Este año tenemos una oportunidad sin precedentes de cambiar la forma en la que gestionamos y conservamos casi la mitad del planeta. El océano cubre el 71 por ciento de la Tierra, y la alta mar (también conocida como las áreas fuera de la jurisdicción nacional, AFJN) abarca el 64 por ciento del océano y cubre casi la mitad de la superficie de nuestro planeta.

Varios estudios demuestran que la alta mar alberga enormes cantidades de biodiversidad, que está directamente conectada con las áreas costeras y que constituye un «superhéroe» de valor incalculable en nuestra lucha contra la crisis climática. Estas áreas fuera de la jurisdicción nacional son el hogar de formas de vida silvestre mágicas, desde gigantes migratorios, como las enormes ballenas, hasta las criaturas casi alienígenas que moran las aguas profundas. La alta mar no pertenece a nadie y pertenece a todo el mundo — es nuestro último verdadero bien común.

Y aquí es donde radica el problema. La alta mar es un área de nuestro planeta que en gran medida carece de regulación y monitorización y que presenta numerosas lagunas legales y de gobernanza. En la actualidad tan sólo el 1,2% de la alta mar se halla protegida. Esta falta de protección y de acción para velar por el cumplimiento de la normativa socava la necesidad de conservar adecuadamente la biodiversidad marina.

Por todas estas razones, la alta mar se dirige hacia el colapso ecológico. Las actividades antropogénicas tanto en el océano como en tierra firme están provocando la degradación rápida de los hábitats oceánicos y enormes declives de la biodiversidad marina. La sobrepesca, la extracción de gas y petróleo, la minería y el transporte marítimo de mercancías, en combinación con los efectos de la crisis climática, están desencadenando consecuencias catastróficas para la vida marina, los ecosistemas, las comunidades, las culturas y los modos de vida relacionados con el océano.

Pero todo ello podría estar a punto de cambiar. Tras casi veinte años de negociaciones, está previsto que los líderes mundiales se reúnan del 7 al 18 de marzo en la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York en la ronda final de negociaciones para un nuevo Tratado internacional sobre la Alta Mar legalmente vinculante, con la esperanza de finalizar el proceso ese mismo mes. Si este nuevo tratado es lo suficientemente sólido y ambicioso, cerrará las lagunas legales fragmentadas que existen en materia de gobernanza de la alta mar y permitirá de una vez por todas que el mundo pueda proteger y conservar la biodiversidad marina en las áreas fuera de la jurisdicción nacional. Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿hay suficiente voluntad política para llevar a buen puerto este tratado que supone una oportunidad única en la vida?

Escribiendo en calidad de joven embajadora para la alta mar que representa a los jóvenes de todo el mundo, soy consciente de que la conservación y el restablecimiento de la alta mar son elementos críticos para el futuro de nuestra comunidad mundial. Sabemos que el destino de la humanidad está estrechamente vinculado a nuestro océano a través de los alimentos que comemos, el aire que respiramos y las vidas que llevamos. Su futuro es nuestro futuro. Un número cada vez mayor de jóvenes está tomando consciencia de la realidad de la alta mar (y de la existencia del tratado), de los enormes impactos que soporta el océano como resultado de las actividades humanas y de su papel vital para la adaptación y la resiliencia del planeta frente al cambio climático. Las voces de la gente joven han estado hasta hace poco notoriamente ausentes en las negociaciones del Tratado sobre la Alta Mar, y debemos garantizar que se escuchen todas las voces de nuestra comunidad mundial durante estas negociaciones históricas para este bien común que es el océano.

Con la adopción de un nuevo Tratado sobre la Alta Mar tenemos una oportunidad transformadora de asegurarnos de que contamos con un planeta en buen estado de salud para las generaciones actuales y venideras. El tratado permitirá finalmente al mundo crear áreas marinas protegidas en alta mar – una medida clave para salvaguardar y proteger la biodiversidad marina. Además, el tratado establecerá una conferencia de las partes firmantes del tratado que posibilitará una supervisión mundial y la evaluación de las actividades que tengan lugar en áreas fuera de la jurisdicción nacional con el fin de limitar ulteriores efectos negativos sobre la biodiversidad marina. Para que estas protecciones puedan alcanzar con éxito sus objetivos de conservación, deberán contar con niveles suficientes de recursos y de medidas de monitorización y cumplimiento.

Dado que las negociaciones del tratado han estado congeladas durante los últimos dos años debido a la pandemia de Covid-19 y las amenazas para la alta mar siguen creciendo día tras día, no podemos perder más tiempo con sesiones de negociación interminables. Instamos a los gobiernos del mundo a que adopten sin dilación un Tratado sobre la Alta Mar ambicioso y legalmente vinculante. Un tratado que garantice la protección y la supervivencia de la biodiversidad marina, que salvaguarde los medios de sustento de las comunidades costeras e indígenas que dependen del océano y que posibilite un océano en buen estado de salud capaz de desempeñar su papel de solución clave a la crisis climática. Un tratado que sitúe al planeta y a su gente en el centro de la protección, la resiliencia y el restablecimiento del océano.

Tras casi veinte años de negociaciones, debemos concluir el tratado en 2022 y empezar a convertir su texto en acciones concretas durante la Década de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas. Como jóvenes embajadores de la alta mar, hemos redactado una declaración que explica nuestras prioridades clave como jóvenes para garantizar el éxito de las negociaciones (encontrará más información aquí).

No podemos dejar escapar esta oportunidad sin precedentes de proteger nuestro océano mundial. Necesitamos hacer gala de liderazgo global para contribuir a que este tratado cruce con éxito la línea de meta en 2022. Ahora es el momento, el mundo está observando y el latente corazón azul de nuestro planeta necesita que actuemos colectivamente en su defensa.

(*) Hannah Rudd, Joven Embajadora de la Alta Mar, Reino Unido

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