La laguna de La Nava -antes llamada Mar de Campos-, se desdibujó del paisaje palentino en pleno “sueño” desarrollista de la década de 1960, cuando la dictadura franquista apostó por desecar este y otros humedales del interior peninsular para aprovechar económicamente esas tierras, ya fuera mediante usos agrícolas, ganaderos, industriales o urbanísticos. 

Varias décadas después, cuando las zonas húmedas se deshicieron del estigma que las perseguía y la conciencia ambiental era ya mayor, la recuperación de la lámina de agua -reinundándola siguiendo los ciclos naturales de lluvia- fue devolviendo vida salvaje al enclave que pasaría a ser considerado Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). 

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Al principio había «cierta reticencia» entre los habitantes de pueblos cercanos como Fuentes de Nava, recuerda Nieves Matía, vecina de este municipio que vivió a través de toda la transformación de la laguna. 

Si cuando Matía era niña este espacio natural -sin agua- lo transitaban apenas algunos ganaderos que pastoreaban al ganado “principalmente ovino”, precisa, ahora la imagen que ofrecen La Nava y Boada de Campos es otra: gansos, porrones moñudos, cercetas y otras tantas ánades descansan sobre una laguna llena de vida.

El humedal es hoy un “embudo de biodiversidad”, según lo describe el técnico de la Junta de Castilla y León Enrique Gómez, quien ha sido partícipe del proceso de recuperación del Mar de Campos desde que arrancó el proyecto, a iniciativa de la Fundación Global Nature (FGN), en 1990.

Desecar la laguna fue «un sueño que provenía de unos cuantos siglos y a partir de un momento, cuando cambió la conciencia ambiental, los grupos conservacionistas empezaron a pensar la posibilidad de recuperar sino todo parte de esos grandes humedales», resume, pues estaban entre los ecosistemas más amenazados del planeta. 

Antes de ser desecada, el Mar de Campos se extendía a través de entre 2.000 y 4.000 hectáreas, detalla Gómez, mientras que ahora la parte recuperada ronda las 400. 

Así, aún quedan vastos terrenos -de titularidad aún municipal- reservados para ganaderos, si bien la bucólica escena de pastores que sacan a sus rebaños a pastar es, cada vez, menos frecuente en la zona, valoran a EFE varios de los técnicos y residentes en las localidades cercanas al humedal.

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En la segunda comunidad autónoma que más ha sufrido la despoblación rural en los últimos 25 años -sólo superada por Asturias-, Fuentes de Nava ha pasado de tener 1.464 habitantes en 1960 a contar sólo con 659 en 2018.

Matía valora que el humedal de la Nava ha colocado a su pueblo “en el mapa internacional” pues es hoy un “referente” a nivel mundial por sus recursos ornitológicos, una Zona ZEPA que, pese al tiempo en una mañana de martes en plena ola de frío, ha logrado atraer a visitantes como Javier Sanz, que ha viajado desde Madrid para ver a las aves invernantes que ahora pueblan la laguna. 

“Al principio, obviamente, no teníamos aves acuáticas”, destaca la técnica de FGN Alicia Bello, pues el humedal estaba completamente desecado. “Ahora mismo la laguna de la Nava, con su lámina casi constante durante todo el año, ha conseguido atraer a numerosas aves tanto migratorias como invernantes como residentes, o las que vienen aquí a criar y que se establecen porque ofrece una zona de recuperación de alimentación de refugio para estas aves”.

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Sin embargo, la vecina considera que aún no se ha llegado a alcanzar el “potencial” que tiene el humedal como imán turístico; y en este sentido juzga que los esfuerzos no deberían dirigirse exclusivamente hacia los amantes de los pájaros -como el madrileño Javier Sanz, que ha quedado fascinado con una levantada de gansos- sino también hacia la población general: “venderlo como un recurso natural global».

Desde FGN, el técnico David Miguélez recalca que la inundación del humedal se hace empleando el agua que ya discurre por el Canal de Castilla y aclara que no se podría dejar en manos de la naturaleza porque sin ese aporte artificial el terreno sólo se llenaría de agua “en años muy lluviosos, en muy poca superficie y en muy poca profundidad”.

Miguélez opina que «en muchos casos la pérdida de humedales es irreparable”, y estima que “para que se formen otros humedales o revertir las de otros actualmente transformados» se necesitaría actuar «a una escala de tiempo geológica”.

Otro de los beneficios que destaca el experto de recuperar la lámina de agua, más allá de la biodiversidad, es la captura de CO2 que ejercen los humedales -fuertes aliados contra la crisis climática, cuando presentan un buen estado-, por lo que la reinundación de la laguna ahora también forma parte de la iniciativa europea Life Wetlands4Climate (Humedales por el Clima) con la que los especialistas de FGN -y de otros socios del proyecto- amplían el terreno inundado y ensayan la fórmula idónea de retener esos gases de efecto invernadero. EFEverde