Una sola hembra de esta especie puede poner hasta 2,4 millones de huevos por año. Este pez invasor crece rápidamente en el Caribe colombiano, y en vez de ser una presa para otras especies, se ha convertido en su depredador, situación que tiene en apuros a los pescadores y pone en riesgo el ecosistema marino.
El colorido del pez león le otorga un aspecto exótico y lo hace muy apreciado como especie ornamental de acuarios. Foto: Santiago Estrada, instructor de buceo en Santa Marta y fotógrafo submarino.
La llegada del pez león (Pterois volitans) al Caribe colombiano, procedente del lejano Indo-Pacífico, ha desequilibrado la cadena alimenticia de otras especies que sí son de la zona, compitiendo por su alimento, lo cual representa una problemática ambiental dada su eficaz estrategia reproductiva y porque su dieta incluye peces de gran valor ecológico y comercial como el mero y el pargo.
Estos fueron algunos de los hallazgos de una investigación del Instituto de Estudios en Ciencias del Mar (Cecimar), adscrito a la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe.
Entre 2016 y 2020, la bióloga marina Diana Bustos Montes, doctora en Biología Marina de la UNAL, evaluó cómo la calidad de la dieta de este pez y su estrategia reproductiva potencian el éxito de la invasión.
Es decir, su tesis no se enfoca únicamente en el apetito voraz del pez ni en los estragos que causa en los ambientes arrecifales, sino que ahondó en su calidad reproductiva y qué tanto suma a esa condición invasora.
El pez león y su llegada a Colombia
Desde 1985 empezaron a reportarse los primeros avistamientos en Estados Unidos, y el primer registro en Colombia se dio en San Andrés en 2009.
“Aunque existen diversas hipótesis sobre su llegada a los mares del Caribe, la más conocida es que esta se produjo por el rompimiento de un acuario a causa del huracán Andrew que afectó especialmente Las Bahamas y Florida.
“Pero la evidencia genética muestra que hubo múltiples introducciones en distintos lugares, o sea que no fue una única pareja con un código de genes específico que se escapó y llegó al Caribe”.
“Tampoco se descarta la posibilidad de que varios individuos hayan sido arrojados al mar cuando sus tenedores se percataron de lo problemático que es conservarlos, ya que no comen concentrado sino que prefieren ver a sus presas en movimiento para luego emboscarlas y comerlas vivas. Se estima que come peces y crustáceos de unas 250 especies diferentes, la mayoría roncos, pargos, loros y damiselas, familias de alta importancia ecológica y comercial”, afirma la bióloga Bustos.
Esta es la preocupación mayor: que además de la problemática de la sobrepesca, su apetito ha mermado significativamente las poblaciones de peces importantes como meros y pargos, base del sustento alimenticio y económico de la población isleña y vitales para la salud de los arrecifes coralinos y la producción de arena blanca, como los peces loros.
Crecimiento acelerado
Uno de los aspectos estudiados fue determinar qué tan rápido crece un pez león y cuál es la edad de su madurez. Para esto se analizaron cerca de 2.000 individuos durante cuatro años.
Así, se pudo establecer que puede alcanzar una longitud máxima de 48 cm en cinco años. También se comparó su índice de crecimiento con el de otras especies que podrían ser sus depredadores en el arrecife.
La doctora Bustos afirma que al pez león se lo puede comer un mero adulto, por ejemplo, pero la tasa de crecimiento de este es casi la mitad del primero, lo que se convierte en una de las desventajas de las especies nativas y lo que ha provocado el desequilibrio ambiental en el Caribe.
“Si ambos nacen en un tiempo cero, al año y medio el pez león tendrá el doble de tamaño del mero, así que en vez de ser una presa se convertirá en su depredador”, asegura la investigadora.
Recalca además que “por eso su control natural ha sido complejo, ya que posee pocos depredadores, sumado a que tiene veneno en sus espinas como mecanismo de defensa, por eso los pescadores también sienten temor de capturarlo, aunque es un manjar”.
“A pesar de su veneno, ese pez es comido por morenas y tiburones más grandes, pero estas especies no abundan en el arrecife y por ende no contribuyen significativamente a disminuir su población, que se estima entre 1 y 6 millones solo en San Andrés, según otras investigaciones del Cecimar-UNAL”, detalla.
Otro de los datos obtenidos es que puede llegar a comer en promedio 1,1 g al día, y según la población estimada puede consumir entre 400 y 2.400 toneladas al año en la isla, una cantidad enorme de biomasa de recursos en general.
Contenido estomacal encontrado en un pez león analizado, lo que dimensiona su voraz apetito. Foto: Diana Bustos Montes, doctora en Biología Marina de la UNAL Sede Caribe.
Hallazgos adicionales
Igualmente, entre 2015 y 2017 se analizó el contenido estomacal de 1.300 peces, para saber qué comían. Se midieron las huellas atómicas de nitrógeno y carbono para obtener información del nivel trófico (si es consumidor primario o depredador tope) y si basa su dieta en especies de ambientes cercanos o lejanos a la costa.
Además se efectuó un análisis reproductivo con 895 peces para identificar su sexo, estimar talla de madurez y observar qué tan desarrollados estaban los ovocitos/espermatozoides en las gónadas.
En esta fase también se evaluó el reparto energético necesario para la reproducción, es decir si necesita estar comiendo o si acumula energía para ello. Para esto se examinó la concentración de líquidos y proteínas en hígado, músculos y gónadas, órganos muy involucrados en los procesos de crecimiento y reproducción.
Muestra de huevos listos para ser fecundados. Foto: Diana Bustos Montes, doctora en Biología Marina de la UNAL Sede Caribe.
Se supo que alcanza la talla de madurez sexual al año y medio de vida, y que está alrededor de los 20 cm, en promedio.
En cuanto a fecundidad, se calculó cuántos huevos puede poner una hembra por año, y se encontró que en el Caribe colombiano tienen el potencial de producir 2,4 millones de huevos.
Para concluir, la investigadora invita a apoyar el control mediante la captura de la especie, ya que llegó para quedarse en el Caribe y con la que vamos a tener que convivir muchos años más.
Se trata de un pez de carne muy sabrosa, que se puede preparar de distintas maneras. Desde hace algunos años se viene fomentando su caza mediante torneos dirigidos a pescadores o buzos conocedores de la técnica, para luego vender la pesca en restaurantes o para autoconsumo.
Igualmente, sus espinas se pueden emplear en artesanías y bisutería.
“Sin embargo, dichas acciones no han sido suficientes para disminuir tal población, que ahora se encuentran no solo en áreas someras sino también a grandes profundidades”, puntualizó.
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