Las mujeres de las comunidades indígenas de Brasil son especialmente vulnerables a la violencia de género, pero las iniciativa respaldadas por la ONU y un cambio en la legislación las animan a buscar protección.
En Parque das Tribos, un barrio indígena de Manaos, capital del estado brasileño de Amazonas, la violencia contra las mujeres es frecuente.
“Como líder, he vivido muchas cosas”, dice Lutana Ribeiro, miembro de la etnia kokama y única jefa del Parque das Tribos, donde viven unas 4500 personas. “Las mujeres llaman a mi puerta pidiendo ayuda”.
Escasamente poblado y relativamente aislado por tierra, mar y aire, el estado de Amazonas se enfrenta a retos particulares en el acesso a los servicios públicos, incluido el apoyo a la salud sexual y reproductiva y la respuesta a la violencia de género.
UNFPA/Isabela Martel
Mujeres indígenas brasileñas debaten sobre la violencia de género en un taller del Fondo de Población..
Enorme aumento de los feminicidios
En 2021, al menos una persona llamó cada minutos al número de emergencias de la policía nacional en Brasil para denunciar violencia doméstica. De 2016 a 2021, la tasa de feminicidios (definidos como el asesinato intencionado de una mujer, motivado al menos en parte por su género) aumentó más del 44%, con una mujer muerta por feminicidio cada siete horas.
En el estado de Amazonas, de todas las mujeres asesinadas intencionalmente, más de una de cada cinco fueron casos de feminicidio.
Ribeiro, quien es muy conocida entre su comunidad como firme defensora de los derechos humanos, facilitó recientemente una serie de talleres para supervivientes de la violencia de género, a los que asistieron 50 mujeres de la zona. “El primer día, pocas hablaron. Hoy la mayoría lo han hecho”.
Los talleres, organizados por el Fondo de Población (UNFPA), la agencia de la ONU para la salud sexual y reproductiva, exploraron distintos tipos de violencia y explicaron cómo acceder a las redes locales de apoyo social y a los mecanismos de protección legal disponible.
Estos mecanismos incluyen la Ley Maria de Penha, que modificó el Código penal brasileño en 2006 para permitir no solo la detención de los agresores por un acto de violencia contra una mujer o una niña, sino también su encarcelamiento, si el riesgo de que cometieran dicho acto se consideraba una amenaza para la vida de una persona.
UNFPA/Isabela Martel
Dibujos de los hijos de las mujeres indígenas brasileñas que participan en los talleres del Fondo de Población..
Un espacio seguro para las mujeres
Ribeiro describió cómo, desde el segundo día del taller, las mujeres estaban deseosas de compartir sus experiencias tanto entre ellas como con el equipo del Fondo de Población.
“Después de la primera conferencia, muchas mujeres se sintieron más fuertes. Al día siguiente, dijeron ‘basta’ a la violencia. Estos hombres ya no harán lo que quieran con ellas, porque ahora las mujeres están más empoderadas”.
El objetivo de los talleres es formarlas a las mujeres de las comunidades indígenas para que ayuden a difundir información que puede salvar vidas entre amigas, familiares y compañeras.
“La iniciativa es muy importante para hacernos cada vez más fuertes y tener este apoyo a través del diálogo y la experiencia”, dijo Ribeiro.
Los niños también participaron en actividades recreativas para que sus madres pudieran asistir.
“Los talleres crearon un espacio seguro para que las mujeres reflexionaran juntas sobre las diferentes formas de violencia que afectan a su vida cotidiana y sobre las estrategias para afrontarlo”, afirma Débora Rodrigues, responsable de la oficina del UNFPA en Manaos.
Esas estrategias “incluyen la ampliación de la oferta al acceso de los servicios que garantizan la protección y los derechos de toda la comunidad del Parque das Tribos”.
Con el apoyo financiero de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, el Fondo de Población ejecuta proyectos en los estados norteños de Amazonas y Roraima para reforzar las capacidades locales de prevención y lucha contra la violencia de género.
En 2022, más de 36.000 mujeres y niñas se beneficiaron de la iniciativa, con un mayor acceso a servicios como refugios y espacios seguros para supervivientes, así como talleres en los que también participaron hombres y niños.
Ribeiro afirma que los participantes en el taller del Parque das Tribos se sintieron fortalecidos colectivamente: «Nosotros, como indígenas, no tenemos miedo».
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