On 17 November 2010, a woman in her early 20s named Andrea was murdered in Medellin, Colombia.

On that day Andrea was supposed to pick up her friend Isabel, who was skipping school so they could head out of the city for a few days.

But a chance encounter meant Isabel decided not to go with her, and when Andrea was killed – in the wrong place at the wrong time – Isabel was in a different part of their home city.

As one life was violently taken, another was saved by something you might never associate with a place once known as the murder capital of the world.

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Now 23, Isabel Romero speaks candidly about the murder of one of her childhood friends in a way only possible when you have been raised in a place where death is an every day part of life. Andrea was one of 2,023 people killed in 2010 in Medellin, Colombia’s second most populous city.

Isabel says the pair were «going in the wrong direction» – spending time on street corners and hanging around with people who did drugs. Isabel respected these people because they had plenty of things she did not: mobile phones, motorbikes and enough money to buy all the food they wanted.

Isabel Romero
Isabel says her mother’s struggles led her to consider a criminal life

Raised by a mother who would get up at 4:30am and walk three hours to work every day just to be able to put the most basic provisions on the table, she and sister Yurani were used to a life of going without.

Isabel felt there had to be an easier way to make money. By the age of 13, she was clear in her ambition – she wanted to work for one of Medellin’s criminal gangs. 

«My mum worked very far away and all she left us to eat were arepas (Colombian corn cakes), butter and salt,» she says.

«It seemed very sad to us and when you’re in a situation like that you always want the fastest and easiest way out. For me it was that.»

But Isabel had not yet offered her services to any gang and on that fateful day in 2010, she had more innocent wrongdoing in mind.

She had decided she would skip school and join Andrea and some friends in a ‘finca’, a house in the countryside, for the rest of the week.

Her plans changed, though, and it was all because of a bet.

Historia Completa en bbc.com

El 17 de noviembre de 2010, una mujer de unos 20 años llamada Andrea fue asesinada en Medellín, Colombia.

Ese día se suponía que Andrea recogería a su amiga Isabel, que estaba faltando a la escuela para poder salir de la ciudad por unos días.

Pero un encuentro casual significó que Isabel decidió no ir con ella, y cuando Andrea fue asesinada, en el lugar equivocado en el momento equivocado, Isabel estaba en una parte diferente de su ciudad natal.

Como una vida fue tomada violentamente, otra fue salvada por algo que nunca podría asociar con un lugar una vez conocido como la capital mundial del asesinato.

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Ahora con 23 años, Isabel Romero habla con franqueza sobre el asesinato de uno de sus amigos de la infancia de una manera que solo es posible cuando te criaron en un lugar donde la muerte es una parte cotidiana de la vida. Andrea fue una de las 2.023 personas asesinadas en 2010 en Medellín, la segunda ciudad más poblada de Colombia.

Isabel dice que la pareja estaba «yendo en la dirección equivocada», pasando tiempo en las esquinas de las calles y pasando el rato con personas que consumían drogas. Isabel respetaba a estas personas porque tenían muchas cosas que no tenía: teléfonos móviles, motocicletas y suficiente dinero para comprar toda la comida que querían.

Isabel Romero
Isabel dice que las luchas de su madre la llevaron a considerar una vida criminal
Criada por una madre que se levantaba a las 4:30 a.m. y caminaba tres horas al trabajo todos los días solo para poder poner las provisiones más básicas sobre la mesa, ella y su hermana Yurani estaban acostumbradas a vivir sin ella.

Isabel sintió que tenía que haber una manera más fácil de ganar dinero. A los 13 años, su ambición era clara: quería trabajar para una de las bandas criminales de Medellín.

«Mi madre trabajaba muy lejos y todo lo que nos dejó para comer fueron arepas (tortas de maíz colombianas), mantequilla y sal», dice ella.

«Nos pareció muy triste y cuando estás en una situación así siempre quieres la salida más rápida y fácil. Para mí fue eso».

Pero Isabel aún no había ofrecido sus servicios a ninguna pandilla y en ese fatídico día de 2010, tenía en mente más fechorías inocentes.

Había decidido que no iría a la escuela y se uniría a Andrea y algunos amigos en una ‘finca’, una casa en el campo, por el resto de la semana.

Sin embargo, sus planes cambiaron, y todo se debió a una apuesta.