Giovanna Ferullo M. / Panamá, sept (EFE).- Habitantes de la apartada población de San Miguel han guiado a un equipo de investigadores del Smithsonian hasta el lugar donde estaba el “rumiyasqa mallki”, un árbol fósil de 10 millones de años que ha abierto una inesperada ventana al pasado del Altiplano peruano, evidenciando los drásticos cambios ambientales que sufrieron los Andes centrales a lo largo de ese lapso.
“Rumiyasqa mallki” es una voz en quechua que se puede traducir como “árbol convertido en piedra”, comentó a EFE la paleontóloga Camila Martínez, becaria del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), con sede en Panamá, al relatar que este fósil extraordinario fue hallado por habitantes de este áspero paisaje de la meseta central andina situado a 4.000 metros sobre el nivel del mar.
“Cuando nosotros vimos este árbol quedamos muy impactados y queríamos saber por qué estaba ahí”. Los modelos climáticos “predecían que para ese momento (hace 10 millones de años) la región de los Andes centrales debía de ser mucho más seca” y no podía dar cabida a un espécimen de este tipo, explica Martínez, doctora en Biología Vegetal por la Universidad de Cornell (EE.UU.).
40 veces más antiguo que la humanidad
Los investigadores llegaron hasta el fósil, hallado en excelentes condiciones de preservación, durante una primera expedición al lugar en 2014, precisa la investigadora colombiana.
Tras varios años de estudio, que incluyeron el análisis de este y de más de 5.000 registros de otros vestigios encontrados en la zona, como polen y hojas, se ha podido determinar la antigüedad y características del árbol.
“Este árbol tiene 10 millones de años, lo que significa que es 40 veces más viejo que la humanidad. Al mirar sus células en el microscopio supimos que hacía parte de la familia del fríjol, que es la más característica de los trópicos y muchas de sus especies son árboles que pueden llegar a ser tan altos como un edificio de 10 pisos”, explica la paleontóloga.
Al recopilar toda la información que dieron los fósiles se ha podido identificar qué tipo de plantas vivían en esa parte del Altiplano andino hace 10 millones de año, y “logramos entender que la elevación era la mitad de lo que es hoy”, es decir 2.000 metros sobre el nivel del mar.
“Eso permitió que lloviera mucho más y que en vez de ver pasto (como hay ahora en la Puna) tuviéramos un bosque de montaña con muchos árboles, palmas, helechos”, indica Martínez.
Este paisaje que sugiere la evidencia fósil es completamente diferente al que presentan “las simulaciones por computadora, que predecían que para ese momento la región de los Andes centrales debía de ser mucho más seca”.
“Cuando se logre recopilar más información sería interesante que estos fósiles provean puntos de calibración para mejorar la información que se le suministra a los modelos climáticos, de tal manera que no solamente sirva para mejorar las predicciones hacia el pasado sino también hacia el futuro” de cómo será el clima, valora la investigadora colombiana.
Cambios drásticos en poco tiempo
Pero ese ecosistema en el que creció hace 10 millones de años el árbol hallado en San Miguel (Cusco, Perú) no duró mucho, en términos de tiempo geológico.
“No solamente teníamos esta ventana de tiempo de los 10 millones de años, sino también de los 5 millones de años, cuando ya la elevación era muy similar a la actual” en la árida meseta intermontana, que se encuentra a 4.000 metros sobre el nivel del mar, dice Martínez.
Fósiles de 5 millones de años de los mismos sitios confirman que había nacido el ecosistema de la Puna, que ahora domina las altas mesetas de los Andes y se caracteriza por sus condiciones extremas: bajas temperaturas, fuertes vientos y poco oxígeno.
Así, las muestras de polen más jóvenes procedían principalmente de pastos y hierbas, en lugar de árboles, y el material de las hojas era de helechos, hierbas y arbustos, lo que indica que la meseta ya se había elevado a su altitud actual.
“Este tipo de hallazgos puede hacernos ver estos cambios dramáticos en la Tierra. Los Andes se siguen elevando (…) algo muy interesante de viajar en el tiempo geológico es que podemos ver que el planeta no ha sido estable”, afirma Martínez. EFE
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Fotos: EFE/EPA/Smithsonian Institution