El proyecto de reparar e instalar nuevos atrapanieblas en la Comunidad Agrícola de Peña Blanca estará listo a fin de 2020. Con financiamiento del PNUD, la iniciativa incluirá infraestructuras para recibir visitantes en esta comunidad de Coquimbo, la región que es la frontera sur del desierto de Atacama, en Chile. Fotos: Fundación Un Alto en el Desierto
OVALLE, Chile, 10 jul 2020 (IPS) – “El agua cosechada nos ha ayudado en momentos críticos y los atrapanieblas nos dieron, además, visibilidad. Hoy tenemos producción de cerveza y vienen muchos turistas”, cuenta Daniel Rojas, presidente de la Comunidad Agrícola Peña Blanca, en Chile.
Ubicada en el sur de la región de Coquimbo y a 300 kilómetros al norte de Santiago, Peña Blanca sufre una brutal sequía que amenaza con incorporarla al desierto de Atacama hacia el 2050, alertó hace dos años la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD).
¨En Peña Blanca hasta el 2000 el agua escurría superficialmente y los comuneros tenían represas con turnos para ocupar esa agua”, recordó a IPS el geográfo Nicolás Schneider, de la Fundación Un Alto en el Desierto, la oenegé que impulsó la instalación de los atrapanieblas en la región.
El registro oficial de lluvias en la comuna (municipio) de Ovalle, en la cuenca del río Limarí, el principal de Coquimbo, indica un promedio anual de apenas 102,6 milímetros en los últimos 30 años. Pero en 2018 cayeron 38,1 milímetros y el 2019 apenas 8,5 milímetros. En junio, tres días salteados de lluvia fueron recibidos con júbilo porque totalizaron más que en todo el año pasado.
En Coquimbo habitan 771 085 personas y de ellas 148 867 lo hacen en zonas rurales. Funciona como la frontera sur del desierto de Atacama, el más árido y con más reflejo solar del mundo, que se disemina por seis regiones del norte de este país alargado y estrecho, entre Los Andes y el Pacífico, con 18,7 millones de personas.
“Soy criancera y también me dedico a hacer eventos para delegaciones que visitan los atrapanieblas en Cerro Grande”, contó a IPS Claudia Rojas, quien a sus 53 años está migrando desde la crianza de animales a microempresaria turística.
“Soy nacida y criada en Peña Blanca y no cambiaría por nada vivir aquí. Ahora tengo poquitas cabras (20) y ovejas (60). Tuve hasta 200 cabras pero he ido reduciendo porque la pradera natural no da¨, detalló.
“Mis expectativas son seguir recibiendo delegaciones cuando pase la pandemia. Les sirvo queso, cabrito y productos locales. En mi casa o en la reserva”, dijo.
Lo que más aprecia Claudia es la visita de cientos de niños “que se sienten felices al ver la naturaleza plena”.
“Desde arriba divisan la cordillera (de Los Andes) y para el otro lado el mar. Lo más característico es la neblina. Y ellos quedan impactados cuando la neblina llega al cerro y ven cómo se cosecha el agua”, relató.
La Comunidad Agrícola de Peña Blanca, con 85 familias, posee 6587 hectáreas, de estas 100 constituyen la Reserva Ecológica de Cerro Grande, adonde se instalaron los atrapanieblas hace 15 años. Entonces muchos no imaginaron su impacto y sus beneficios.
“Nos han dado a conocer y eso ha significado que la comunidad acceda a recursos para otros proyectos”, dijo su presidente, Daniel Rojas, de 60 años y sin relación familiar con Claudia y otras fuente con el mismo apellido, común en la zona.
Centenares de estudiantes de enseñanza básica de Chile acuden a talleres y a charlas sobre ambiente, en las instalaciones de la Reserva Ecológica de Cerro Grande, parte de Peña Blanca. Acuden también universitarios para hacer sus tesis e investigadores que buscan replicar la cosecha de agua mediante los atrapanieblas en otras localidades de Chile. Foto: Fundación Un Alto en el Desierto
En Chile, la comunidad agrícola es una figura legal para la propiedad y usufructo colectivo de la tierra, en que a los integrantes o comuneros se les entregas porciones para su actividad y otra queda para el manejo y beneficio colectivo.
“Hemos obtenido una cantidad de agua importante que ayudó en momentos difíciles. Al comienzo para regar la vegetación y reforestar con especies nativas”, indicó.
Posteriormente, explicó, “para dar bebida a los animales. Construimos un bebedero y el agua se llevaba dos kilómetros cerro abajo”.
“En otro momento se instaló un estanque de 10 000 litros para acumular agua para las personas que viven cerca y cuando el camión aljibe no pasa”, relató.
Hace ocho años comenzó la fabricación de cerveza PeñaBlanca, elaborada con agua de niebla, más blanda. Sus versiones rubia (Scottish) y morena (Brown) concursaron en la ExpoMilán 2015 y obtuvieron el premio del público.
Mario Alucema, de 59 años y también nacido y criado en Peña Blanca, trabaja en la cervecería artesanal.
«Esta cerveza 100 por ciento con agua de niebla es atractiva y exitosa. Logró que la comunidad agrícola se vea mucho más. Yo atiendo cada verano (austral) y recibo 30 turistas diarios. Argentinos, brasileños y de otras nacionalidades”, dijo con orgullo a IPS.
La producción alcanza a 2500 litros semanales y aumentará con una ampliación de la planta.
“Cuando llegaron estos emprendedores jóvenes yo me dije: ‘¿quién va a entrar a buscar esta cerveza?’ Estamos lejos de la Panamericana (autopista). Luego, ¿quién va a tomar esta cerveza? y, tercero, pensé que era lavado de dinero. Fue todo al revés. Hoy, en medio de esta pandemia mundial, igual la buscan” relató.
Daniel Ogalde, de 47 años e igualmente originario de Peña Blanca, es desde marzo el guardaparque. Se dedica al mantenimiento, el riego y a replantar especies nativas en la reserva ecológica.
“Mi idea es estar aquí bastante tiempo. Por lo del coronavirus están suspendidas las visitas, pero en agosto pensamos recomenzar”, relató a IPS, antes de asegurar que la reserva “es un orgullo para la comunidad y están todos preocupados de cuidar y mantener”.
Guido Rojas, de 58 años, vive en Peña Blanca pero trabaja en el cercano mirador del Parque Eólico Talinay, de la empresa eléctrica ENEL Green Power. “Cosechar agua trae beneficios porque ha habido muchos años secos”, aseguró. La experiencia “se ha mantenido por el apoyo de la comunidad y de la gente que vive acá”, subrayó.
Un salto cualitativo se concreta desde este mes de julio. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) otorgó 40 000 dólares para renovar y construir atrapanieblas, instalar miradores, senderos, señalética y baños. El programa culmina el 31 de diciembre.
Desde su origen en 2006, la reserva ha tenido 24 atrapanieblas, con un total de 216 metros cuadrados de malla raschel 35 doble.
“La ampliación consiste en la reparación de 12 y la construcción de 16 nuevos atrapanieblas. Tendremos 28 totalizando 252 metros cuadrados para cosechar agua”, contó Schneider, de Un Alto en el Desierto.
Ahora se cosecharán 1537 litros de agua al día, explicó.
En un año calendario la mitad de la cosecha de agua de niebla se concentra en septiembre, octubre y noviembre. Entonces se han obtenido 20 litros/día en un metro cuadrado, más de tres veces el promedio.
Los atrapanieblas fueron, de hecho, un inventó del físico chileno Carlos Espinosa, en otras partes también conocidos como captanieblas, cuya patente donó en los años 80 a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), lo que permite que ahora se usen en diferentes países.
La cosecha de agua de niebla se hace con un sistema de redes de mallas finas de un entretejido de alambres y fibras, conocidas como raschel, que captan las gotas suspendidas, que se canalizan por pequeñas canaletas hasta tanques de acopio.
Los nuevos sistemas tienen un diseño bautizado como «comunero» y creado por Schneider y Daniel y Guido Rojas.
Son estructuras individuales de nueve metros cuadrados cada una que implican varias ventajas: son más baratas, fáciles de transportar y de mantener y si alguna sufre un desperfecto las demás siguen cosechando.
Se estima que mantendrán su plena operatividad hasta 2028.
El primer proyecto de atrapanieblas en Chile fue el del pueblo minero de El Tofo, en una región al norte de la de Coquimbo, que tuvo 75 pero fue abandonado en la década de los 90. En Coquimbo, hay otras instalaciones para cosechar el agua de niebla, de uso individual y colectivo, pero sin la resonancia y el peso de Peña Blanca.
En Alto Patache, cerca de Iquique, en el extremo norte chileno, hay otro con un rendimiento de siete litros/día por metro cuadrado, pero es para la investigación científica. Mientras, en Chañaral, un municipio de la región Atacama, hay otro cuya agua se utiliza para embotellarla y la producción de aloe vera.
Según Schneider, los atrapanieblas “se pueden replicar en toda la franja costera entre Papudo (centro) y Arica (extremo norte), siendo esto más de 2000 kilómetros”, de los 6435 kilómetros del largo costero de este país sudamericano.
“Son verdaderamente útiles para sectores aislados, caletas pesqueras y poblaciones desconcentradas adonde no llega la inversión pública. Y son muy importantes para combatir la desertificación debido a una temporalidad alta en primavera que permite obtener agua para los cálidos veranos”, afirmó.
El problema para que estas estructuras se multipliquen, según Rojas, el presidente de la comunidad, es la falta de financiamiento estatal para esta tecnología y su implementación.
“Tenemos gran cantidad de caletas que solamente se abastecen a través de camiones aljibes (cisterna). Quizás los atrapanieblas no sean la solución total, pero pueden ayudar muchísimo cuando el agua escasea”, como sucede en el norte chileno, concluyó.
Ed: EG
ipsnoticias.net