Sofía Henales.- Madrid.- Lo habitual al imaginar un humedal es visualizar un espacio de agua líquida en mitad del campo, pero además de este tipo de zona húmeda existen, por ejemplo, lagunas glaciares como el Macizo de Peñalara (Madrid), que cuenta con una fauna microscópica muy particular y ahora lucha contra una especie de pez invasor.
Para conmemorar la importancia de humedales como este, que pese a ser históricamente considerados como peligrosos transmisores de enfermedades se han demostrado clave para proteger y conservar la salud del entorno, cada 2 de febrero se celebra el Día Mundial de los Humedales.
Al contrario de la tendencia en España -un país donde entre el 60 y el 70 % de las zonas húmedas han desaparecido-, el Macizo de Peñalara, en la Sierra de Guadarrama, se encuentra en buen estado, y ahora está completamente cubierto de nieve, según corresponde a estas fechas, explica a EFE el responsable del Parque Nacional, Pablo Sanjuanbenito.
A su juicio, el valor de este humedal formado por más de 200 pequeñas lagunas no es su capacidad hídrica, sino su origen glaciar, que lo hace un enclave ideal para un tipo concreto de flora y fauna microscópica que mantiene bien alimentadas a especies mayores, como los tritones.
«El agua de este humedal es muy pura, prácticamente no transmite corriente eléctrica porque no tiene casi sales, y entonces hay una fauna microscópica muy específica vinculada a este tipo de fauna de alta montaña”, asegura el experto.
Sin embargo, este ecosistema no está exento de amenazas, según Sanjuanbenito, que cita, por ejemplo, el caso de los salvelinos, unos peces de pesca que se introdujeron en los años setenta y que ahora son peces invasores contra los que los gestores del Parque Nacional llevan años luchando.
Ecologistas en Acción
Además de las especies invasoras, las actividades agrícolas, los vertidos de aguas contaminadas, la sobreexplotación del subsuelo, el despliegue urbanístico y las desecaciones han contribuido a esa destrucción de casi dos tercios de los humedales españoles que tuvo lugar desde principios del siglo XX hasta la década de 1980, recalca el coordinador de Ecologistas en Acción, Theo Oberhuber.
Para combatir la baja capacidad de los humedales, provocada también por la sequía de los acuíferos, el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco) trazó un Plan Estratégico para 2030, que recoge una serie de medidas para la recuperación de las zonas húmedas, como los trasvases de agua, que Oberhuber califica de «parches temporales que pueden mejorar la situación a corto plazo, pero no definitivamente».
En opinión del ecologista, «no hay que actuar sobre el humedal, sino sobre todas sus zonas limítrofes, y poner el foco en la gestión del agua», ya que actualmente tres de los cinco acuíferos que abastecen los principales humedales «están sobreexplotados», dice.
El deterioro que sufren estos ecosistemas supone un peligro para la biodiversidad, en concreto para peces y aves que dependen de las marismas, como patos o gaviotas, precisa Oberhuber, quien subraya también la introducción de especies invasoras, que «están expulsando a las autóctonas».
Los humedades «contribuyen a la mitigación y adaptación al cambio climático y son esenciales para la propia supervivencia humana al generar actividades económicas como la pesca», destaca el especialista.
Tancat de la Pipa
Por eso en los años recientes numerosos esfuerzos de conservación se han centrado en restaurar zonas húmedas, como es el caso de la recuperación del Tancat de la Pipa, un espacio de 40 hectáreas incluido en el Parque Natural de la Albufera que en 2009 la Confederación Hidrográfica del Júcar, junto con otras entidades, transformó en un área de reserva.
Según resume el biólogo y técnico de gestión de este recinto, Matthieu Lassalle, en los 14 años desde la creación de este espacio se ha mejorado «la calidad del agua un 50 %, recuperado el pato colorado, y reintroducido galápagos europeos y galápagos leprosos», reptiles que desaparecieron del paraje natural en 1900. EFEverde