Están en un punto crítico de degradación, así lo revela un estudio de la Universidad Nacional (UNAL) que evidencia cómo la reducción de peces herbívoros y del pargo impacta en los arrecifes. A ello se suman descargas de aguas residuales y turismo excesivo.

“La Isla de San Andrés fue el lugar donde me caí por primera vez de la bicicleta, tuve mi primera pelea y besé a mi primera mujer”. Estas son las palabras de Jorge Sánchez, un bogotano de nacimiento, pero isleño de corazón, que en 1961 llegó a la Isla a la edad de 5 años, junto a sus dos hermanos y sus padres. Su familia arribó en busca de nuevos rumbos y llegó al mar de los siete colores para comenzar su vida. Fue cuestión de segundos para que él se enamorara del lugar que lo ha visto crecer y que ha alimentado esa pasión por el mar y su biodiversidad. 

Pasión que 61 años después lo llevó a ser un líder ambiental de la zona y un luchador por la defensa de la cultura local. En su voz, algo nostálgica, rememora cómo en este tiempo la Isla sufrió una serie de transformaciones, desde un crecimiento turístico que no avisó a sus pobladores hasta una violencia provocada por el narcotráfico y el conflicto armado. En esta realidad la naturaleza quedó en la mitad y la peor parte la sufren los arrecifes de coral, los cuales se destacan por su belleza que proviene de la variedad de colores, formas y texturas que la conforman. Un paisaje que, más allá de ser vistoso, es un ecosistema que alberga vida y sirve como un muro que defiende a la población de las inclemencias de eventos como huracanes, ciclones o cualquier otro fenómeno meteorológico.

Sin embargo, pese a su importancia y belleza, ahora sufren una degradación que amenaza su existencia y que es provocada por las actividades humanas relacionadas con el uso intensivo de las lanchas turísticas, algunas de las cuales se ubican en zonas de arrecifes; turistas que con pocos conocimientos deciden hacer buceo y pisan, tocan, e incluso se llevan restos de coral; y claro, también, el crecimiento urbano de la Isla. A esto se suma el cambio climático, el paso de los huracanes Iota y otros han provocado la remoción de las cabezas de coral y la pérdida de esta estructura. Después de casi dos años, aún no se ha recuperado el arrecife. 

“Los arrecifes son uno de los ecosistemas más importantes del Caribe y del Archipiélago, lo integran corales duros y blandos que conforman la barrera arrecifal, junto con otras especies de flora y fauna que le dan mayor complejidad y tridimensionalidad, lo que permite que sean productivos y con alta diversidad biológica”, asegura Adriana Santos, directora de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe. 

Investigaciones de la UNAL Sede Caribe han evidenciado cómo se han disminuido la complejidad, las especies y su abundancia, donde se estima que en los últimos años la pérdida de la cobertura de los arrecifes ha sido del 1,2 % por año.

Los estudios revelan además que la estructura del arrecife al lado del sotavento (zona donde los vientos son más constantes) de la Isla se ha deteriorado en los últimos 20 años. En esta zona solo tres tipos de cobertura dominan el 60 % de los arrecifes: las algas, los octocorales (coral blando) y sustratos inertes. La cobertura de macroalgas es considerada como un indicador de degradación de los arrecifes provocando la muerte de los corales. Se evidencia que las algas ocupan el 45 % de los arrecifes, un aumento del 5 % frente al 40 % observado hace casi dos décadas. 

El profesor Ernesto Mancera, de la UNAL Sede Bogotá, explica que “en todos los arrecifes se espera que haya macroalgas, pero el problema se presenta cuando aumenta la cantidad de estas, ya que en ese momento hay un cambio de fase y crecen sobre el coral”. 

La docente Adriana Santos explica que “las razones del crecimiento de las macroalgas son diversas: por un lado, las algas se ven favorecidas por el enriquecimiento de las aguas marinas provocadas por las aguas residuales de la Isla, y por otro lado, hay un déficit de peces herbívoros que controlan las macroalgas debido a que son especies apetecidas comercialmente”. 

Una de estas especies es el pez loro, que resulta llamativo para la pesca de arpón porque es fácil capturarlos debido a su lento movimiento en el mar. A pesar de que la pesca de estas especies es ilegal por su importancia ecosistémica, la Armada Nacional de Colombia y la Corporación Coralina han incautado hasta 9,6 toneladas de este pez. Además, la disminución significativa de otras especies como pargos, especies de peces apetecidas comercialmente, impacta el equilibrio del ecosistema. 

Disminución de la estructura de los arrecifes 

Nacor Bolaños Cubillos, coordinador de Áreas Protegidas de Coralina, asegura que “en  el mundo hay una tendencia a la disminución de las coberturas vivas; las nuestras están hoy alrededor del 25 al 30 %, que frente a lo reportado el mundo, es una buena cobertura de coral”.

Aun así, la investigación de la UNAL muestra que en la isla han disminuido los corales duros, o pétreos. “Los corales blandos crecen más rápido que los duros, que crecen apenas milímetros en un año” expresa la docente Santos. 

Explica además que la pérdida de corales pétreos está asociada con enfermedades de estos, las cuales se vienen presentando desde la década de 1980, y más recientemente la “enfermedad de pérdida de tejido de coral duro”, cuya presencia se ha confirmado en los cayos del norte y sur de las islas de San Andrés y Providencia, lo que amenaza con mantener los servicios ecosistémicos que aportan los arrecifes coralinos.

Según la Secretaría de Turismo de San Andrés, el turismo ha crecido de manera vertiginosa en la Isla, con más de un millón de visitas en 2021. “San Andrés no soporta 1 millón de visitantes” expresa el líder ambiental, quien además cuestiona cómo ante tanta producción de dinero que deja la Isla, no hay una inversión social: “mucho flujo económico pero poca inversión social”.

Con el amor que siente hacia su isla, asegura que, a pesar de los desastres ambientales, de los daños a la naturaleza y de la poca inversión que hay en San Andrés, esta Isla es tan hermosa que se levanta sola. “Pero no podemos seguir recostados en el medioambiente” asegura. 

Y, con absoluta seguridad, Jorge es fiel testigo de lo que el paso del ser humano ha hecho en la Isla. Con la Fundación Help2Ocean, a la que pertenece, realizan limpieza de fondos marinos con buceo profesional, una actividad que inició tratando de recoger uno que otro desecho, hasta un día que lograron recolectar –en las afueras de la Isla y dentro del mar– un volumen de basura equivalente a 9 canchas de fútbol.

La pesca artesanal, un trabajo conjunto para mejorar los arrecifes

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró el 2022 Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanales, con el que se busca impactar el desarrollo sostenible que tiene como centro de conversación a los pescadores, piscicultores y trabajadores de la pesca artesanal. 

La docente Santos expresa la importancia de promover acciones para promover el papel tan importante que tienen los pescadores artesanales en la pesca responsable y la economía de las islas, y con quienes además se podría trabajar en conjunto para implementar políticas integrales que mantengan el equilibrio ambiental.

“La UNAL Sede Caribe se encuentra en una reserva de biosfera Seaflower, lo que nos obliga y compromete académicamente a ser un modelo que aporte a la sustentabilidad, al equilibrio natural, social, económico y político”, asegura la docente Santos haciendo énfasis en el respeto que se debe tener a la naturaleza y a la comunidad raizal, con los que trabajan de la mano, aprenden y comparten saberes de la Sede.

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