 al defender las prácticas de higiene, lo que está llevando a la plataforma a pasar del intercambio de conocimientos a la creación conjunta de conocimientos.

Como parte de los esfuerzos para reconstruir mejor después de la pandemia, los agricultores necesitarán una mayor capacidad para reducir y prevenir los impactos ambientales, sociales y económicos de gran alcance de las crisis mundiales.

 La naturaleza está en crisis, amenazada por la pérdida de hábitats y biodiversidad, el calentamiento global y la contaminación. Si no actuamos, le fallaremos a la humanidad. Abordar la nueva pandemia de coronavirus y protegernos de futuras amenazas mundiales requiere una gestión segura de los desechos médicos y químicos peligrosos; un manejo sólido de la naturaleza y la biodiversidad; y un claro compromiso de «reconstruir mejor», crear empleos verdes y facilitar la transición hacia economías neutras en carbono. La humanidad depende de la acción inmediata para un futuro resiliente y sostenible.

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