Restaurar y proteger la naturaleza es una de las mejores estrategias para enfrentar el cambio climático, pero no sólo por su capacidad de absorber carbono de la atmósfera. Los bosques, los humedales y otros ecosistemas actúan como amortiguadores contra el clima extremo y protegen casas, cultivos, fuentes de agua dulce e infraestructura vital.

La estrategia de usar la naturaleza como defensa contra los impactos climáticos se llama adaptación basada en ecosistemas (EbA): en esencia, cuidar de la naturaleza para que cuide de nosotros.

Conoce cómo la naturaleza puede defendernos de los impactos del cambio climático:

1. Sequía

Para garantizar el suministro de agua, las sociedades han utilizado tradicionalmente «infraestructura gris», como tuberías, presas y embalses artificiales. La «infraestructura verde» utiliza sistemas naturales o seminaturales para proporcionar beneficios similares con efectos ambientales positivos a largo plazo.

Por ejemplo, los humedales naturales como los arroyos y lagos actúan como esponjas que arrastran el agua hacia el suelo y recargan los suministros de agua subterránea. Cuando están sanos, estos ecosistemas capturan agua durante las lluvias intensas y la almacenan en tiempos de sequía. Del mismo modo, los bosques saludables recargan los suministros subterráneos al absorber agua a través de sus raíces y filtrar los contaminantes.

180 millones de personas en más de 68.000 comunidades en Estados Unidos dependen de las tierras forestales para capturar y filtrar su agua potable. En el estado de Rajastán, en India, las comunidades locales comenzaron a regenerar los bosques de la región tras una sequía devastadora en 1986. En los años siguientes, esto provocó un aumento de varios metros en los niveles de aguas subterráneas. En Gambia, uno de los mayores proyectos de desarrollo en la historia del país se centra actualmente en la restauración de los ecosistemas para aumentar el suministro de agua.

2. Incendios forestales

Los incendios forestales fueron catastróficos en 2019: primero la Amazonía, luego California y enseguida Australia.

Nuestros esfuerzos preventivos para reducir la propagación de los incendios forestales a menudo implican la eliminación de bosques para crear cortafuegos, una franja de tierra desprovista de flora.

Pero hay una nueva estrategia para cortafuegos que involucra más naturaleza, no menos. Este descubrimiento se realizó después de un severo incendio forestal en España en 2012 en el que los cipreses mediterráneos pudieron resistir al fuego. Los cipreses retienen altos niveles de agua, incluso bajo un calor sofocante, y las hojas caídas forman un ambiente húmedo en la base del tronco. Ahora hay planes para plantar los árboles como «cortafuegos naturales» en toda la región mediterránea.

3. Olas de calor

Las ciudades son significativamente más cálidas que las zonas rurales circundantes. Este «efecto de isla de calor urbano» tiene muchas causas, incluida la propensión del hormigón y el asfalto a absorber el calor. Es una ironía, pues nuestros sistemas de aire acondicionado producen cantidades asombrosas de emisiones de carbono que calientan aún más la atmósfera. Nuestras casas se mantienen frescas, pero el planeta no.

La cobertura de árboles urbanos es una solución beneficiosa para todas nuestras ciudades. Los árboles enfrían el aire a su alrededor al liberar agua a través de sus hojas, de forma similar a cómo los humanos se mantienen frescos al transpirar. Sólo a través de la evaporación, un solo árbol saludable puede tener el mismo poder de enfriamiento que diez unidades de aire acondicionado. Y eso no incluye los efectos de la sombra, que según un estudio conducido en Estados Unidos puede reducir los costos de aire acondicionado de las viviendas unifamiliares entre 20% y 30%.

4. Inundaciones costeras

Para 2050, el nivel del mar podría ser tan alto como para causar graves inundaciones al menos una vez al año en comunidades costeras donde habitan 300 millones de personas. Hay algunos ecosistemas que pueden actuar como escudos efectivos frente a las dos mayores amenazas generadas por el aumento del nivel del mar: las inundaciones y la desintegración costera a causa de la erosión.

Los manglares y los arrecifes de coral, por ejemplo, provocan que las olas rompan antes de llegar a la orilla, lo que disminuye la fuerza y la altura del oleaje y, en el proceso, reduce la probabilidad de que el mar llegue a tierra. Un estudio en 52 sitios descubrió que los hábitats naturales eran de 2 a 5 veces más efectivos y rentables que las estructuras de ingeniería cuando se trataba de reducir la altura de las olas.

En la ciudad de Kisakasaka, en el este de Tanzania, el agua de mar se infiltraba en las granjas y estaba destruyendo los cultivos. Eso sucedió hasta que los aldeanos se defendieron y reforestaron cientos de hectáreas de manglares. En dos años, el envenenamiento de los cultivos por sal terminó y los pozos volvieron a la normalidad.

5. Deslizamientos de tierra y erosión

Los patrones climáticos erráticos asociados con el cambio climático ya están exacerbando los deslizamientos de tierra en muchas partes del mundo. En la isla de Banks, al norte de Canadá, los deslizamientos han aumentado 6.000% en las últimas décadas, en gran parte debido al descongelamiento del permafrost causado por una sucesión de veranos calurosos.

Todos estos tipos de deslizamientos son causados por la tierra suelta. Hay dos formas de prevenirlos: aumentar la unidad del suelo y reducir la erosión por la escorrentía de las aguas superficiales. La vegetación hace ambas cosas, absorbe agua y ancla el suelo en su lugar. A la luz de esto, el Gobierno de Comoras está plantando 1,4 millones de árboles para proteger las fincas de las personas en las zonas montañosas.

6. Desertificación y tormentas de arena

La desertificación es una amenaza constante en lugares donde el clima es cada vez más seco y donde hay pastoreo excesivo y pérdida de biodiversidad. Cuando talamos los bosques, el desierto se expande aún más debido a que se pierde la capacidad de los árboles de retener la humedad en el suelo. Desde 1920, el desierto del Sahara se ha expandido 10%, diezmando pozos de agua y tierras de cultivo.

Esta es la motivación detrás de la Gran Muralla Verde en África. Para detener la ampliación del Sahara y sus consecuentes tormentas de arena, 21 países africanos están trabajando unidos para cultivar una «maravilla natural de 8.000 km» de árboles y arbustos a lo ancho de África. La iniciativa tiene el potencial de crear 10 millones de empleos verdes para 2030, según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha Contra de la Desertificación.

En Sudán, la desertificación ha dado lugar a violencia en algunas áreas donde los grupos luchan debido a la disminución de los recursos. En 2017, el Gobierno lanzó un proyecto para ayudar a las comunidades a adaptarse al clima seco mediante la plantación de «cinturones de refugio», líneas de árboles o arbustos que protegen un área -especialmente cultivos- del clima extremo. El proyecto está construyendo resiliencia climática con la esperanza de infundir paz, haciendo de los cinturones de protección no sólo una solución basada en la naturaleza para el cambio climático, sino también una solución basada en la naturaleza para el conflicto.

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