Andrea Peñaloza Acosta Periodista Unimedios- Sede Palmira
El prototipo de la embarcación funcionaría con un sistema de propulsión híbrido que puede mezclar combustible con energía eólica (viento) o solar (paneles fotovoltaicos) para reducir los costos operacionales asociados con los precios de la gasolina. La Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sedes Palmira y Medellín trabajan en el diseño y la implementación de un modelo que le apuesta a la sostenibilidad, mientras los pescadores pueden aliviar el déficit económico originado por el uso de combustibles fósiles. Previous
Se trata de un proyecto internacional e interinstitucional que reúne a más de 30 investigadores, y del que también forman parte cuatro grupos de investigación de la Universidad del Cauca y las universidades suecas de Lund y KTH (Royal Institute of Technology), y es financiado por la Agencia Sueca de Cooperación para el Desarrollo Internacional.
La UNAL está a cargo de: implementar la estrategia del proyecto, teniendo en cuenta sus riesgos y oportunidades; cumplir con los requisitos de alcance, tiempo y costos; coordinar el trabajo de diseño e ingeniería, así como la participación de los grupos de las universidades KTH y Lund; planificar los recursos necesarios para su ejecución; preparar los diseños navales, de mecánica y eléctrica; liderar la construcción de la embarcación, e integrar los sistemas componentes.
En la actualidad los investigadores del proyecto analizan las variables y posibilidades más convenientes que atiendan las necesidades de los pescadores, quienes comentan que deben llevar entre 10 y 15 galones de gasolina preparada (a la que le agregan un aceite especial para los motores de las canoas), cada galón cuesta 14.500 pesos en promedio, es decir que deben pagar más de 210.000 pesos en combustible por una venta que no supera los 400.000 pesos, eso sin contar con que gran parte de las ganancias se quedan en manos de los intermediarios.
Para conseguir el modelo, los investigadores de las universidades participantes caracterizaron las actividades del proceso de pesca artesanal, cómo se relacionan y cómo se manifiesta el conocimiento en dichas labores; también caracterizaron los factores socioeconómicos y ambientales, determinaron las dinámicas de aprendizaje para hacer el reconocimiento colectivo del valor de los saberes tradicionales de la pesca, y establecieron espacios de apropiación social del conocimiento a partir de la participación de la comunidad en la definición y el desarrollo del prototipo de embarcación en la que trabajan según las necesidades expuestas.
“Se ha concebido como un proceso de innovación abierta en el que participan las comunidades afro e indígena, académicos e investigadores, autoridades locales y regionales, el SENA, el Centro de Excelencia en Ciencias Marinas (CEMarin), y recientemente se unió la Corporación de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de la Industria Naval Marítima y Fluvial (Cotecmar), quienes en conjunto han cocreado la propuesta”, explica el profesor Gabriel Ernesto Barrero Tapias, del programa de Diseño Industrial y director Nacional de Innovación Académica de la UNAL Sede Palmira.
Asegura además que “el diseño no está orientado solo en la embarcación, sino que este modelo debe permitirles a los pescadores y a otros habitantes del municipio crear planes de negocio complementarios y nuevos emprendimientos”.
El trabajo se ha desarrollado de la mano de los pescadores, para entender sus necesidades y la realidad a la que se enfrentan. Sebastián Loango es un pescador caucano que inició en el oficio desde que tiene memoria, ayudando a su padre desde la popa de la canoa para apoyar las labores de pesca, y hoy es el representante legal de la Asociación de Pescadores Renacer Guapireño, una colectividad afro que cohabita en el municipio de Guapi, y que, junto con la Asociación de Servicios Pesqueros de Pescadores Artesanales de Guapi (Aservipesca) y la Asociación Nueva Bellavista, de la comunidad indígena Eperara Siapidara, trabaja en el proyecto con la UNAL Sedes Palmira y Medellín.
Sebastián pesca desde 1977 y tuvo que vivir el antes y el después de los motores que funcionan con combustible, hacia la década de 1990, cuando pasaron de la vela de lienzo impulsada por el viento al motor de gasolina, sin saber la cantidad de dióxido de carbono (CO2) que emitirían al ambiente, y sin prever los precios de los hidrocarburos con tendencia al alza. “Si no se cuenta con el dinero para el combustible se debe pedir fiado y pagar al regreso de la faena de pesca, que puede durar hasta cuatro días”, comenta.
Explica además que “en la actualidad los barcos que utilizan son de fibra de vidrio, ya hay muy pocos de madera”, los cuales funcionan con un motor fuera de borda instalado en la parte exterior de la embarcación y alimentados por remo y pequeños motores de 15 HP (caballos de fuerza).
La combustión de gasolina genera alrededor de 2,3 kg de C02 por galón consumido; para hacerse una idea, cada barca consume entre 10 y 15 galones, y se estima que en Guapi a diario se movilizan alrededor de 100 embarcaciones, lo que significa una cantidad importante de emisión de este gas efecto invernadero al ambiente. Además, debido a las descargas localizadas pero permanentes de gasolina en almacenamiento y manipulación, los suelos y las fuentes de agua se han ido afectando.
Con el prototipo en el que trabaja la UNAL, “la idea es que la embarcación lleve agua potable a bordo, cuente con iluminación y un motor que sea mucho más eficiente”, señaló el antropólogo Jairo Tocancipá, profesor de Unicauca, uno de los docentes que ha gestionado esta iniciativa desde sus inicios.
Por su parte, el docente José Eduardo Naranjo Castillo, coordinador del Laboratorio de Co-creación e Innovación Social de la UNAL Sede Palmira, indicó que el proyecto se desarrolla bajo el concepto de las “constelaciones de valor”, lo que significa que el modelo de creación de valor armoniza las vocaciones y los oficios de los habitantes para generar procesos de apropiación en el territorio, los cuales incidirán en el bienestar de las comunidades.
Como parte de este proceso, los investigadores conocieron las técnicas del oficio de los pescadores y los métodos utilizados en la producción pesquera de Guapi, que son hechos a mano, por ejemplo los chinchorros, mallas, pararrayos y ganchos, elaborados con catanga, un elemento cilíndrico hecho con caña guadua usado para atrapar peces, camarones de agua dulce y trampa de cangrejo.
También determinaron que los conocimientos tradicionales son reconocidos en la pesca, pero no existen procesos sistemáticos y permanentes de cualificación laboral para la producción pesquera. Sumado a esto, no existe un muelle de descarga adecuado para que estas comunidades puedan desempeñar de manera óptima sus actividades.
“El proyecto nos fue enseñando que la pesca no es solo una actividad económica, es la forma de vida de los pescadores, es música, es ancestralidad y cultura, cocina y comunidad, es todo lo que los liga al territorio y crea procesos de apropiación y permanencia en Guapi”: Gabriel Ernesto Barrero Tapias, Director nacional de Innovación Académica de la UNAL.
Guapi, donde se adelanta la investigación
Guapi es un territorio de 2.681 k2 y cerca de 30.000 habitantes que conviven en condiciones de pobreza y una baja calidad de vida; por generaciones la pesca artesanal ha sido el principal motor económico y una forma de vida de esta comunidad. Es la tercera población más grande del Pacífico colombiano, después de Buenaventura (Valle del Cauca) y Tumaco (Nariño).
Es un lugar cohabitado por afrocolombianos e indígenas que pescan con fines comerciales y también para sobrevivir. Los afros pescan en aguas del océano Pacífico y La Bocana, mientras que las comunidades nativas lo hacen en ríos para su soberanía alimentaria. Una parte de la pesca se consume en el municipio, y otra parte se va para Buenaventura.
El 90 % de las familias del Pacífico se alimentan de la pesca y otro tanto se dedica a este oficio con el fin de comercializar, aunque cada vez son menos, pues a la problemática de los altos precios de los combustibles se suman las consecuencias de la contaminación del río por la minería ilegal y la agricultura que usa pesticidas, así como los efectos del cambio climático que dificultan cada vez más la actividad pesquera con el calentamiento de los océanos y la disminución de peces.
La directora del proyecto, Diana María López Ochoa, profesora del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Facultad de Minas de la Sede Medellín, y quien también dirige el Instituto de Educación en Ingeniería, llamó la atención acerca de que “en Guapi no hay proceso completo de creación de valor de la pesca, hay una cadena productiva y está incompleta, es decir, todos las actividades de creación de valor no están allí”, por tanto, aseguró que “la propuesta abarca un modelo de creación de valor en el cual las relaciones en el proceso se conciban a partir de la demanda y no de la oferta”.
En el país la incidencia de la pobreza multidimensional se concentra en las regiones más pesqueras del territorio nacional: Pacífico (22,7%) y Caribe (26,8%), según el Departamento Nacional de Estadística (DANE) de 2021. Esta medición no se limita a la falta de ingresos de una persona o familia, es un instrumento para reflejar las privaciones que debe enfrentar un hogar en educación, salud, seguridad social, vivienda, servicios básicos y alimentación.
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