Durante millones de años nuestros antepasados caminaron libremente por la naturaleza y se acostumbraron a estar en contacto con los elementos de la tierra. Pero conforme ha avanzado el tiempo, poco a poco se han ido edificando grandes ciudades que ahora representan un ecosistema ficticio relativamente nuevo. Y aunque la vida citadina sin duda trae sus ventajas y grandes comodidades, cada vez es más evidente que pone a prueba nuestra salud mental. Investigaciones han relacionado los entornos urbanos con una posibilidad mas alta de ansiedad, depresión, y otros problemas de salud mental. Afortunadamente, estudios apuntan a que visitar la naturaleza puede tener grandes beneficios para la salud mental y física.
Dónde se procesa el estrés en nuestro cerebro
Para lograr respaldar la correlación entre la naturaleza y los beneficios a nuestra salud, se ha comenzado con un punto clave para buscar pistas: la amigadla. Esta es una pequeña estructura en el centro del cerebro que participa en el procesamiento del estrés, el aprendizaje emocional y la respuesta de lucha o huida.
Investigaciones han revelado que la amigadla se activa menos durante el estrés en residentes rurales que en habitantes de la ciudad, pero esto no significa necesariamente que la vida rural crease este efecto. Pudiera ser lo contrario, y las personas que tienen este rasgo por naturaleza sean mas propensas a vivir en el campo.
Estudio pone a prueba a nuestro cerebro
Investigadores del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano, idearon un estudio con ayuda de la resonancia magnética funcional (RMF). Un total de 63 voluntarios participantes, contestaron cuestionarios, realizaron una tarea de memoria de trabajo y se sometieron a exploraciones de IRMf mientras respondía preguntas. Dichas preguntas estaban diseñadas para inducir estrés social a los participantes, a quienes se les dijo que el estudio consistía en una RMN (resonancia magnética nuclear) y en un paseo, pero no se les informó el verdadero objetivo de la investigación.
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Imagen: Molecular Psychiatry/Sudimac, S.
Después de estas pruebas, los participantes fueron asignados al azar para dar paseos de una hora en un entorno urbano o en un entorno natural. Se les pidió que recorrieran la ruta especifica del lugar sin desviarse ni mirar sus celulares. Al termino del paseo, cada participante fue sometido a otro escáner de IRMf, con una tarea adicional que inducía estrés y la resolución de otro cuestionario.
Según lo informado por los investigadores, los escáneres mostraron una reducción de la actividad en la amígdala tras un paseo por el bosque, esto sostiene la teoría de que la naturaleza puede generar efectos positivos en las regiones del cerebro relacionadas con el estrés, y al parecer lo logra en sólo 60 minutos.
“Los resultados apoyan la relación positiva que se suponía hasta ahora entre la naturaleza y la salud del cerebro, pero éste es el primer estudio que demuestra la relación causal”, afirmó Simone Kühn, neurocientífica ambiental y directora del Grupo Lise Meitner del Instituto Max Planck para el desarrollo humano.
Los participantes que dieron el paseo por el bosque también comentaron que sintieron una mayor recuperación de la atención y un mayor disfrute del paseo, a comparación de quienes dieron paseos urbanos.
Los investigadores también hicieron descubrimientos en las personas de los paseos urbanos, aunque la actividad de su amígdala no disminuyo, como la de quienes pasearon en la naturaleza, tampoco aumentó a pesar de haber pasado una hora en un entorno ajetreado. Esto no significa que la exposición urbana no pueda causar estrés, pero puede ser una señal positiva para los habitantes de las ciudades. Tal vez el efecto dependa de distintos factores.
Este nuevo estudio ofrece una de las pruebas más claras de que la actividad cerebral relacionada con el estrés puede reducirse al mantenerse en contacto con la naturaleza.
ecoosfera.com